Roberto Arlt, de oficio grabador

por Federico Coguzza

La lámina metálica es barnizada o cubierta con cera resistente a los ácidos. Un grabador, estilete de punta cónica muy afilada en mano, dibuja sobre ella. La lámina es sumergida en una solución de agua y ácido nítrico que la corroe. Se retira el barniz, y la plancha ya está lista para el proceso de estampado. Luego vendrán el papel, la tinta y la prensa. Esta modalidad de grabado, cuyo origen se debate entre Alemania e Italia, lleva el nombre de Aguafuerte. Aguafuerte también se llama la solución en la que la placa de metal es sumergida para que se corroa y así se pueda ver plasmada la obra del grabador.
“Aguafuertes Porteñas” fue uno de los títulos, quizás el más célebre y recordado, de las columnas que escribió Roberto Arlt en el diario El Mundo entre el 5 de agosto de 1928 y el 26 de julio de 1942, el día de su muerte. Fue al día siguiente, en realidad, que se publicó su última nota titulada “El paisaje de las nubes”. Durante ese tiempo, Roberto Arlt con sus dedos golpeando la “Underwood”, y como el grabador sobre la placa metálica, plasmó con lucidez una época, una forma de vivir en sociedad y en la ciudad. Las costumbres de los hombres y las mujeres en la calle, donde todo se corroe y queda al descubierto.
De la redacción a la calle
En la Introducción al libro “Aguafuertes Porteñas. Buenos Aires, vida cotidiana” de editorial Losada cuya primera edición se publicó en junio del 2000, la investigadora y docente universitaria Sylvia Saítta escribe: “Arlt se lanza a descubrir diariamente a Buenos Aires, un escenario urbano ante el cual es posible erigirse en observador de los grandes cambios tanto edilicios como sociales que conmocionan a los habitantes porteños. Arlt se desplaza por las calles y barrios y es este caminar constante lo que desencadena la narración. A diferencia del viejo periodista que escribía sus notas encerrado en la redacción, Arlt es el repórter moderno que debe salir a la calle como paso previo a su escritura”.
Arlt no deja rincón de la ciudad por recorrer y describir. Pero son las calles del centro de la urbe las que ocupan un rol protagónico en sus relatos. La redacción del diario Crítica, en el que escribió columnas policiales durante 1927 luego de publicar El juguete rabioso, estaba ubicada en Av. de Mayo al 1300, mientras que la redacción del diario El Mundo ocupaba parte del edificio ubicado en Maipú 555, donde hoy funciona Radio Nacional.
Sin embargo, si hay un epicentro en las notas de Arlt, ese es la calle Corrientes. Ahí “una humanidad única, cosmopolita y extraña se da la mano a este único desaguadero que tiene la ciudad para su belleza y alegría. Porque basta entrar a esta calle para sentir que la vida es otra y más fuerte y más animada. La verdadera calle Corrientes comienza para nosotros en Callao y termina en Esmeralda. Es el cogollo porteño, el corazón de la urbe. La verdadera calle. La calle en la que sueñan los porteños que se encuentran en provincias. La calle que arranca un suspiro en los desterrados de la ciudad. La calle que se quiere, que se quiere de verdad. La calle que es linda de recorrer de punta a punta porque es calle de vagancia, de atorrantismo, de olvido, de alegría, de placer”, escribió en su columna del 25 de junio del 28´ titulada “El espíritu de la calle Corrientes no cambiará con el ensanche”.
Bajo la mirada cínica y crítica de Arlt, la calle Corrientes es una versión moderna del carnaval de la Edad Media: en ella las distinciones sociales, económicas y de clase se esfuman. Es la calle donde yiran los que el centro ha comenzado a expulsar hacia la periferia, donde conviven “vigilantes, canillitas, “fiocas”, actrices, porteros de teatros, mensajeros, revendedores, secretarios de compañías, cómicos, poetas, ladrones, hombres de negocios innombrables, autores, vagabundas, críticos teatrales, damas del medio mundo”.
Ahí donde el lunfardo fluye. “El único lenguaje que Arlt puede acreditar”, según Piglia “porque al escribir Arlt actúa como un traductor del lunfardo, el idioma del delito, al idioma de la literatura”.

