Relatos Indómitos
Suspendidas
por Marta García
De un día para otro, una de nuestras vecinas dejó de pisar el suelo. Flotaba feliz sin helio. Como cuando volvíamos con el changuito del super lleno de ofertas.
Nunca la molestamos con preguntas indiscretas sobre su nueva condición y ella dejó de enojarse por el poco alumbrado público y la cantidad de baches que había en nuestra calle. Cada quien hacía sus vidas desentendiéndose del deterioro comunal.
Solo teníamos curiosidad por saber cómo podía flotar sin helio y sin ofertas. Y ella se preguntaba cómo podíamos sobrevivir con tanta carga atmosférica en nuestras espaldas.
Un día se enojó con las hormigas porque le habían comido las papas fritas y advertimos que por ese enojo se había elevado unos centímetros más sobre la distancia habitual entre el suelo y sus pies. Su cambio personal sobre el nivel del mar la enojó aún más y siguió ganando altura.
Cuando llegó al nivel del techo de su casa, decidimos involucrarnos y la enlazamos de un pie con una cuerda. No logramos detenerla y siguió elevándose. En ningún momento la abandonamos a su suerte. No la soltamos y nos elevamos con ella hasta que nuestro barrio se convirtió en un plano catastral, después en el mapa de América del Sur y finalmente en el planeta Tierra.
De vez en cuando entra algún satélite en el campo de nuestra radiación electromagnética con noticias de la Tierra y ella se pregunta por qué la acompañamos hasta este mar de gas hidrógeno… por qué no la soltamos.
-Porque nos cansamos de flotar por un changuito lleno de ofertas.