Nominamos las cosas con la lengua del conquistador
En la palabra viene la idea
y la idea NO es nuestra
Sementera es una colectiva de pensamiento decolonial que tiene el propósito de germinar interrogantes, lecturas, escrituras, prácticas y experiencias que posibiliten el reconocimiento y la puesta en valor de nuestras generaciones ancestrales. Para eso, las personas que conforman este grupo propician encuentros para que la gente se vaya pensando. “No tenemos respuestas. Lo que queremos es que duden”, dice Silvia López, filósofa, animadora sociocultural y parte del equipo de Sementera.
por Maia Kiszkiewicz
Este conjunto de mujeres está formado por argentinas, colombianas, costarricenses y peruanas. Ellas consideran que es necesario un trabajo conjunto para cuestionar lo cotidiano. Por eso en los encuentros que realizan no siguen el modelo canónico —alguien habla o expone y el resto escucha— sino que, a partir de una inquietud, cada persona aporta sus puntos de vista. La propuesta es abierta a todo público porque todes tenemos saberes para compartir. “Creemos que el conocimiento circula y, por lo tanto, que no lo tiene nadie sino que está en el encuentro entre personas que saben algo e ignoran otras cosas. Por eso nos llamamos Sementera. Es una palabra que tomamos de Rodolfo Kusch, un filósofo argentino. E implica no solo la semilla y el lugar dónde sembrar, sino el tiempo y el espacio propicio para hacerlo. En el encuentro de voces plurales están las semillas que tenemos que cuidar y, entre todos, hacer que florezcan”, define Silvia López.
Quienes iniciaron Sementera se conocieron en el Diplomado de Filosofía de la Liberación, un espacio que continúa el movimiento que fue y es parte Enrique Dussel, argentino naturalizado mexicano en la época de la dictadura. Él reflexionó acerca de si se podía o no hacer filosofía desde la periferia. Y, sí, se podía y se puede. Esta afirmación es parte de un proceso extenso. La descolonización no se da de un día para el otro. Lo importante es estar en el camino. Y eso es lo que sucede en el tránsito de cada encuentro, cuyas propuestas, que se publican en las redes sociales de la colectiva —Sementera (@sementera2022), giran en torno a uno de los planteos del seminario de Filosofía de la Liberación: ¿qué pasa con la colonialidad del poder, del saber, del hacer en la vida cotidiana?
¿Qué es la colonialidad?
El colonialismo es un momento. Lo que persiste después es la colonialidad. La mente de las personas está colonizada con un patrón predominante: el hombre blanco, macho, europeo, occidental. Entonces todo lo que no responde a eso es inferior. Esta idea no está sólo en la mente de los que colonizan sino también en la de quienes son colonizados. Lo reproducen incluso sin darse cuenta. Y el tipo de colonialidad que tenemos viene de la mano con la modernidad, el sistema mundo occidental, el mercado en el que todo está expuesto y es un objeto a la venta. Empezando por nosotros y nuestro cuerpo.
¿En qué aspectos de la vida cotidiana aparece todo esto?
Por ejemplo, en naturalizar que Argentina es un país de la periferia, que la filosofía nació en Grecia con Sócrates, Platón y Aristóteles y que lo que pasa acá es un pensamiento de segunda. En cómo y qué aprendemos desde el jardín de infantes hasta la universidad. Usamos un mapa eurocéntrico hecho por un alemán en el siglo XVII. Lo hizo con su centro del mundo. Que no es discutible porque era su centro. El problema es que todos creemos que ese mapa representa lo que somos de tal manera que hablamos de los países de arriba, abajo, este y oeste. Y en base a esa distribución se atribuyen características.
Pero hay filósofos y filósofas trabajando en el aquí y ahora
Rodolfo Kusch es un imprescindible. Él, por ejemplo, no estaba en contra de lo que decía Hegel en otro continente. Lo que está mal, decía, es que nos lo enchufen a todos. Es tremendo y agobiante. Hay, en nuestras prácticas, una gran investidura eurocéntrica, que incluye también a Estados Unidos. Es el poder hegemónico. Un ejemplo extremo es cuando celebran la alfabetización sin saber si las personas necesitaban, para vivir, ese alfabeto que les enseñan.
Vicente Zito Lema fue mi profesor en la Universidad de Avellaneda. Él, Rodolfo Kusch y muches otres aportan al pensamiento pero, a la vez, dan el ejemplo de que se puede ejercer en este continente. Desarman el imaginario de que todo pensador está lejos y que posee un grado de verdad inalcanzable y deseable.