El idioma de los argentinos
Si la calle Corrientes, en la obra de Arlt es terreno fértil para el entrecruzamiento de la cultura del centro y las culturas marginales, Florida es la “calle más despersonalizada que tiene Buenos Aires”. Mientras en una caminan los desdichados, los miserables, los soñadores, en la otra se pasean bien vestidos “subtenientes y coroneles que salen del Circulo con sus mocitos patilludos y las damiselas que cotorrean”, lo que la transforma “en el escaparate vivo del lujo, de las mujeres que cuestan mucho”. En Corrientes el lunfardo fluye, en Florida se “habla bien”.
Una de las aguafuertes más recordada de Roberto Arlt es la que lleva por nombre El idioma de los argentinos. Allí el periodista le contesta al Decano de la Universidad de Buenos Aires, Monner Sans que en una entrevista con el diario El Mercurio de Chile afirmó: “En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defiende a la Academia ni a su gramática. El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos. La moda del gauchesco pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el lunfardo, léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos”.
Apelando a una de sus pasiones, el boxeo, Arlt le responde de la siguiente manera: “Querido señor Monner Sans: La gramática se parece mucho al boxeo. Yo se lo explicaré: Cuando un señor sin condiciones estudia boxeo, lo único que hace es repetir los golpes que le enseña el profesor. Cuando otro señor estudia boxeo, y tiene condiciones y hace una pelea magnífica, los críticos del pugilismo exclaman: “¡Este hombre saca golpes de todos los ángulos!”. Es decir, que, como es inteligente, se le escapa por una tangente a la escolástica gramatical del boxeo. De más está decir que éste que se escapa de la gramática del boxeo, con sus golpes de “todos los ángulos”, le rompe el alma al otro, y de allí que ya haga camino esa frase nuestra de “boxeo europeo o de salón”, es decir, un boxeo que sirve perfectamente para exhibiciones, pero para pelear no sirve absolutamente nada, al menos frente a nuestros muchachos antigramaticalmente boxeadores”.

Entre Boedo y Florida
¿Para qué sirve la literatura? ¿Qué rol deben cumplir los escritores en la sociedad? Son algunas de las preguntas que por esos años también enfrentaron a las plumas más importantes del periodismo y la literatura de nuestro país. Por un lado, el Grupo Boedo, vinculado a la revista Claridad. Un ejemplar quincenal donde el arte se pensaba desde una mirada que ponía el foco en las preocupaciones sociales y los trabajadores. Por el otro, el Grupo Florida, donde las discusiones se centraban en la literatura y las vanguardias del siglo XX y se plasmaban en la revista Martín Fierro.
Los nombres más referenciados y que participaban con más frecuencia en las publicaciones del Grupo de Boedo eran: Roberto Arlt, Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo, Roberto Mariani, Antonio Zamora Leónidas Barletta y Abraham Vigo. Mientras que en el Grupo Florida se encontraban: Jorge Luis Borges, Norah Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Leopoldo Marechal, Xul Solar o Norah Lange, entre otros.
Los debates entre Boedo y Florida tuvieron lugar en la década del 20´. El inicio de la denominada “Década Infame”, caracterizada por una profunda crisis económica y moral posterior al golpe del 30´ encontró en Arlt un fiel grabador. Nuevamente, o como siempre, Arlt decide poner blanco sobre negro, hundir sus dedos en el “Underwood” y dejar constancia de las desigualdades de una ciudad cada vez más violenta y hostil.
“¡Corrientes, por la noche! Mientras las otras calles honestas duermen para despertarse a las seis de la mañana, Corrientes, la calle vagabunda, enciende a las siete de la tarde todos sus letreros luminosos y, enguirnaldada de rectángulos verdes, rojos y azules, lanza a las murallas blancas sus reflejos de azul de metileno, sus amarillos de ácido pícrico, como el glorioso desafío de un pirotécnico”, escribió Arlt el 26 de marzo de 1929.
Si el aguafuerte es una modalidad de grabado. Roberto Arlt, oficio de grabador.

 

 

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