Relatos Indómitos
Volar como piedra
por Marta García
Soñé que me regalaba un frasco lleno de piedritas planas. Pensé que eran caramelos de azúcar quemada. Ella me leyó la mente: «Son piedras. Si te las comés te morís». Para que no me leyera el cerebro, pensé con el corazón que era una pena tenerlas encerradas en un frasco. Pero su mirada fractal leía todas mis vísceras: «Vamos a liberarlas en el río».
Nos tomamos de las manos descubriendo que teníamos piel con sentimientos. Y nos fuimos con las piedras a hacer sapito. «Yo también te quiero mucho». También me leía la piel.
Su nombre rupestre era Gloria. Nos cuidaba las siestas. Hacíamos sapito en cualquier río que se nos cruzara. Ella, 16 años. Nosotras, muy chiquitas para ganarle en los rebotes.
Nos porfiaba que una vez lanzó una piedrita en un río de las sierras chicas y que rebotó hasta el cielo y de allí se la trajo su mamá, la que se había muerto hacía un montón.
Un 29 de mayo se fue a tirar piedras a las vidrieras de Xerox con su hermana sublevada. Nosotras no fuimos porque mamá vio a Sergio Villarroel en el noticiero en medio de una lluvia de piedras que venían de la universidad y de las fábricas.
-Máaaa….vamos allá a tirar piedritas para hacer sapito…
– Ma qué sapito, querida… ¿en el pavimento?… aparte, mirá… mirá… ¿no ves cómo está Villarroel… otra que piedras… ¡son bombas!
Un día dejó de cuidarnos y las siestas se quedaron sin Gloria. Después vino el 24 de marzo y la lanzaron desde el cielo al mar. Como una piedra. Sin hacer sapito.
Revolviendo otras siestas, encontré una piedra de aquel frasco en la caja de las cosas que olvidamos. Fui al río a ver si por una vez en la vida lograba hacer sapito. Y lo logré.
Rebotó tanto que llegó hasta el dique. Y la perdí de vista. Como si hubiera levantado vuelo.
Me desperté del sueño liberada. Sin Gloria. Pero también sin pena.
Y la caja quedó con un olvido menos esperando que en el próximo sueño el mar nos la devuelva y nos traiga la piedra.