
Todo vale para la restauración conservadora
por Julio Gambina
Entre quienes debatimos en torno a la alternativa política, se habilita una discusión relativa a cuánto le afecta el “cripto gate” a Javier Milei. Mientras esto se discute, el libertario acelera su plan con la transformación en S.A. del BNA y se pasea en Washington con funcionarios del gobierno de EEUU, del FMI y otros organismos internacionales, junto a sus diatribas ideológicas en el cónclave de la derecha conservadora. Lo visible del fenómeno es la estafa por $Libra, cuando en rigor debiera discutirse la esencia de la estafa gigantesca que supone el ajuste a la mayoría empobrecida.
En ese conjunto social empobrecido anida parte importante del consenso electoral y un “apoyo silencioso” en la expectativa de mejora futura ante la baja del índice inflacionario. Por eso el empecinamiento en sostener el ancla cambiaria, aunque ello suponga pérdida de la competitividad local respecto del capital foráneo. No es que no le preocupe el cierre de empresas, el desempleo y el deterioro por la pérdida de actividad económica, sino que toda la apuesta es a bajar el índice de inflación, por ahora, la principal variable que contribuye al sostén del consenso social.
Claro que el núcleo concentrado del poder económico también apoya, siendo uno de los principales beneficiarios estructurales, aun cuando no tenga aún resultados en términos de ganancias, al tiempo que desconfía por los modos de actuación del libertario. No se lo acepta en su totalidad, pero se le concede que hizo lo que nadie en el objetivo de disciplinar la demanda de los de abajo. Las centrales patronales han expresado críticas en relación con la devaluación del peso argentino, argumentando que es necesaria para mejorar la competitividad y el equilibrio del mercado. En respuesta, Javier Milei ha calificado a ciertos economistas que apoyan estas demandas como “econo-chantas”, sugiriendo que se convierten en representantes de intereses que buscan la corrección del tipo de cambio mediante la devaluación, lo que podría tener repercusiones negativas en la economía y en el poder adquisitivo de la población. Esta pugna entre las propuestas económicas evidencia la complejidad del contexto financiero actual en Argentina.
Ocurre que saben que el libertario pretende disciplinarlos a ellos también y solidificar cambios en el bloque de poder de larga tradición en los golpes de estado desde 1930. La restauración conservadora es una demanda del poder concentrado desde comienzos del siglo XX y ahora, primero bajo gestión Macri y luego con Milei, los propósitos parecen materializarse, con consenso “democrático”, aun cuando se abuse de los decretos y de formas autoritarias legitimadas por profesionales de la manipulación ideológica en los medios de comunicación y las redes sociales.
Los cambios en el capitalismo
Cuesta entender a Milei porque no se reconocen los cambios en el capitalismo, en las relaciones sociales de producción del capitalismo contemporáneo, una dinámica procesada en el último medio siglo. La crítica del capitalismo se enfrenta a un desafío significativo al incorporar los cambios contemporáneos en su análisis. No solo se trata de confrontar el sistema capitalista, sino también de redefinir cómo entender a los sujetos que pueden ser agentes de cambio revolucionario. Esto implica desarrollar programas concretos que puedan sustentarse en la realidad social actual y establecer métodos de articulación dentro de un bloque sociopolítico que faciliten la transformación social.
Milei es el resultado de los cambios en el capitalismo local, del mismo modo que Trump lo es respecto de EEUU y del mundo. No son ellos los que hacen la realidad, sino que ésta los constituye a ellos como cabezas visibles de gobiernos nacionales, que pretenden, desde sus gestiones y articulación con otros, intervenir en la dinámica de la lucha de clases global. Es una iniciativa a favor del régimen del capital en un nuevo tiempo del trayecto civilizatorio, en crisis.
Se modificó la relación laboral, creciendo la irregularidad y la pérdida de seguridad social, afectando ingresos populares y jubilaciones en perspectiva.
Es parte de la mercantilización de la cotidianeidad, por eso crece la salud y educación privada y todo tiende a cotizarse y «resolverse» en el mercado, claro, para quien tenga dinero.
Son cambios que fragmentan la realidad social y promueven el individualismo, a contramano de una lógica solidaria asumida como cultura hegemónica en la historia reciente de las relaciones sociales de la mayoría de la población.
Remite a procesos complejos que impactan en las formas tradicionales de organización popular, especialmente a los sindicatos y centrales sindicales, e incluso a formas económicas asociativas, cooperativas o mutuales que, atravesadas por esta realidad, se debaten entre la renovación hacia un clasismo de nuevo tipo por cambios revolucionarios o subordinarse en una lógica corporativa de defensa de derechos de grupo, más allá del acontecer en la clase en su conjunto.
