Tipos y Arquetipos de Buenos Aires: La Batalla por la Capital
por Carlos «Chino» Fernández*
En los momentos previos a una elección de autoridades políticas, estamos acostumbrados a que se generalicen las encuestas de opinión, los sondeos de imágenes de candidatos y se despliegue todo un arsenal de instrumentos de recolección de información, para presentar un mapa de situación que sirva a los responsables políticos para la toma de decisiones. Estos instrumentos tienen su razón de ser y su utilidad, pero dan en general una imagen parcelada de la realidad.
Sin menospreciar los aportes de las encuestas y los sondeos de opinión, sería oportuno la necesidad de plantear un problema de mayor profundidad y de largo aliento, cual es la importancia de conocer la esencia, la unidad racional y emocional del “hombre” de Buenos Aires, para repensarlo e integrarlo a las políticas nacionales en un proyecto que involucre a toda la comunidad.
¿Es hoy el arquetipo de Buenos Aires, aquel hombre de Corrientes y Esmeralda, que nos retratara Raúl Scalabrini Ortiz en la década del ´30?.
La penetrante búsqueda que hace Scalabrini para encontrar lo distintivo del ser porteño, de alguna manera la lleva a cabo confrontando con el tipo-europeo que se refleja a través de las diferentes corrientes inmigratorias de finales del siglo XIX y principios del XX.
Era aquella una Buenos Aires previa al surgimiento del movimiento peronista, en un mundo diagramado bajo una fisonomía del poder cada vez más polarizada entre los EEUU y la Unión Soviética.
A partir de ahí el panorama se transformó aceleradamente. Un proceso de industrialización con sus diferentes etapas incentivó la inmigración desde el mismo interior de nuestro país y desde los países limítrofes hacia los centros urbanos.
Con el paso del tiempo se sumaron otras corrientes inmigratorias más acotadas que fueron complejizando el paisaje social y cultural (corrientes de países del oriente de Europa, África, Asia, etc.)
Se ha diversificado en nuestro país la vida social y la cultura. Se ha generalizado definitivamente el cosmopolitismo, lo que ha favorecido la invisibilidad de aquel hombre de Corrientes y Esmeralda. Ha quedado sepultado por diferentes capas geológicas que la cultura y los años han sedimentado. Aunque no todo desaparece, aquel estereotipo ya no existe en la superficie.
Otros cruces catastrales son posibles en la ciudad-puerto. Mientras el comercio drena incansable hacia el puerto y el centro de gravedad de las finanzas y de la política permanece no tan lejos del Obelisco, el ciudadano medio mira de espaldas al Río de la Plata. La identidad del porteño se entremezcla mucho más hacia las barriadas de las fronteras de la capital, e inclusive forman una continuidad con el espacio y con el tiempo del conurbano bonaerense.
Más allá de las urgencias electorales, vale la pena preguntarse por la identidad del hombre porteño cruzado por una complejidad cultural, que lo transporta desde el pasado a un presente incierto, sin perder los rasgos característicos signados por una vida en donde priman las urgencias y la inmediatez; el dejarse vivir. Algo tiene hoy el porteño de taciturno, sufrido, altanero y ocioso, como lo definiera Scalabrini en los años ´30.
Cuando Scalabrini se propuso la búsqueda del arquetipo porteño, lo oriento la diferenciación con el ADN europeo de entonces. Ha corrido mucha agua bajo el puente y sería un buen ejercicio plantearse la búsqueda del arquetipo de Buenos Aires mirando hacia el interior de nuestro país, no tanto con la intención de encontrar las diferencias, sino ensamblando las coincidencias con el propósito de redefinir el ser argentino.
¿Cuánto tiene hoy el porteño en común con otras identidades del interior, para formar parte de una unidad nacional? Es menester encontrar entre su tenue egoísmo, los elementos de comunidad argentina, engendrados a partir de mediados del siglo XX y que perduran hasta el presente.
La estirpe del porteño de hoy, se nutre por un lado de nuevas influencias de la ilustración y la posmodernidad de los países desarrollados de Occidente y, por otro, de renovadas corrientes inmigratorias de los países limítrofes.
Ese ser resbaladizo, inconfeso y ambivalente, dominado más por su intuición y su pálpito que por su raciocinio, ¿puede ser abarcado totalmente por una serie de encuestas de opinión ante cada elección? Evidentemente no. Detrás de su rara imitación de lo europeo, esconde una soberbia visceral que puede ser al mismo tiempo la clave a una definición por su propia independencia de criterio.
En busca de votos y voluntades
“…No se alboroten, pues, los políticos ni los granjeadores de voluntades. El hombre de Corrientes y Esmeralda no es ladero de sus ambiciones”.(pág. 30, ob. cit.)
“…El porteño es el tipo de una sociedad individualista, formada por individuos yuxtapuestos aglutinados por una sola veneración: la raza que están formando”.(pág. 32)
Scalabrini nos advierte que ese hombre no se emociona por los hechos, sino más bien que su emoción es producto de un sentimiento común, que soslaya los aspectos intelectuales. El autor nos advierte también que ,a pesar de nuestra historia y experiencia colectiva con el caudillismo, el porteño no sigue a ningún caudillo, sino en la medida en que éste es producto de un símbolo pasional colectivo, más allá de las atribuciones personales de quién lo encarne.
Se precisan, más pensadores y filósofos y menos encuestadores para comprender el ser porteño en vísperas de una elección trascendental para el futuro de la Argentina. A pesar de las transformaciones de los últimos ´70 años transcurridos, aquel hombre de Scalabrini, resbaladizo, inabarcable, que no declara sus disconformidades, ni expone sus reproches, sino que más bien, insinúa, está de alguna manera hoy presente en el porteño del 2011.
“…El adivinamiento de su voluntad, siempre soberana, es la desesperación de los políticos y de todos los que de alguna forma dependen de él”.(pág. 61)
Palabras finales
Aunque es más árida la tarea de abordar la esencia de todas las cosas, a la larga tendremos mejores resultados, que si renqueamos apresuradamente un conjunto de necesidades, cuya ponderación se encuentra pre-establecida en la misma pregunta de la mayoría de las encuestas en circulación.
(*) asesor de IAJ-CGT. (Télam).-