Pensar es un hecho revolucionario

por Gabriel Luna

Miércoles 12 de junio de 2024. Día de lucha en la Ciudad de Buenos Aires. En el Congreso de la Nación los senadores tratan el proyecto de Ley de Bases, enviado por el presidente Milei. Y en los alrededores, crece una multitud que se opone al proyecto. Gremios, organizaciones sociales, estudiantes, docentes, artistas, vecinos, comerciantes, organizaciones políticas, y mucha gente espontánea e independiente, que viene sola, con amigos o familiares. Todos van confluyendo a la plaza frente al Congreso. Y entre el Congreso donde sesionan los senadores y los manifestantes se instala la policía -federal y de la ciudad-, se instala la gendarmería, la prefectura, con motociclistas, vallas, carros de asalto, carros hidrantes… Que no sólo rodean el Congreso, sino que forman filas y barreras con armas, armaduras negras, cascos, gases y escudos, a varias cuadras de distancia, para impedir el paso de las columnas. ¿Se trata de una guerra? No, de meter miedo.

Esencia de la Ley de Bases
¿Qué es lo que se está tratando en el Congreso? Un paquete enorme de leyes: para privatizar empresas; para dar ventajas a las corporaciones que inviertan más de 200 millones de dólares; para dar exenciones impositivas y flexibilización laboral (que implica aumentos en las ganancias de las corporaciones); para dar derechos de importar o exportar con libertad cambiaria (que implica ventajas respecto a las empresas locales y fuga de capitales)… En fin, una serie de medidas que, con el argumento de atraer inversiones, procura ganancias extraordinarias a las corporaciones. Esto provoca un desequilibrio fiscal, porque es el Estado quien aporta esas ganancias. Pero el mismo paquete de la Ley de Bases resuelve el desequilibrio aumentando las tarifas de los servicios públicos, aumentando los impuestos a los ciudadanos de a pie, licuando las jubilaciones, reduciendo aportes a la educación y la salud pública, abandonando las políticas culturales, políticas de género, de bienestar social…
Es decir: la Ley de Bases es un paquete que articula una transferencia muy importante de dinero desde el 90% de los argentinos hacia las ganancias de las corporaciones, y que generará mayor pobreza, desigualdad, y malestar en el pueblo.

Corrupción
Por eso la enorme movilización. Quienes entienden el mecanismo del paquete van al Congreso para hacerse oír por los senadores, y para advertir al pueblo.
¿No conocen los senadores este mecanismo? Por supuesto que lo conocen. Se llama Ajuste y ha sido aplicado varias veces. Pero hay senadores y diputados corruptos. Que parecen representar a las corporaciones en vez de representar a sus electores, y que anteponen sus propios intereses al bienestar de sus electores. Para ellos, para reclamar a los legisladores, y para esclarecer a quienes no conozcan los alcances del proyecto de Ley de Bases, ocurre la movilización.
¿Hay de verdad senadores y diputados corruptos? Sí. En estos seis primeros meses del gobierno de Milei, durante el tratamiento del DNU 70/23 (un paquete similar a la Ley de Bases) y durante el tratamiento de la propia Ley de Bases, el gobierno de Milei aumentó los sueldos de los diputados y senadores. Eso no es casualidad.
¡Un senador gana alrededor de 8 millones de pesos! 20 veces más que un docente y 30 veces más que un jubilado. ¡Los legisladores ya están desconectados totalmente del entorno social! Tienen otros intereses, más caros e individuales. Y quieren todavía más. Semejantes sueldos provocan la corrupción. ¿Cómo no van a ser corruptos? Han naturalizado la corrupción. Muy pocos son honestos. Unos se creen honestos, otros fingen serlo. El Congreso es una puesta en escena. No hay debate ni principios, sino actuación.

