No Aflojen Ahora
por Helena Pérez Bellas
No estoy preparada para que no salga. Esa doble negativa salida del corazón y de la voz de las mujeres, es la música que más escucho en estos días. Detrás de ese temor hay muchos sentimientos, anhelos y esperanzas comprimidas. Tuvieron su punto de fuga épico durante la media sanción histórica y, en poco más de 24 horas, volverán a encontrar una fuga y un sentido, como también una posible derrota. Y la política, o aquello que creemos que es justo, se construye sobre las derrotas. Puede sonar exagerado o en extremo poético, pero con los materiales de las derrotas construímos los escalones a la victoria.
No quedan casi palabras para argumentar a favor del aborto. Durante todos esos meses, todo fue dicho, todos los argumentos fueron presentados, todas las experiencias fueron volcadas y casi todas las estrategias se han agotado. La historia se hace muchas veces en soledad y, de cara a una parte de la sociedad, parece que esto del aborto empezó este año. Sin la concentración de fuerzas históricas y un grito que nace desde el inicio de nuestra democracia, sin tres décadas y media de lucha, no estaríamos acá. Todas las generaciones tienen una juventud que juegan un rol fundamental, por prepotencia política, en la historia. La mía jugó un rol fundamental bajo el rótulo de la gloriosa juventud del 19 y el 20 de diciembre. Enfocada en una sociedad que entiende como universal el rol de los hombres, a veces se habla poco del rol de las mujeres en ese diciembre y en ese verano del 2002. Pero siendo testigo y partícipe de esos días y esas noches, puedo decir que el rol de la mujer en esos momentos fue fundamental. Somos la primera generación que cargamos con protesta, trabajo y lucha por obtener una vida como profesionales, todo junto y al mismo tiempo antes de cumplir 20 años. En muchos casos se logró, en otros no. Pero fueron miles las mujeres que salieron a llenar la heladera cuando fueron miles los hombres que fueron despedidos. Y también fuímos miles de jóvenes que disfrutamos de la libertad en la calle porque, si bien las fuerzas represivas nos castigaban viernes a viernes, por primera vez muchas sentimos que podíamos ser dueñas absolutas de la noche. Y en el sentir, le tomamos el gusto a la libertad. Nos hicimos valientes, sólidas y aceleramos el uso, la construcción y la formación política. Luego, a muchas las exigencias de la vida, pero también los deseos personales, las alejaron del día a día político. Por algún tiempo a unas, para siempre a otras. Pero en estos días decisivos en todo parece a todo o nada, me gustaría recordarles a las mujeres de mi generación, las que hoy tienen un promedio de 35 años que yo se quienes son, que han hecho y de que son capaces. Y con la memoria histórica de que formaron parte de la reforma ética de una sociedad, por lo tanto de un país, se que pueden dar un poco más. Se que aún son jóvenes y que muchas toman esos momentos de la política de los 2000 como momentos de juventud. Pero a veces hay que dar un poco más y, sin autoridad de ningún tipo, les pido que salgan a la calle por el aborto legal.
Argentina, decían, tiene que volver al mundo. Acá estamos en el mundo nuevamente y no por nuestros errores o sucesivos fracasos, estamos porque queremos cambiar la vida de las mujeres para siempre. Es cierto que poco importa que el mundo mire si nosotras, por nosotras digo las mujeres que vivimos en Capital Federal, no miramos y entendemos cómo viven las mujeres al interior de nuestro país. Tomamos nota de nuestras fallas y entendemos que por suerte o por azar, nacimos en un lugar que nos hace todo menos terrible. No necesitamos las alegorías performáticas de las criadas para entender cómo viven las mujeres en el NEA y el NOA. Lo que sabíamos apenas, lo que sospechábamos, lo que intuíamos o asumiendo responsabilidades, aquello que nos negábamos a ver, hoy se cristaliza, de a poco nos crea conciencia y nos empuja a saldar una deuda, la de la construcción de un feminismo federal que entienda y tome como propias, las problemáticas de las mujeres que se ven negadas en los votos unánimes de sus senadores que representan no la vida como creen, representan la condena social, médica y económica para miles de mujeres. Aquellos que se llaman a sí mismos pro vida, cuando no son otra cosa que pro muerte, negocio ilegal y clandestinidad, han intentando plantear una pelea entre Capital Federal vs Interior. Buscando pelea donde hay descubrimiento, unión y amistad, no han logrado doblegar las cosas que han empezado a unirse. Estos son los verdaderos brotes verdes.
Las que tenemos experiencia en la vida política, desde cualquier escalón de la militancia o la participación, tenemos el deber de sostener a las que llegan por primera vez a su gran a todo o nada. Ayer un amigo querido me decía, me hubiese gustado que se templara el carácter con un tema menos sensible. Pero tengo fe en que las mujeres, de todas las edades, sabrán aplicar su fuerza, la fuerza que no conocen o que les dicen no tener, para sobreponerse a cualquier resultado. Fuerza vamos a necesitar para el si y para el no. Para sostener nuestras decisiones en el camino a una vida más feliz, más digna y más justa o para volver a dar pelea por esa vida. Sea lo que sea no hay vuelta atrás. Es la tercera vez que me permito sentir que la sentencia de que es la tradición de las viejas generaciones la que oprime el cerebro de los vivos, está a punto de quebrarse. Si ese quiebre se formaliza mañana o más tarde no importa. La vida avanza, se impone, siempre está queriendo ganar su lugar. Si el legado de las mujeres fue ser siempre gestoras e incubadoras de la vida, como si fuéramos parte del reino animal y no de la humanidad, es cierto, años de opresión y maltrato lo han despertado. Si querían que fuéramos una fuerza de la naturaleza, acá lo tienen.
No hay que aflojar. Nadie llega tan lejos y se va sin nada. De todo habrá que saber sacar algo. Lo más difícil ya esta hecho, el aborto no está más en clandestinidad se encuentra en sociedad. Entró a las casas de todas las personas y es un tema del cual no se puede no hablar. Con eso todo lo vinculado a las mujeres comienza a ser parte de la vida cotidiana y toma palabra. Construirse y luego apropiarse de una mina es una camino individual pero en esta historia se hace colectivamente. Se aprenden premisas políticas que son signos de una vida más digna, mejor. Se encuentra el balance entre una vida privada e íntima feliz y una vida colectiva y social en armonía. Falta mucho, todos los días alguien se encarga de golpearnos sobre eso, de sacarnos de nuestro lugar. Pero, nuevamente, esto no tiene vuelta atrás. Solo queda ir para adelante con el sí y con el no. Porque cada mujer se ha ubicado en su tiempo y en su espacio. Ha sabido ser contemporánea a la historia y aceptar las demandas que le imponen la promesa de una vida mejor. Tener miedo está bien. Llorar está bien. La moral no rige nuestras vidas. Con errores, con aciertos y en diferencias políticas, que se seguirán tensando, de aquí en más el camino se encuentra trazado. Los ladrillos, los adoquines y las pepitas de calabaza son verdes. Como las esmeraldas que no dejan de brillar.