
¿Santos inocentes?
por Marcelo Valko
MIENTRAS AGUARDAMOS QUE REINSTALEN EL MONUMENTO A BAYER, comparto un recuerdo. Durante los años que junto a Osvaldo compartí charlas, cenas, viajes y conferencias, siempre me divertí en su compañía. Algunas personas se sorprenden cuando les comento acerca de su gran sentido del humor; muchos de esos episodios los volqué en “Anecdotario: Viajes hacia Osvaldo Bayer” publicado por Sudestada. La foto que acompaña este recuerdo tiene más de diez años largos y pertenece a uno de esos viajes a localidades del interior para dar esas conferencias a dúo de las que siento mucha nostalgia. Este caso fue en Saladillo. Al día siguiente, antes de regresar a Buenos Aires, fuimos a visitar a la poeta Susana Soba, una figura muy reconocida en la ciudad. El marido, el pintor Norberto Parrondo, había armado con los años un pequeño museo de arte sacro, realmente notable y bello; de hecho, lo había convertido en un Centro Cultural al que bautizó “La Casa de al lado”. Era un especialista en el tema. La mayor parte de las piezas provenía de capillas en desuso de antiguas estancias que se fraccionaban. Poseía sagrarios, cálices, algún retablo e incluso varias tallas de santos. Ya no recuerdo exactamente cómo se dieron las cosas, pero mientras ambos recorríamos las habitaciones admirando las piezas, para asombro de quienes nos acompañaban, decidimos aprovechar ese contexto y hacer una representación, armar una especie de postal que difícilmente llegaría a venderse en alguna sacristía. Él hizo del Papa Ratzinger, que había asumido hace poco, de pie y en posición de rezar, y yo de rodillas como un devoto y disciplinado monaguillo alzando un delicado custodio. La foto juguetona que ilustra el episodio es elocuente. De ninguna manera queríamos ofender a nadie, y menos a nuestro anfitrión; de hecho, la imagen la toma el dueño de casa, encantado ante la ocurrencia. Osvaldo siempre demostró esa hermosa jovialidad que lo mantenía en permanente movimiento. Es lento, pero viene…