Poética teatral mapuche. Otra forma de pensar la política
Lorena Cañuqueo, activista y docente mapuche, habla del teatro como territorio de disputa cultural e ideológica para revisar la historia nacional. El rol de las mujeres y los cuerpos marginados, la articulación necesaria con otros colectivos para disputar sentidos y la poética como herramienta de discusión pública.
Texto Maia Kiszkiewicz / Fotos: Euge Neme
Cobertura colaborativa con Revista Cítrica
A, de ala. E, de elefante. I, de indio y una imagen estática: cara marrón, pluma en la cabeza, pelo corto, arco y flecha en mano. La imagen, repetida en la enseñanza escolar, se refleja en el discurso: argentinos descendiendo de los barcos, una raza superior (la europea), el crisol. “Y esa tendencia de la ideología nacionalista al blanqueamiento, a no incluir variables cromáticas: ni negros ni indios”, dice Lorena Cañuqueo, activista mapuche, docente, licenciada en Comunicación Social y parte del grupo de teatro El Katango, en Bariloche.
Monumento a San Martín. Monumento a Colón. Monumento a los españoles. Sarmiento en las escuelas. Sarmiento y sus maestras extranjeras. Bustos blancos, masculinos, de hombres aparentemente fuertes llamados próceres. Campañas a desiertos que siempre estuvieron poblados. La violencia recae sobre ciertos cuerpos, pero nos toca a todos. Nos moldea como sociedad en el pensamiento y los modos de vincularnos. “Hay mujeres detenidas con niños y la población local no se alarma. Como son indias son peligrosas, violentas, terroristas. Esa relación no es inocente. Ellas pertenecen a una comunidad mapuche que fue desalojada, la de Villa Mascardi, a la que los medios hegemónicos recontra estigmatizan”, recuerda Lorena. Y, si bien en los años más recientes hubo modificaciones favorables para el pueblo mapuche en términos de derechos y organización, los discursos racistas, en sus diversas formas, aún operan. “Que justifiquen el encarcelamiento de mujeres y el asesinato de cuerpos afro o indígenas, viene de ahí. Mientras, nosotros exigimos la liberación de nuestra machi, una autoridad filosófica de nuestro pueblo, y de las presas políticas mapuche, se están violando todos los procesos judiciales, todo el marco procesal penal argentino”.
Nombraste a una autoridad filosófica, estudio Filosofía y en la definición institucional no aparece lo mapuche. Es Grecia en la antigüedad, Europa. Incluso el debate actual tiene que ver con que la materia Pensamiento Argentino y Latinoamericano deje de llamarse Pensamiento y pase a llamarse Filosofía.
Hay que descolonizar las formas de conocer, aprender y asir el mundo. Por suerte, sobre todo en Chile pero también en Argentina, intelectuales indígenas y mapuche que trabajan en el ámbito de la academia empezaron a cuestionar el colonialismo interno y esa forma de asumir que los pueblos originarios siempre tenemos que estar en un lugar subordinado, lo que hace que nuestra circulación sea restringida.
Charles Mills, sociólogo jamaiquino, dice que existe una ignorancia blanca estructural. Eso se da, entre otras cosas, porque la escucha y la posibilidad de la palabra es mayor para las personas blancas que para las personas afro. Entonces, los testimonios históricos son, en gran medida, de personas blancas. Y esto afecta a la percepción subjetiva y a las concepciones que tenemos del mundo. ¿Sentís que esa vivencia es similar para el pueblo mapuche?
Sí. Y es una discusión que se da en la antropología, la epistemología, la formación política. Dentro del teatro quisimos debatir ciertas categorías y cómo pensar el teatro mapuche. Pero varios intelectuales dijeron que el teatro es un lenguaje, con sus especificidades poéticas, teratologías… Pero es uno. Y, por ende, no hay teatro mapuche. Entonces Miriam Álvarez, nuestra compañera y directora del grupo El Katango, empezó a pensar desde la especificidad de la historia de los pueblos originarios de América Latina para proponer prácticas escénicas con una poética a través de la cual se piense el pueblo mapuche, se discuta la propia historia y se hagan propuestas políticas en el escenario.
Aparecen las especificidades, las categorías, las etiquetas. Lo propio y lo que ven otres. Los estereotipos. La antropóloga social mapuche y especialista en género, Meli Cabrapán, afirma que se asume que las mujeres mapuche son naturalmente defensoras de los territorios por la idea de que están más cerca de la naturaleza. ¿Sentiste esa carga?
Sí. Y opera muy fuerte. En las mujeres es el mandato de la maternidad. Para proyectarnos, para dar continuidad al pueblo. En las barriadas populares se dice que cuando no se tiene nada, lo único que se puede dar son hijos. Y los cuerpos indígenas que, además, son de clase obrera, de barrios populares, han sido históricamente condicionados por cómo se moldeó Argentina. La clase obrera, según el modelo nacional, cuando es femenina, entrega a los hijos.
¿Y cuando es masculina?
Vende su fuerza de trabajo. Se reprodujo por mucho tiempo la idea de que para hacer frente a la violencia del Estado lo único que se tiene para exponer son los cuerpos masculinos, jóvenes mapuche. Los cuerpos de los hombres pobres, de las villas, de los barrios periféricos, populares. Cuerpos prescindibles. El gatillo fácil se dirige hacia ese lugar. Es muy fuerte. Hay que desarmarlo. Los jóvenes tienen muchas otras potencias.
