Teatro comunitario: diversidad y complemento
por Maia Kiszkiewicz
Cada espacio de acción es diferente. Las dinámicas varían dependiendo de las personas, los vínculos y las necesidades de cada momento. Aún cuando hay puntos en común, no existen dos grupos iguales. Parte de esta definición es la que se viene gestando en torno al tejido de teatros comunitarios. Un entramado colectivo que se potencia al conformar la Red de Teatro Comunitario, un espacio en el que prima la comunicación en busca de complementar acciones entendiendo la diversidad de composición y posibilidades. “Para nosotros, un logro es de todos. Cuando a alguien le salen las cosas bien, festejamos. Cuando algo sale mal, colaboramos”, dice Liliana Vázquez, coordinadora y parte de Los Villurqueros, actriz y psicóloga social. “La fortaleza que uno tiene al trabajar en red es maravillosa. Todo se potencia al hacer con otros”, agrega Nora Mouriño, integrante del Grupo de Teatro Catalinas Sur.
Los Villurqueros surge entre finales de 2001 y principios de 2002 y quienes conforman el grupo consideran que el teatro comunitario sirve para juntarse y repensar. “Es un movimiento de arte transformador a través de la escena, del teatro. Creemos que todos somos creadores y podemos pertenecer a este espacio colectivo, comunitario, en el que la gente deja de ser espectadora y se pone el overol del arte”, dice Liliana y parte de este hacer con la comunidad se refleja en el reconocimiento que logran. “El barrio nos protege mucho. Exigen que Los Villurqueros esté presente. Nos aprecian por las cosas que contamos y por nuestro trabajo de investigación teatral e histórica. Tenemos dos obras que fueron declaradas de interés cultural: Avanti La Villurca, que habla de la fábrica más importante de América del sur, que después cerró, y Grafa, otra fábrica, que cerró en los 90. Entonces, no hay quién no tenga memoria sobre lo que fue Grafa, por ejemplo. Con esa obra, llenamos. Tuvieron que habilitar los palcos del tercer piso del Centro Cultural 25 de Mayo, algo que nunca había sucedido. Y el teatro nos respeta mucho, los coordinadores, los directores que van pasando no pueden obviar esto”, explica Liliana.
La sociedad tiene su historia. El grupo, también. Y eso se entrelaza en acciones. Los Villurqueros fue, en su inicio, parte de la recuperación del Centro Cultural 25 de mayo, ubicado en Avenida Triunvirato 4444. Por eso, habitar el lugar de forma constante es prioridad y quienes le ponen el cuerpo a la práctica tienen el título de artistas residentes. “Siempre proponemos alguna forma de intervención, dónde sea, cómo sea. En la puerta del teatro, la terraza. Las meriendas inclusivas son ejemplo de eso”, cuenta Liliana. Y es que, con la necesidad de juntarse de manera virtual, desde el teatro consultaron si Los Villurqueros quería ser parte de meriendas para la tercera edad. Pero Liliana hizo una contraoferta. “Sabía que el grupo de tercera edad lo podía coordinar otra persona y nosotros teníamos ganas de trabajar con discapacidad. Me preocupaban esas personas que quedaban sin escolaridad. Nos dijeron que sí, que hagamos una prueba de un mes. El resultado fue de una gran cantidad de inscriptos. Empezaron a anotarse desde distintos puntos del país. Después, decidieron extenderlo hasta las vacaciones de invierno. Pasó ese momento, los chicos estaban enganchados y lo que iba a ser un mes, aún sigue. Ahora nos vamos a encontrar por primera vez y queremos hacer un grupo de teatro. Estamos en eso. Se creó algo hermoso, fuerte, muy creativo. Y es una alegría inmensa que nos dio mucha fortaleza”, dice Liliana.
