Política y espectáculo, la receta de la distracción
por Federico Coguzza y Rafael Gómez
“Ya no es necesario que los fines justifiquen los medios. Ahora los medios, los medios masivos de comunicación justifican los fines de un sistema de poder que impone sus valores a escala planetaria. El Ministerio de Educación del gobierno mundial está en pocas manos. Nunca tantos habían sido incomunicados por tan pocos”, escribió hace casi 30 años Eduardo Galeano en su libro “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”, y la frase es presagio y presente al mismo tiempo.
En los 8 meses de gobierno de Javier Milei, un importante número de medios nacionales con un indispensable aporte de las redes sociales (que son una obsesión del actual presidente) han trastocado los escenarios de la comunicación política transformándola en un entretenimiento. Se trata de un circo mediático que, en lugar de informar, seduce y convierte en espectáculo hasta al mismísimo horror. La cortina de humo que fueron las promesas de campaña, los datos que jugaron y juegan con lo inverosímil, y cada una de las políticas regresivas implementadas hasta ahora tensan la tolerancia social. El Gobierno se sostiene a base de resiliencia y espectáculo.
Entre la realidad y el espectáculo
Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) afirma que en Argentina un millón y medio de pibes y pibas se van a dormir sin una de las cuatro comidas, y que si se incluyen a los adultos que viven en esos hogares la cifra alcanza los cuatro millones y medio de personas. Del informe se desprenden otros datos como, por ejemplo, el que señala que diez millones de chicas y chicos en la Argentina comen menos carne y lácteos en comparación al año pasado por falta de dinero. En 2015 con un salario mínimo podías comprar 480 litros de leche; en 2023 te alcanzaba para 260, y ahora para 123. Desde que asumió Milei el consumo de leche cayó a su mínimo histórico, peor que en la hiperinflación del 89/90. Además, se desprende del documento que las familias redujeron el consumo de verduras y frutas en un 58%; y lo que aumentó fue la ingesta de fideos y harinas en un 24%. Los ingresos de casi la mitad de los hogares con niños no alcanzan para cubrir gastos básicos de alimentación, salud y educación.
Mientras, de una investigación sobre el ex presidente Alberto Fernández por una causa de corrupción surge que Fernández ejerció violencia de género sobre su esposa Fabiola Yáñez. Algo que se presenta como una especie de “Guerra de los Roses” y se difunde con insistencia en los medios corporativos. No hay show que se monte sin protagonistas, y como si no hubiese sido suficiente con los desaciertos en su mandato, el ex mandatario aporta ahora un capítulo de vileza que por comparación fortalece a Milei, sirve de entretenimiento y tapa mediáticamente la pobreza generada por el Gobierno actual. Claro, todo dentro del espectáculo. Se sabe poco de la causa de corrupción que se le seguía a Fernández. Sin embargo, hemos podido ver las fotos de los moretones, producto de las agresiones, y escuchar a la ex primera dama contar su experiencia con Fernández. Y adentrarnos hasta el hartazgo por la insistencia mediática en las privadas e irrelevantes decisiones amorosas de la pareja.
Mientras, otro informe, en este caso de la Universidad Católica Argentina (UCA), sostiene que el 63% de los niños y niñas de nuestro país vive en situación de pobreza, y que un 16% vive en la indigencia. En los tres primeros meses de gestión del gobierno libertario la pobreza alcanzó el 55%, un 10% más que en el registro a fines del año pasado, cuatro millones y medio de personas más. Todo mientras el Gobierno se lleva lingotes de oro del Banco Central casi a escondidas, mientras celebra que en el último mes hubo un 4% de inflación. Un índice caprichoso, porque entre julio y agosto la luz aumentó un 570%.
Según un informe publicado por la Bolsa de Comercio de Rosario, el consumo de carne vacuna en Argentina llegó al nivel más bajo de 100 años. La proyección anual es que el consumo total de carne por habitante sea de 105,7 kilos. El promedio de la última década fue de 112,8 kilos. Y para 2024 se proyecta que el consumo promedio anual de carne por habitante sea de sólo 44,8 kilos. Una cifra que se ubica por debajo del piso histórico de consumo de carne por habitante, que fue en el año 1920 de sólo 46,9 kilos. Esta cifra también desmantela el cuento de la otrora Argentina potencia enriquecida y liberal de hace 100 años, difundido por Milei.
