¿Roca: prócer argentino o héroe de clase?

por Marcelo Valko

“El poder tiene pánico en recordar; por eso reelabora un pasado acorde a su presente para que todo siga igual en el futuro y que nada cambie”. Esa es la hipótesis bien concreta que planteo en “Fui Roca: un bronce herido de muerte”. Por eso no es casualidad que el gobierno de Milei elija como su “héroe” a Julio Roca, de quien la historia oficial cuenta que fue el Organizador de Argentina, casualmente el mismo que escogió Videla & Cía. al denominar a su régimen dictatorial Proceso de Re-Organización Nacional. Milei asegura que en tiempos de Roca, cuando el ganado engordaba solito y el trigo brillaba al sol como en un perfecto cuento de hadas, el país estaba ubicado en los primeros puestos del mundo. Es bueno preguntarse: ¿el podio lo ocupaba el país o un pequeño grupo beneficiado por las andanzas del general? Las cosas son como son y no como a algunos les gustaría que fueran. Roca no es un prócer argentino sino un héroe de clase, algo muy diferente. Sin duda, la oligarquía del campo, mal disfrazada de alcurnia, toda “gente de bien” estaba en el primer mundo, como señala Milei; en cambio, los obreros que en Buenos Aires o Rosario luchaban por reducir la jornada laboral de 14 horas les aplicaban la Ley de Residencia si era extranjero o la Ley de Defensa Social a los criollos. Es decir, el 99% del país no estaba en el Primer Mundo… La Rebelión de las Escobas data de 1910 y el Grito de Alcorta “no arar, no sembrar” es de 1912. En esa Argentina del Centenario donde unos pocos tenían la vaca atada, la mayoría corría la coneja. En peor situación estaban los indígenas que buscaban romper la invisibilidad y dejar de ser siervos de la gleba. Hoy, los retrocesos socioeconómicos son alarmantes. Cito apenas uno que tiene que ver con aquella Argentina mítica, el país del trigo y las vaquitas. Actualmente el consumo de carne per cápita es el más bajo de los últimos 110 años y con los derivados de harina pasa otro tanto. Julio Roca y Jorge Videla gobernaron para beneficiar a un grupo, a un sector, y hoy la historia vuelve a repetirse sin que millones de argentinos adviertan lo que esconde ese perverso espejismo.
El presidente nos tiene acostumbrados a comportamientos y declaraciones que más que insólitas rozan lo anormal; no en vano hace muy poco la revista Time que lo saca en tapa lo denomina: “el jefe de Estado más excéntrico del mundo”, una definición que no es precisamente un elogio. Ya nos acostumbró a motosierras, ataques furibundos al periodismo, inventos de enemigos insólitos como cuando se enfocó en una cantante pop, asegurar que recibe consejos económicos de su perro muerto, embestir contra Brasil, China, España y ahora “los colonialistas europeos” en una escalada que asombra a propios y extraños. Es evidente que la nueva “casta libertaria” habita una irrealidad tan asombrosa que roza lo psiquiátrico, donde abundan autoelogios como cuando el presiente afirma muy suelto de lengua que él es nada menos que el segundo líder mundial…
Retomando el inicio de esta nota, la historia es una llave maestra para salir de este pantano y los que tienen acceso a esa llave en primer lugar son los docentes. Ellos tienen la posibilidad de abrir o cerrar la puerta a un nuevo paradigma, a una realidad de futuro abierto, plural, fraterno y diverso o estancarse en un presente disociado y falso. Concebimos a la educación como una manera cierta de intervenir en el mundo y hacerlo con éxito. Modificar la realidad es una posibilidad cierta. La otra opción es permanecer en el naufragio del status quo al que nos llevó aquella elite que se benefició con Roca, Videla y ahora Milei. Es lento, pero viene…

Foto: Seba Díaz.

 

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