También, la relación entre el estado y la ciudadanía ha experimentado una transformación significativa, marcada por el desarme progresivo de diversas manifestaciones del «estado de bienestar». Desde hace medio siglo, esta tendencia ha resultado en una reducción palpable del gasto social, que, en contraposición, se ha visto desplazado por un aumento en la inversión en militarización y en seguridad, destinado a la represión de conflictos sociales emergentes. Este cambio no solo refleja una priorización de la seguridad sobre el bienestar social, sino que también indica una tendencia preocupante hacia la criminalización de la protesta y la desigualdad.
A medida que el Estado intensifica sus esfuerzos en vigilancia y control, se genera un ambiente en el que la cohesión social puede verse comprometida. Esta situación pone en peligro la protección de derechos fundamentales, como la libertad de expresión y el derecho a la privacidad.
Los desafíos derivados de este enfoque restrictivo plantean serias dificultades para avanzar hacia sociedades más justas y equitativas, donde todos los individuos puedan disfrutar plenamente de sus derechos y libertades. Por eso crecen las privatizaciones con venta de empresas públicas o transformación de empresas estatales en sociedades anónimas, caso ahora del Banco Nación, para introducir al capital privado en una lógica de gestión y valorización de capitales.
Son cambios que estimulan una nueva inserción internacional de la Argentina, subordinada a los cambios globales y a la política exterior de EEUU. Por eso no se aceptó el ingreso a los BRICS, aunque sí el SWAP con China, más por ausencia de prestamistas globales.
Así se sigue acudiendo al FMI como prestamista de última instancia, lo que explica la negociación en curso, con la pretensión de sumar recursos frescos para aliviar la pérdida recurrente de reservas del BCRA. Imaginan así llegar a las elecciones de medio término sin tocar el tipo de cambio. Como resultado, se agrava la hipoteca que condiciona, vía presupuesto, al recurrente destino de los recursos públicos para atender la demanda de los acreedores y postergar la satisfacción de derechos que reivindica el movimiento popular en el país.
Alternativa
El problema es el capitalismo y sus cambios, por lo que el desafío para construir alternativa supone la confrontación contra este capitalismo real y su jefatura: Milei y sus socios en gobernaciones, en el Congreso y en el poder judicial.
Apunto a un nuevo ciclo histórico que implica una transformación tanto en el bloque de poder como en el bloque social. Esta reconfiguración es esencial para establecer nuevas subjetividades y programas que permitan articular formas de acción política renovadas. Este proceso busca disputar un futuro alternativo para la sociedad argentina, adaptándose a las realidades contemporáneas y a las demandas de diversos sectores sociales para avanzar hacia un destino más equitativo y sostenible.
No se trata de abandonar identidades preexistentes, sino de pensar y construir nuevas síntesis políticas que abran la posibilidad de una nueva representación popular que dispute gobierno y poder.
Apunto a un diverso arco que involucra a la izquierda con representación parlamentaria; a una amplísima izquierda de contenido programático asentado en la solidaridad con los procesos de lucha y transformación revolucionaria en la región; a una izquierda social, cultural, intelectual, de grupos y personalidades, junto a una inmensa tradición que anida en partidos tradicionales de la cultura política argentina y que asumen diagnósticos críticos sobre el orden capitalista contemporáneo y concreto, expresado en contra de la iniciativa del bloque político en el poder; aludo a peronistas, radicales, socialistas, comunistas y diversas tradiciones políticas que buscan su lugar en la construcción de un gran frente popular en contra y más allá del capitalismo.
Muchas veces me preguntan si ello es posible. Mi respuesta se concentra en la práctica cotidiana del movimiento de jubilados y pensionadas, que todos los miércoles recrean una práctica de unidad, aun con matices discursivos, en ocasiones confrontados, pero todos detrás de un micrófono abierto que renueva la resistencia por reivindicaciones propias, que trasciende a los adultos mayores para ser parte constitutiva del programa del pueblo trabajador. Es una señal política de unidad en acción, lucha y debate, que semana a semana construye síntesis política. Este proceso, que se desarrolla semana a semana, busca trascender las diferencias y tácticas individuales, promoviendo un entendimiento colectivo que fortalece la cohesión entre los actores involucrados. Al consolidar estas bases, se generan las condiciones necesarias para crear una nueva síntesis política, capaz de enfrentar los desafíos actuales y promover cambios significativos en la sociedad.
La alternativa no se constituye en un acto, es un proceso que requiere de una importante densidad social en lucha y la articulación de un proyecto político que organice la perspectiva de la emancipación y la revolución.