Teatro comunitario: Redes y sostén

por Maia Kiszkiewicz

Barracas y Villa Crespo

Las definiciones y experiencias del teatro comunitario se construyen en cada barrio según las necesidades de expresión de quienes lo habitan. Por eso, el recorrido comenzado el mes pasado necesita continuar en busca de ampliar y visibilizar la diversidad. “La forma de construir del teatro comunitario es una oportunidad para que vecinos y vecinas del barrio sean protagonistas del hecho cultural y no solamente consumidores”, cuenta Mariana Brodiano, co-directora, junto a Néstor López, del audiovisual “Barracas: un barrio en experimento social” y parte del Circuito Cultural Barracas. “La base es que la comunidad tiene derecho al arte, cosas que contar y saberes que, condensados por una mirada del equipo de dirección, puede volverse un material artístico comunitario”, dice Edith Scher, directora de Matemurga, y agrega que la identidad de esta forma de construir tiene que ver con la inclusión.

Matemurga. Zumba la risa. Foto: Agustín Manoukian

Matemurga comenzó su historia en 2002 y actualmente tiene su espacio, La Matería, en Villa Crespo. “Lo que hacemos es transformador. El juego, cantar, ser parte de la realización de una escenografía, imaginar en conjunto, generar ficción, sentirse parte, amalgamar historias con otres, generar un mundo. Escribir, crear. Poner el cuerpo en toda esa práctica. Eso es lo que transforma”, explica Edith.
Matemurga tiene una actividad constante desde hace 19 años y, a raíz de la pandemia, en el último tiempo las reuniones y producciones continuaron por Zoom. Quienes componen el grupo generaron canciones, piezas de títeres y cada persona que quiso escribió lo que consideraba su mejor historia junto a Matemurga, material que planean convertir en un libro para publicar entre fin de este año y principio del que viene.

Matermurga. Herido Barrio. Foto: Julio Locatelli

“Después de mucho tiempo, el 24 de marzo nos encontramos en la cuadra de nuestra sede, con distancia, para hacer una canción alusiva a la fecha. Fue una actividad breve. Después, el 10 de julio, por primera vez nos juntamos a cantar en la plaza y fue extraño. Estaba la emoción de volver a vivir algo central para nuestra práctica y, al mismo tiempo, la sensación de no habernos ido nunca”, dice Edith y agrega que no se puede negar que el cuerpo recuerda y que hay consecuencias. Para cada persona y para la sociedad. Algo pasó, está pasando. “El sector cultural, en general, está en emergencia. Pero el teatro comunitario tiene una situación particular porque no puede hacerse con 3 o 4 personas. Hay una serie de cuestiones que devienen de la práctica artística comunitaria y tienen que ver con empoderar a una comunidad que establece vínculos y conoce su derecho a la ficción. Eso se ve muy obstaculizado por la no proximidad de los cuerpos”, define la directora.

Hasta que empezó la cuarentena, Matemurga ensayaba en La Matería, ubicada en Tres Arroyos 555, espacio que alquilan y al que ahora no pueden asistir. “No lo habitamos, lo sostenemos. Al igual que los honorarios de las personas que trabajan para que el proyecto no desaparezca. Abonamos al futuro con subsidios, compañeres que donan sus sueldos y con lo poco autogestivo que pudimos realizar en este tiempo sin la posibilidad de hacer funciones, pasar la gorra y con pocas oportunidades para vender nuestros libros y discos”, explica Edith y cuenta, en torno a los subsidios, que hubo logros conseguidos gracias a la articulación de la Red de Teatro Comunitario. En ese sentido, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C.A.B.A.) se logró la ampliación de la ley de Proteatro, que ya existía para el teatro independiente pero que ahora incluye al comunitario.

“Todos los años, los grupos de C.A.B.A recibimos un subsidio. De todas maneras, para obtenerlo hay que fundamentar y rendir cuentas. Este apoyo resulta importante porque estamos dentro del marco de una ley y contamos con ese aporte económico anual, pero no alcanza. Por otro lado, nos presentamos a cada subsidio que podemos. Pero siempre está la incertidumbre. Varían cada año y nunca sabemos si saldremos beneficiades”, dice Edith, quien cree que el teatro comunitario ha demostrado una contundencia tan relevante que ameritaría, a nivel nacional, un estímulo como el que hay en ciudad. Un pedido que es político, pero no partidario. La situación sucede desde hace tiempo. “Todos los grupos deberían contar con apoyo permanente. Primero, porque todo hecho cultural lo merece. Segundo, porque estar siempre con miedo a no llegar a fin de mes es complicado”.

