Restorán Lalo de Buenos Aires: «Trabajar no es ningún delito»
Viernes 30 de mayo de 2014. Los trabajadores del restorán Lalo de Buenos Aires reabren las puertas y comienzan a autogestionarlo. El local se llena. Los clientes festejan con los mozos. Esa noche hubo 150 cubiertos.
En apenas un mes, trece trabajadores cambiaron la historia del este conocido restorán. Y cambiaron su propia historia. Hijo de un desprendimiento societario, cuyos orígenes se remontan a la legendaria fonda de Bachín (1) -que Horacio Ferrer inmortalizara en el tango “Chiquilín de Bachín”-, Lalo de Buenos Aires abrió sus puertas en la calle Montevideo 355 en los agitados días de 2002. Las paredes rojas, las fotos históricas, y el contraste de la madera le imprimieron un aire seductor. Pero no fue la decoración lo que atrajo su clientela, sino la calidad gastronómica y el buen servicio. Artistas, actrices, actores, políticos, abogados, tomaron como rutina anclar en las mesas de Lalo. Nada parecía indicar que una tormenta crecía en su interior.
El 24 de abril, los trabajadores de Lalo de Buenos Aires se atrincheran en el local. Lo hacen en defensa de su fuente laboral. Denuncian el vaciamiento del comercio y reclaman cuatro meses de salarios adeudados, vacaciones y cinco años de aportes previsionales. Saben que existe una orden de desalojo del inmueble por alquileres impagos. Deciden permanecer y resistir.
El titular del fondo de comercio, Juan Eduardo Costa González, demanda a los trabajadores por usurpación. Una custodia policial se instala en la puerta del local. Nadie puede entrar, nadie puede salir. Vecinos, artistas, legisladores y empresas recuperadas organizan un festival solidario en la vereda. Logran frenar transitoriamente el desalojo. Los trabajadores entienden que no hay vuelta atrás. Deciden conformar una cooperativa de trabajo, negociar con los dueños del inmueble un nuevo contrato de alquiler, y autogestionar el lugar. Saben que es sustentable. Inician una causa judicial por defraudación contra Juan Eduardo Costa González, contra la sociedad que administra el fondo de comercio y su contador. Se retira la custodia policial y los trabajadores deciden abrir las puertas del restorán. Hasta que lleguen a un acuerdo con los propietarios del inmueble, abonarán un alquiler que marca el mercado mediante depósito judicial.
“Nosotros vamos a seguir trabajando, porque trabajar no es ningún delito. Mientras tanto depositamos el alquiler”, dice Roberto Sigona, mozo desde hace más de 40 años y miembro de la flamante cooperativa de trabajo. Es domingo, Sigona dialoga con Periódico VAS mientras prepara las mesas de la noche. Está exultante por el cambio. Trabajó en Bachín desde 1970 hasta 1983, luego en Chiquilín, y está en Lalo desde su inauguración. Dice que para reabrir compraron vinos, carne y mercadería, “pagamos todo de contado, porque no queremos deberle nada a nadie”, dice, y calcula que el sábado por la noche hicieron 200 cubiertos. Roberto Sigona detalla los planes a futuro: fabricar ellos mismos el pan, comprar una camionetita para ir todas las mañanas al Mercado Central, “donde la bolsa de la papa cuesta diez mil veces menos”, llenar las estanterías de botellas de vino. Y, si es necesario, conseguir un nuevo local donde mudar el emprendimiento. Mientras tanto, Pepe, mozo desde hace 30 años, posa para la foto detrás del mostrador. En el salón, el pianista del hotel Bauen -otra empresa recuperada por sus trabajadores-, afina el piano.
Entran los primeros comensales de la noche del domingo. Una pareja de actores que, antes de escoger mesa, felicitan a Roberto por el emprendimiento. Los atiende cordialmente Pepe. No hay duda de que una nueva historia se cuece en este nuevo Lalo, que ya no es más de Lalo sino de sus trabajadores.
24 de junio de 2014. Por tercera vez, la Policía Metropolitana se apresta a desalojar a los trabajadores de Lalo. Hay una orden judicial fechada para la madrugada del miércoles 25. El abogado de los trabajadores, Hernán Bianchi, explica que «la situación legal es complicada porque hay un fallo firme desde hace un año contra la sociedad que administraba el local, pero los trabajadores están dispuestos a defender su fuente de ingresos familiares».
Carros hidrantes, decenas de uniformados se apuestan en las inmediaciones. Los trabajadores convocan a la sociedad: vecinos, trabajadores de otras empresas recuperadas, legisladores de la Ciudad, diputados nacionales, personalidades de la cultura y de los Derechos Humanos se atrincheran en el lugar para evitar que su desalojo. En pocas horas el local se ve desbordado. La policía no tiene paso.
La orden de desalojo se suspende y el mandamiento vuelve al juzgado. Las gestiones realizadas por los legisladores porteños Paula Penacca y José Cruz Campagnoli, el diputado nacional Pedro Pietagralla y el diputado provincial Miguel Funes, logran frenar el desalojo. Pero la amenaza sigue en pie. Y, en este clima de incertidumbre, la cooperativa Lalo de Buenos Aires continua trabajando.
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(1). Bachín abrió sus puertas en 1927 en la vereda Este de Rodríguez Peña, entre avenida Corrientes y Sarmiento. Era un local con muebles dispares entre la calle y una feria, una verdadera fonda con manteles de papel y vasos de vidrio. Tuvo éxito por la abundancia de sus platos y por ser económico. Periodistas, artistas y políticos en ciernes eran los habitués. También las parejas jóvenes, y los chiquilines vendedores de flores.
Bachín cerró en 1983 cuando comenzó la construcción del Paseo de La Plaza y se demolió la feria. Sus propietarios eran tres genoveses: Bachín, Pepe y Agustín. Ellos fundaron Chiquilín de Bachín, que se emplaza actualmente en la esquina de Sarmiento y Paraná. Y Eduardo González Costa, fue un mozo que dio el braguetazo, se casó con la hija de Pepe, heredera de casi el 50% de la sociedad.
Fotos: Télam / Periódico VAS
Estimados amigos
Somos una operadora de turismo de la ciudad de Curitiba/Brazil y tenemos um grupo de 45 personas que visitará Buenos Aires em Marzo/2016.
Gostaríamos de saber se pueden atender nuestro grupo y cual el menu que podria ofrecernos.
Aguardamos la contestación.
Saludos cordiales,
Paulo Cesar de Oliveira
Anthurium Turismo
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