Para Los Villurqueros este tiempo fue difícil, la virtualidad y dos pérdidas se convirtieron en un combo fuerte. En medio de eso, la contención fue fundamental. “Lo más importante que tenemos los comunitarios es el abrazo. Siempre nos reunimos en una rueda ante un fogón imaginario y contamos qué nos pasa, qué queremos modificar, qué nos atraviesa. Hace un año y medio que tuvimos que aprender a transmitir desde nuestras casas todo lo que teníamos y sentíamos, a abrazarnos virtualmente. No solo reponer heridas, sanar, sino que atender, también, a nuevos proyectos. Cuidándonos, pero no aislados. Seguíamos comunicados”, define la artista y cuenta que tres personas del grupo tomaron la decisión de hacer un audiovisual que piensan presentar para los 20 años de Los Villurqueros.
Otra actividad que continuó, aunque modificada, fue La caja viajera, proyecto que se relaciona con en el Hospital Tornú. “Somos padrinos de la juegoteca, que ahora es móvil. También trabajamos en pediatría y en el área programática. Ahora vamos a dónde podemos, generamos encuentros virtuales y no virtuales. Con La caja viajera pudimos llegar a la sala de internación, a través de los médicos y las enfermeras, con materiales para jugar y pensar que pueden abrir un panorama creativo tanto a la niñez en situación de internación como a la familia”. Para festejar los 134 años del barrio, el 2 de octubre, la primera salida de Los Villurqueros hará presente La caja viajera en la plaza en busca de compartir actividades en comunidad. Además, para noviembre están preparando el reestreno de De Clú en Clú.
Por su parte, el Grupo de Teatro Catalinas Sur habita el Galpón de Catalinas, ubicado en Benito Pérez Galdós 93, La Boca, y volvió a las funciones presenciales con capacidad reducida. Para este equipo, el teatro es comunicación. “Es de la comunidad, para la comunidad”, define Nora y ejemplifica con acciones. Porque, afirma, el inicio de la utopía fue en la plaza, en el año 1983, cuando un grupo de personas decidieron dejar de ser espectadores en un momento en el que el tejido social estaba destrozado luego de la dictadura, recuperar el espacio público y el encuentro. “Parte de esa utopía, que se modifica con el tiempo, tiene que ver con que un grupo de vecinos tenga un teatro que recibe más de 500 personas durante todo el año, que hace talleres para niños, adolescentes, adultos, de música, que formó una orquesta, que tiene un grupo de títeres. Que hoy nuestros hijos por hacer el espectáculo emblemático, Venimos de muy lejos, que los nietos de los fundadores vengan al taller de niños. Todo eso habla de una manera distinta de construir. Nuestros hijos, que han sido parte de este espacio desde las panzas, hoy lo viven como propio y tienen una manera de ver el mundo un poco menos individualista. Ahí está la transformación”, dice Nora y destaca la importancia de construir de forma comunitaria para entender que nadie se salva solo.
Al Grupo de Teatro Catalinas Sur lo potencia la diversidad y, en la acción, la actividad creativa se vuelve lugar de pertenencia. “La intergeneracionalidad, la diferencia, el trato con pares, el enriquecimiento con el otro. Nos une el hacer, contar una historia. La gente encuentra en este espacio familia, amigos, pareja. Y, en eso, el encuentro es fundamental”. Los diferentes sectores de la cultura resultaron afectados por la pandemia, pero el teatro comunitario tiene una situación particular por la necesidad de agruparse y, también, porque trabajan con gente de en este tiempo fue considerada de riesgo. “Fue duro, pero resistimos porque nos amuchamos. Porque cuando las cosas duelen, uno se junta. Hicimos varietes culturales y nos seguimos encontrando. El 25 de noviembre vamos a estrenar Venimos de muy lejos. Estamos ensayando con barbijo y lo vamos a hacer al aire libre”, celebra Nora y desea que espacios como el Grupo de Catalinas sigan resistiendo.
“En 2023 cumplimos 40 años, que para un grupo de vecinos es un montón —dice Nora—. Ojalá siga creciendo, que las personas se encuentren en muchos barrios para contar historias. Que haya grupos de teatro comunitario en cada lugar, en cada rincón”. “Y que sigamos trabajando en libertad —agrega Liliana —, eso es lo más preciado que se puede pedir”. Porque, para crear, narrar y producir desde la diversidad es imperante que exista la expresión y la escucha. Algo que grupos como Catalinas Sur o Los Villurqueros ponen en práctica mientras construyen una forma comunitaria para contar y ser parte de la historia.