¿Cuál es el agregado que da el lenguaje poético-teatral a la reflexión histórico-política?
¿Queremos cumplir o impugnar los estereotipos? ¿Estamos de acuerdo con que los jóvenes entreguen su vida por la defensa del territorio? No. No queremos más Rafitas Nahuel ni Elías Garay. Lo sufrimos. Nos duele. Tenemos que dar la discusión para pensar en otras estrategias de lucha. Y La práctica escénica mapuche revisa eso, la propia historia. Desde la poética teatral se pueden dar discusiones que desde el discurso público, político, son más difíciles. Y es posible, también, hacer una apuesta sensible por generar estéticas y formas de comunicar que sean otra forma de pensar la política.
¿Qué pasa con las políticas públicas en esta apuesta a la reflexión desde lo teatral?
No hay. De hecho estamos trabajando junto a Teatro en Sepia, que se ocupa escénicamente de la afrodescendencia, en un proyecto llamado CARLA —Culturas de Anti Racismo en América Latina— financiado por la Universidad de Manchester. Esto se termina pronto. Queremos continuar el trabajo, pero no hay ninguna línea de subsidio específica para pensar sobre poblaciones indígenas y afrodescendientes. Es difícil. La mayoría de las personas que colabora o actúa en el grupo busca el mango en otra parte. Son nuestras voluntades juntando plata de nuestros sueldos para montar una obra. Cambiar eso sería una forma de reparación histórica. Aún no sucedió.
En noviembre estuviste en Buenos Aires, en una función de No es país para negras II, de Teatro en Sepia, conversando sobre esto, apostando a la reflexión conjunta. ¿Qué importancia encuentran en ese intercambio?
Nuestros teatros son políticos, tienen una revisión crítica de la historia nacional y de nuestros movimientos —afro y mapuche—. Cuando nos encontramos, reflexionamos sobre las formas diversas del racismo y pensamos en cuántos momentos de la historia se encontraron nuestros colectivos. Eso está en la memoria social. Investigamos, hacemos la pregunta y aparecen relatos en los que, por ejemplo, la primera generación afro-argentina, escapando del proceso esclavista, venía hacia los territorios indígenas en busca de libertad. Y eran recibidos e incorporados a las comunidades.
¿Cómo aparece eso en el teatro?
En términos de lenguaje teatral, tiene que ver con qué elementos escenográficos son significativos. Además, hay decisiones políticas. Por ejemplo, durante 2020 y 2021, con el proyecto CARLA, tuvimos recursos económicos y, en vez de alquilar una planta de luces, le pagamos a nuestros compañeros que realizaron el material audiovisual. También, hay modos que no queremos reproducir. Porque nos han invitado a trabajar sin pagarnos. Lo hicimos durante un tiempo, es importante estar. Pero el resto de las compañías cobraban y a nosotros sólo nos daban comida. Ahí una se da cuenta hasta qué punto permea el racismo en la práctica. Creo que la discusión no puede ser únicamente confrontar, decir: asesinos de mierda, nos están matando hace más de doscientos años. Se trata de algo más, de apostar políticamente a un futuro en el que haya lugar para la diversidad, para equivocarse y hacer una reflexión sensible.
Marlene Wayar, psicóloga social y activista travesti, habla de un tiempo de paz, de dejar de correr tras la urgencia. Y Susy Shock explica que sólo así puede surgir la posibilidad de soñar lo otro.
La urgencia es la coyuntura en la que te coloca otro. Otro que se constituyó como un grupo poderoso a partir de someternos. Esos otros son el poder judicial, económico, mediático y las corporaciones internacionales que condicionan nuestra forma de vida. Es opresivo y colonialista. Tuve la fortuna de conocer a Lohana Berkins. Ella odiaba el show, las plumas, las lentejuelas. Y se oponía a que las trans aparezcan siempre relacionadas a eso. Yo le decía que me pasaba lo mismo, porque los pueblos originarios siempre aparecemos relacionados a la lentitud, la barbarie, el retraso. ¿Cómo hacemos para, a partir de lo que no nos representa, buscar alianzas y nuevas representaciones entre colectivos? Lohana también era indígena, pero decía que no podía dar todas las peleas. Era demasiado. Tenemos los cuerpos cansados. Solos no podemos. Pero en conjunto, sí. Y me gustaría, ahora que hay nuevas generaciones de personas trans dentro del mundo mapuche, que Lohana estuviera viva y decirle: “Mirá, Mariposa, lo lograste. Metiste la discusión acá adentro. Nos acordamos de vos y te queremos por eso”. Pero hay debates que todavía nos debemos. ¿Quieren escuchar? ¿Por qué las comunidades recuperan tierras? ¿Por qué defienden un rewe, que es un espacio ceremonial? Tenemos motivos. Hace más de un mes están detenidas nuestras lamien, nuestras mujeres, por exigir algunas hectáreas para vivir y trabajar. Mientras los magnates tienen aprisionados bosques nativos y fuentes de agua y no pasa nada. ¿Cuál es la doble vara con la que se mide aquello que supuestamente es ilegal dentro del marco normativo argentino? ¿Por qué Lewis puede apropiarse de un área tan hermosa como Lago Escondido, que es fuente de agua dulce? ¿Qué carajo hace el emir de Qatar acá, en la naciente del Río Chubut?