Es muy fuerte esa idea. ¿Cuánta gente estudia acá y después se va a Europa a hacer un master o un doctorado? Y cuando vuelven tienen la cabeza lavada para transmitir lo de allá como si fuera lo único. Conocimientos que no nos representan, pensamientos que deberíamos tomar, criticar, adaptar a nuestra realidad y, si sobreviven a todo eso, aplicarlos. Si no hay alguien que acá piense lo mismo, parecido o mejor. Pero no copiar y pegar. No repetir, sin analizar, cosas que no responden a nuestro modelo. Como la navidad. Papá Noel blanco y rojo, del color de Coca Cola.
Una vez, mientras caminaba por la calle, escuché a un nene que le preguntó a su mamá cuándo venía la nieve porque ya era navidad.
¿De dónde sale ese festejo? Nosotros tenemos que festejar el 21 de diciembre, que tiene que ver con un ciclo del agro que nuestros pueblos respetaban a lo largo y a lo ancho de lo que hoy es nuestro país. Dussel, el único de aquellos que empezaron con la Teoría de la Liberación que trabaja y publica aún con sus 87 años, reflexiona sobre la belleza y la estética. Nosotros tenemos la idea grecorromana de esos conceptos. Porque ¿quién dijo qué es lo bello?, ¿bello para quién? Así todo: el concepto de justicia, de igualdad.
Cosmético, por ejemplo, viene del griego κόσμος (cosmos) y se puede traducir como orden. Es decir, serían productos para poner las cosas en orden. Aparece esa relación entre orden y belleza.
Dussel, en Brasil, conoció un pajarito que cuando salía el sol se acercaba al rayo de luz y hacía un ritual, cantaba. Le emocionaba porque significaba la vida para él. Que haya vida y no muerte. Esa emoción era lo que plasmaba en ese canto y eso era lo bello. Soy animadora sociocultural especializada en adultos mayores. Trabajo mucho este tema. Está la idea de que lo viejo no puede ser bello porque es viejo. La vejez, en la sociedad en general pero en la argentina en especial, es despreciada. Nadie quiere estar en la antesala de la muerte. En otras comunidades, como la mapuche o guaraní, ser viejo es visto diferente. Trabajar esto de que la belleza no es algo estético o físico, que hay una belleza propia de la vejez que tiene que ver con la sabiduría, la experiencia, el ver las cosas desde otro lugar, es muy útil para una persona que está atravesando la tercera edad.
Alma Velásquez Huichulef, Profesora de Danzas Africanas y afromapuche, dijo que el español no llega a lo profundo de nuestro ser.
Nominamos las cosas con la lengua del conquistador. Es muy fuerte. Hace un año hicimos un encuentro que se llamó “Yo me llamo”. Porque lo primero que hizo el conquistador cuando se afianzó en nuestra querida Abya Yala fue humillar a las personas sacándoles el nombre para ponerles otro español o portugués. “Yo me llamo” no es lo mismo que “me llaman”. A la mayoría de los niños en los pueblos ancestrales no les ponen nombre apenas nacen porque tienen que ver cómo se desarrolla, cuál es su misión y un montón de cosas que ellos observan y nosotros no. El nombre tiene mucho peso.
Tuve francés toda la primaria y la secundaria. La otra opción era inglés. Nada de guaraní, quechua.
Es que está considerado algo sin importancia porque es de segunda y proviene de la periferia, de gente supuestamente analfabeta, ignorante. Tenemos tantos problemas con el idioma. Si hay algo que coloniza es el idioma. En la palabra viene la idea y la idea no es nuestra. Y si no sos hablante natural del aymara o el quechua, hay muchas cosas que te perdés. Hay que reconocer a los pueblos ancestrales, hacer una Argentina en la que estemos todos. No se trata de incluir a los pueblos originarios. Eso es negarles su identidad. Hay que integrar. Que nos sentemos, dialoguemos, pensemos cómo vivir y con qué normas. Porque cuando decimos todos o todes, ¿quiénes son todes?
La predominancia de la bandera celeste y blanca, por ejemplo, ¿por qué no puede haber pluralidad?
Una vez estaba en un congreso de Prácticas Estratégicas. Al lado mío había un muchacho, médico, recibido en la Universidad de Buenos Aires, mapuche. Cuando estaba por sonar el Himno, levantó la mano y dijo: “Con todo respeto, a mí no me representa”. Y es lo que corresponde. ¿Por qué solamente vamos a tocar el Himno Nacional Argentino?, ¿cómo se trata a los mapuche y por qué se espera que respondan a eso? Esta pendiente de estas cuestiones implica estar en contra del poder hegemónico. Eso siempre trae problemas. No es fácil. Pero hay que ir siempre por la sobrevivencia de la vida. No cualquier vida. Una digna.
Foto de portada: Silvia López (segunda a la izquierda) con parte del equipo de la Sementera: Dora Assissi, Carmen Velázquez y Elena Miguel, en el Museo del Hambre, diciembre de 2022