La Gran Ilusión
La realidad, compleja en su esencia, se frivoliza y simplifica e impide a las personas de a pie elaborar opiniones argumentadas y parciales. El matiz queda reducido a la nada ante las pulsiones emocionales pergeñadas en complicidad entre la política y los medios a la hora de decidir un voto, un candidato, una fuente de información. La ideología se banaliza y deviene en un producto televisivo listo para ser consumido por una sociedad cada vez más manipulada en su individualidad por los medios de comunicación corporativos y las redes sociales.
“La sociedad del espectáculo” es el título de un trabajo de filosofía publicado en 1967 por el situacionista y filósofo Guy Debord. Debord sostiene que en las sociedades marcadas por el modo de producción capitalista avanzado, el espectáculo es todo: es la forma en que nos vinculamos a través de las imágenes que se construyen desde los grandes medios de comunicación -hoy también desde las redes- y no a partir de la experiencia viva (en el encuentro indispensable con la realidad); es la forma en que consumimos y masticamos un combo de mercancías degradadas, y aceptamos una construcción artificial y dirigida del sentido del mundo como si fuese real.
“La vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Hasta lo vivido directamente se aparta en una representación”, escribió en el primer párrafo del ensayo el filósofo francés, y en el prólogo citó al filósofo y crítico de la religión Ludwig Feuerbach, quien en el prefacio de su libro “La esencia del cristianismo” afirma: «Y sin duda nuestro tiempo prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser. Lo que es “sagrado” para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado”.
El espectáculo cumple en la sociedad actual, sociedad de masas, la función que cumplía la religión en el pasado: reduce al individuo a la condición de espectador, pasivo en la política, en la producción, y activo en el consumo, en la aceptación del estado de cosas existente. En su libro “Sociedad Pantalla. Black Mirror y la tecnodependencia”, el filósofo Esteban Ierardo analiza distintos capítulos de esta serie distópica sobre el impacto de la tecnología en la vida doméstica. En el tercer capítulo de la segunda temporada titulado “El momento Waldo” el filósofo analiza la posibilidad de que un dibujo animado, una suerte de avatar, se convierta en candidato de la antipolítica: “Una criatura y creación de la sociedad del espectáculo que amenaza con hacer inútil la política tradicional (…) muestra el desencanto contemporáneo de la política”. Según Ierardo, la reducción de la política a la performance televisiva empobrece el capital político de la democracia real porque ‘el saber político’ hoy está vinculado con la mejor construcción de la imagen, con los montajes televisivos, y no en la profundización de los derechos políticos, económicos y sociales”.
¿El show debe continuar?
La información y el entretenimiento se funden al servicio del espectáculo actual. Un espectáculo que no tolera lo íntimo, ni tampoco lo secreto en sus protagonistas. La Guerra de los Roses, la separación violenta de Alberto y Fabiola, estalla y se prolonga en sucesos escabrosos entre el fuego mediático. Y surgen las bajezas, las fotos comprometidas, la rapacidad, los golpes, las ambiciones económicas, lo miserable. Esos dos personajes celebraron una fiesta hace unos pocos años en la Casa presidencial de Olivos, mientras la población rigurosamente aislada por orden de Alberto, separada de sus seres queridos, padecía una pandemia y morían 500 personas por día. El recuerdo de esa fiesta y del malogrado gobierno de Alberto avivan el espectáculo de la caída. Y además, están los fines políticos del Gobierno actual: distraer de los negociados, del ajuste al pueblo y la pobreza, y atacar al partido opositor a través de Alberto. El espectáculo se multiplica en las pantallas. Gracias a los medios corporativos y las redes que, como decía Eduardo Galeano, justifican los fines del Gobierno y generan esta comedia y otras durante semanas y meses. ¿Hasta cuándo soportaremos el show?