Relatos Indómitos
Servicio de escritura a domicilio en casa
por Marta García
-¿Me querés decir quién hizo todos esos cartelitos que dicen «ESCRIBO A DOMICILIO LO QUE SE TE OCURRA» desparramados por todo el barrio?… ¡Y QUE TIENEN TUUU LETRAAA… y NUESTRO teléfonooooo!
-Yo, má…es que tu letra no me salía…
-¡No me tomes el pelo!… vos no vas a parar hasta que nos echen del barrio por estafadores… ¡¡quéseso de que escribís a domicilio…!!
-Es para no ocuparte el comedor que siempre estás encerando y porque necesito más plata para el viaje de estudios…bué… se me ocurrió… voy a las casas a escribirles una redacción para el cole, una carta, un discurso, una despedida a alguien que se murió y que nadie quería y que por eso no les sale nada como la gente y…
-¡Pará por el amor de dios de decir tantas boludeces!… Mirá… te vas ya mismo a sacar esos carteles antes de que la cosa pase a mayores y tenga que explicarle a todo el mundo que no estás bien de la cabez…
Sonó el teléfono. Si estaba en la casa, atendía siempre ella porque era la que tenía la voz más estereofónica y amenazante para despachar al noviaje extrañau de tres hijas extrañas.
-¡Aah.. sí….cómo le va, doña Yocutca… justo le iba a avisar que ya va a ir mi hija a sacar esos cart… ¿perdón?.. ¿cómo dice?… ¡aah… !… a ver, espere… ya le pregunto…
Me miró como reconociéndome una cucharadita de genialidad emprendedora.
-¿A cuánto tenés un discurso de bienvenida a los nuevos socios del club…?, una carilla…
Y se encendió la mecha. Esa mañana fueron una llamada tras otra. Y otra. Y otra.
En mi barrio la gente no era de escribir ni la lista de las compras. Era de murguear en la calle por carnaval, por pascuas, por navidad, por cumpleaños, por aburrimiento, por la lluvia y por procesiones. Así que di en el clavo, había encontrado un nicho, una veta valiosísima como nunca jamás volví a encontrar en toda mi vida de quebrantos fiscales y facturaciones sin signos vitales.
-Mirá… no me gusta que andés callejeando tanto…, usá nomás el comedor de 16 a 18 hs, de lunes a jueves porque los viernes desinfecto el lugar.
Así fue cómo mi servicio de escritura a domicilio lo hice sin moverme de casa. Gané nuevas amistades dentro de la clientela. Me enteré de chismes amorosos que hasta hoy me entretienen, de conflictos familiares por la herencia de un Siam Di Tella en el patio del muerto que todavía estaba vivo y los escuchaba; de odios y rencores en el equipo de fútbol con el presidente del club porque les había comprado zapatillas de tenis; de la lista de quienes tenían cuotas atrasadas de la rifa y eran parientes de la vendedora. Me enteré de un barrio clandestino, nuestro Peyton Place de universo espejo. Hermoso.
Mi servicio incluía reserva absoluta. Con tal de no escribir una línea, confiaron a una adolescente inestable y fantasiosa barbaridades sin distinción de sexo, credo ideologías, calles, clubes de fútbol o rubros comerciales.
Mamá tenía una ortografía impecable. Así que le daba los escritos para que los corrigiera. La felicidad marcó a fuego su cara y la sacó de su zona de confort de hecatombe con sobrepeso. Ambas teníamos en común una gran inclinación existencialista por los chismes.
Le daba el 30% de los aranceles por el uso del local encerado.
-No, querida, no me tenés que dar nada porq….eeeh…. ahora que lo pienso me parece que te lo voy a aceptar… estoy gastando un dineral en la desinfección de los viernes.
La mayor parte del tiempo ella se preguntaba el porqué me había traído al mundo y yo le respondía con más motivos para no haberme traído. Pero ese año, a pesar de nuestras diferencias, logramos una fusión empresarial exitosa.
Y si bien seguíamos sin digerir nuestro parentesco, nos amábamos tanto como emprendedoras que hasta llegamos a abrazarnos.
Yo me fui de viaje de estudios con dinero extra que patiné con mis compañeras en chocolates y petacas de whisky. Y mamá compró un cargamento de ceras Johnson de tal magnitud que muchos envases sin usar la sobrevivieron.
(Nunca permitas que te digan que tus emprendimientos no van a funcionar… eso ya lo sabés).
Texto del «Diario de una mitómana… de verdad» (que aparecerá en cualquier momento).
Marta García o Marta Drooker es licenciada en Letras en la UNC, escritora y editora en el Grupo Editor 7. Una invitación al trabajo colectivo y participativo que reconoce el derecho colectivo de les autores sobre sus obras y las regalías que le corresponden.