Represión
A ese teatro llega la movilización. Tiene la pretensión de un acto virtuoso, de que ese paquete NO se apruebe, de que haya un final feliz. Y hay en realidad una comunicación directa (no bastardeada por los medios corporativos), hay reunión social, reconocimiento, cierto equilibrio y una esperanza.
Un grupo colorido de mujeres danza en el centro de la plaza con música de bongos, tambores, congas y djembes. Es una maravilla descubrirlas entre los árboles, cerca de la estatua del pensador de Rodin, y verlas después de cerca sonriendo ensimismadas, invitándonos a participar, a danzar con el fondo de la cúpula del Congreso, desde donde está el pensador. Pero entonces aparece una columna de humo negro a la izquierda, en la calle Hipólito Yrigoyen que linda con la plaza. Y surgen las fuerzas de seguridad (policía, gendarmería y prefectura) enviadas por Milei y comandadas por Patricia Bullrich, avanzando con motos, carros hidrantes, palos, corazas y escopetas, para cortar la comunicación y el equilibrio, para interponerse entre los manifestantes y los legisladores. Y hay corridas desde donde sale el humo. Hay gritos, gases, balas de goma. Las fuerzas de Bullrich quieren desalojar la plaza. Una línea de gendarmería con uniforme de combate avanza disparando sus escopetas por avenida Rivadavia -paralela a Hipólito Yrigoyen y lindante con la plaza-. La línea va de contramano, abarca toda la avenida, las veredas y parte de la plaza, la siguen varios oficiales, un carro de asalto y un hidrante, y más atrás una línea de la policía motorizada con bastones, cascos, escopetas y granadas. ¿Se trata de una guerra?
Hay más de un centenar de heridos por balas de goma, intoxicados con los gases, golpeados por las llamadas fuerzas de seguridad. Y más de 30 detenidos: estudiantes, docentes, comerciantes, un empleado judicial, una empleada legislativa, un ajedrecista, varios vendedores ambulantes, una empleada de casas particulares, un músico, gente en situación de calle… El Gobierno explica que la represión evitó un golpe terrorista contra el Estado, que había empezado precisamente con el incendio de un automóvil (el humo negro en la calle Hipólito Yrigoyen). Pero ninguno de los detenidos tuvo relación con el incendio del automóvil, que resultó ser de la agencia Cadena 3. Siete personas dieron vuelta e incendiaron el móvil, el ataque fue registrado por varias cámaras. Ninguna de estas personas fue detenida. Y horas después, el corresponsal de Cadena 3, en un programa de TV, frente a la ministra Bullrich, atribuyó el incendio a personal parapolicial. Bullrich no lo desmintió.

La escena del Congreso
Tras la represión injustificada, los golpes, los heridos de bala, los intoxicados por los gases, y los detenidos acusados de terroristas y maltratados en las comisarías, los senadores acabaron su sesión el jueves 13 de junio a las 5 am. Resultado. Hubo un empate en 36 votos, el desempate estuvo a cargo de Victoria Villarruel, la vicepresidenta de la Nación. Y la Ley de Bases (o Ley de Gases) fue aprobada, con modificaciones.
Obviamente, campea la corrupción. De otra manera, no puede entenderse que la mitad del senado, 36 representantes del pueblo, con cierta experiencia política, bien informados e intencionados, pueda aprobar esta Ley para las corporaciones. Algún interés personal debe moverlos para traicionar así sus mandatos y castigar con la pobreza a tanta gente. Hay un caso concreto que muestra en detalle el mecanismo de corrupción. La senadora Lucila Crexell por la provincia de Neuquén, que había votado antes contra el DNU 70/23, votó ahora a favor de su equivalente: la Ley de Bases. ¿Por qué lo hizo? El Gobierno de Milei la premió con el puesto de embajadora argentina ante la Unesco, que incluye casa suntuosa, gastos varios, y un sueldo de más de 12 mil dólares, aproximadamente 16 millones de pesos (el doble de lo que gana hoy), y vivir en París. Parece que el arreglo se produjo pocos días antes de la votación, con la intervención de Villarruel. Está muy claro que Lucila Crexell es una corrupta que antepuso sus intereses personales condenando a millones de argentinos a la pobreza. ¡Y el Gobierno de Milei junto con los medios de comunicación corporativos dicen que sólo se trató de una negociación! [1] Naturalizan la corrupción.

Conclusión
El caso Crexell [2] no fue el único, hubo varios casos de corrupción en el Senado en esta votación y en tantas otras. Lo mismo ocurre en Diputados. El Congreso ya no es un centro de debate y esclarecimiento donde se sancionan las leyes y se forja una Nación soberana. En estos tiempos de neoliberalismo las leyes se “negocian”. No importan los parlamentos éticos e interminables que los legisladores lanzan desde sus bancas (son para la gilada que los mira por TV). Los votos se “negocian”. Tanto es así, que en este caso de la Ley de Bases varios medios ya conocían el empate de la votación antes de ocurrir el “debate”.

Ya no están las mujeres bailando entre los árboles. El pensador de Rodin está de espaldas al Congreso. Se puede pensar que las escenas de actuación, corrupción o negocios ya no funcionan. Se puede pensar que esa estructura y su cúpula se resquebrajan, que ya no sirve el sistema porque está corrupto por los intereses de las corporaciones. Se puede pensar que volverán a bailar las mujeres con alegría en la plaza, pensar que este sistema de representación no sirve, y que el pueblo debe participar directamente en las decisiones de gobierno. Pensar es un hecho revolucionario.

[1] Dicho del diputado de La Libertad Avanza Oscar Zago.
[2] Ver en Periódico VAS Nº 184 “Crónica de una casta anunciada”.

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