Matemurga. Zumba la risa. Foto: Julio Locatelli

Lo que estamos haciendo ahora es comunitario y artístico, pero no es teatro comunitario”, define Edith y sueña con volver a desarrollar la actividad como antes y, también, con llevar adelante un proyecto que quedó congelado, el viaje a Portugal. “Hay compañeres que jamás habían soñado con viajar haciendo teatro. Pero el grupo posibilitó, con su autogestión, la compra de una enorme cantidad de pasajes. Entonces quisiera que ese sueño colectivo, que tiene que ver con ensanchar el horizonte de lo posible, se pueda concretar”. El deseo de Edith se entreteje con el de Mariana Brodiano, del Circuito Cultural Barracas, quien sueña con multiplicar la experiencia: “Ojalá los vecinos se sigan juntando, eso es realmente potente. Sería hermoso que hubiera grupos de teatro comunitario en todos los barrios de todas las ciudades de todos los países. Y que cada grupo bucée y encuentre lenguajes, nuevos objetivos, metas y desafíos”.

Circuito Cultural Barracas

La historia del Circuito Cultural Barracas comienza cuando el grupo de teatro callejero Los Calandracas decidió trabajar con los vecinos del barrio. Ése es el anclaje territorial. La base desde la cual se construyó. “El eje del teatro comunitario es el encuentro. No poder juntarnos fue, es, una estocada al corazón. En este tiempo nos reunimos por Zoom para, primero, sostener emocionalmente a nuestra comunidad. Segundo, porque decidimos hacer propuestas desde lo artístico. Imaginar y construir personajes”, dice Mariana. Pasaron los meses y lo que estaban generando devino en una producción colectiva. “Creamos el audiovisual, que se llama Barracas: un barrio en experimento social. Hubo quienes pudieron filmarse con ayuda de tutoriales, otros con indicaciones precisas. En algunos casos fuimos a dirigir la escena y filmar en las casas. También, con niños, niñas y algunos vecinos, nos juntamos en la plaza, de a 10, y grabamos partes”.

Circuito Cultural Barracas

El grupo de teatro comunitario Los Calandracas, esta vez, hizo todo el trabajo de filmación con celular. “Descubrimos una veta que nos da ganas de continuar porque puede traer herramientas a utilizar, pero adaptándolas a nuestra búsqueda. No queremos filmar un Zoom ni los personajes hablándose de una ventanita a la otra”, define Mariana y agrega que, para seguir, es necesario también contar con apoyo económico.
“El Estado tiene que sostener el teatro comunitario porque es un proyecto de inclusión, arte y transformación social que no tiene un fin comercial. Es decir, no se puede explotar al vecino y hacer funciones de lunes a viernes. Entonces, necesita una política cultural que apoye con un presupuesto de base sobre el cual construir”, explica Mariana a la vez que cuenta que El Circuito Cultural Barracas recibe apoyo del Ministerio de Cultura de la Ciudad, del de la Nación y del Ministerio de Desarrollo Social, pero presentarse a convocatorias es un trabajo constante y, este año, a la inestabilidad económica se sumó la problemática del mantenimiento del lugar físico.

“Alquilamos un galpón desde hace 21 años, pero ahora está en venta y es un problemón. Pensamos en lanzar una campaña para que nuestra Asociación Civil lo pueda comprar, pero estamos en 0. Imaginando. Pero es la única sala teatral del barrio, es reconocida por los vecinos y nos costó conseguir la habilitación para funcionar como sala. Queremos sostenerla”, cuenta Mariana. Esta situación se da en el contexto de los 25 años del Circuito, por lo que también los proyectos a futuro son de festejo. En ese marco, realizaron una serie de conversatorios para compartir experiencias, los “Encuentros memoria, debate y reflexión sobre nuestro quehacer”, y, con el mismo espíritu, proyectan lanzar un libro.

Circuito Cultural Barracas

Para Mariana, el teatro comunitario es un lugar desde el cual se emiten señales hacia el mismo barrio, todo el país e, inclusive, hacia otros continentes. “Es la expresión de la comunidad anclada desde un territorio —dice Mariana Brodiano—. Son vecinos que adquieren saberes y herramientas del hecho teatral para poder participar de producciones. Que una comunidad pueda comunicarse desde una expresión artística y contar sus sueños, anhelos, desgracias, miserias y críticas es importante”. “Un grupo que es territorial no necesariamente habla de lo que sucede en sus calles en sentido literal —agrega Edith Scher—. La denuncia de lo específico se cuela, pero no es lo único. Lo territorial tiene que ver con mirar, desde un lugar determinado, las heridas de la sociedad».
Por todo esto, el teatro comunitario resulta transformador para quienes lo construyen, para las calles que habitan y para la historia misma que, gracias al trabajo grupal, conoce voces y miradas de personas que quieren expresarse desde lo cultural y mostrar sus puntos de vista, necesarios para la existencia de la diversidad.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *