Un año de Milei: radiografía del espanto
por Marcelo Valko
El autodenominado “libertario” Javier Milei cumple un año de su asunción. Para no pecar de tendencioso o ser acusado de estar encapsulado por anteojeras de un microclima ideológico, comienzo este artículo con una serie de datos económicos brindados por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) que, tanto en los pasados gobiernos de Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, mostró mes a mes y con prolijos resúmenes trimestrales la realidad socioeconómica del país, pese al disgusto que generalmente le causó a este trío tan disímil. Veamos. Ni bien asumió la presidencia, Milei ejecutó una devaluación récord para evitar caer en una hiperinflación que, según sus elucubraciones, “estaba viajando al 3.678% anual” (Clarín, 15/12/2023). Una magnitud que de ninguna manera se avizoraba en el horizonte ni estaba en la carpeta de ningún analista económico con dos dedos de frente y los pies en la tierra. Simultáneamente, se liberaron los precios de alimentos, medicamentos, prepagas, combustibles y servicios (luz, gas, agua, telefonía). A su vez, los sueldos permanecieron fijos y, en el mejor de los casos, muy rezagados. No es necesario ser la reencarnación de Adam Smith o cursar un cuatrimestre con Milton Friedman para imaginar cuáles fueron las consecuencias de tales variables desbocadas que libraban a la población a su suerte. Aquellos primeros meses de “sinceramiento de precios”, como los llamó alegremente el flamante presidente, fueron devastadores. Los repositores de los supermercados no daban abasto; ni bien terminaban de modificar los precios en las góndolas y ya debían aumentarlos otra vez al día siguiente. El recorte para achicar el Estado a su mínima expresión apuntó a la educación en todos sus niveles, la salud, comedores sociales y los jubilados. Al mismo tiempo dispuso millones de dólares para reequipar al Ejército con material que el Primer Mundo descartaba, como los 24 aviones F 16 que compraron por U$S 650 millones que Dinamarca usaba desde 1980 (CNN en Español, 17/04/2024). La velocidad del vergonzoso desastre producido este año no tiene parangón alguno en la historia reciente de un país curtido por continuas caídas al precipicio.
Res non verba. Durante 2024 cayeron estrepitosamente las ventas minoristas; lo mismo ocurrió con la construcción, donde además el Gobierno paralizó la obra pública. Este año varias veces viajé a Río Negro respondiendo a invitaciones del sindicato docente y pude comprobar in situ lo que significa tal recorte. Produce estupor transitar por la ruta nacional que va del aeropuerto de Neuquén a Río Negro y observar tramos inconclusos de la autopista en tanto los obradores permanecen abandonados al costado. Tengamos presente que la construcción es un rubro que dinamiza otros sectores de la economía (hierros, transporte, cementeras, etc.). Continuemos. El 30% de la población dejó de pagar impuestos, el 27% no abonó servicios básicos como luz, gas, agua… Mientras que un porcentaje similar recortó a su pesar la compra de medicamentos. Sobre esta última cuestión, el legislador “libertario” Julio Moreno Ovalle, al ser consultado, con absoluto desparpajo respondió lo siguiente: “No creo que los jubilados se mueran por no tomar un medicamento. Esa persona debe tener parientes, gente que la pueda ayudar. No debe ser para tanto” (Tiempo Argentino, 04/12/2024).
El consumo general con respecto a 2023 cayó un 20%, en tanto que la pobreza aumentó un 10%. En menores de 18 años, la pobreza llega al 65,5% y la indigencia al 19,2%. Esto significa que un año se duplicó. En resumen. Al cumplirse este primer año de Milei, el 49,9% del país es pobre (23 millones de personas), mientras que el 13% directamente es indigente. No olvidemos que estamos hablando de Argentina que se autopercibía como “el Granero del Mundo” (utilizo tiempo pasado). Quizás convenga quitar el maquillaje semántico de tales indicadores: pobres son aquellos a quienes sus ingresos apenas les alcanzan para comer y nada más; indigentes son aquellos que no perciben ni siquiera un ingreso para poder alimentarse diariamente. Reitero lo que afirmé en notas anteriores: Argentina no era así. Cuando era chico, en el colegio la maestra nos enseñaba que “Argentina es el país del trigo y las vaquitas” y nadie buscaba comida en los contenedores de basura; la inseguridad alimentaria era algo totalmente desconocido. Sobre tales rubros, repasemos títulos de los últimos días: “Se derrumbó el consumo de carne vacuna y no creen que vaya a recuperarse en el corto plazo” (La Nación, 18/11/2024); “Panaderos en crisis: las ventas cayeron 53% en el año y ya cerraron casi 400 locales” (Ámbito Financiero, 05/12/2024). Traduciendo, este espanto significa que la mitad de la población del país está excluida, y con muy pocas esperanzas de regresar, mientras que la otra mitad… ¿Qué ocurre con esa otra mitad? Opta por ignorar el apocalipsis, mientras celebra el dólar barato, el mismo becerro de oro que nos traicionó hasta decir basta.
¿Batalla Cultural? Existe además una amenaza que guarda relación con lo ideológico, donde Milei se asume como líder del “Mundo Libre”. Debemos admitir que, por conveniencia, curiosidad, fenómeno psiquiátrico o vaya a saber qué, el hombre de la motosierra realizó un ajuste draconiano que ni siquiera la Dictadura se animó a llevar a cabo. Mientras recibe mensajes de su perro muerto. Mientras llama la atención internacional, llegando a la portada de TIME en una nota no necesariamente elogiosa, al igual que el New York Times que califica su gestión “de un nuevo capítulo caótico argentino” (12/12/2024), en el transcurso de este año avanzó en lo que denomina Batalla Cultural. Cuyo objetivo es desalojar al “zurdaje”. Una enorme bolsa de gatos donde caben Pueblos Originarios, ESI-género, la universidad, gremios, INCAA, INTI o el INTA, entre otros. Frente a los paros de los gremios, asume una actitud que oscila entre lo desafiante y la absoluta indiferencia, según de qué sector se trate, retomando aquel axioma “ramal que para, ramal que cierra” planteado por su ídolo, el peronista Carlos Menem. Al tiempo que criminaliza las protestas sociales, su ejército de troles ejerce una suerte de policía del pensamiento, persiguiendo incluso a periodistas críticos, a los que acusa de “ensobrados”. Recordemos que Argentina es el único país del mundo en votar en la ONU en contra de una simple e inocua moción de protección a Pueblos Originarios y repitiendo luego tal “hazaña” contra la violencia de género. Este Gobierno, que cuestiona la condena a los represores de la Dictadura desaparecedora de personas y hasta pone en duda el número de los 30.000 desaparecidos, reivindica como prócer a un genocida de indígenas como fue el general Julio Roca, el mismo héroe de clase que eligió el dictador Videla en su momento. El gobierno “libertario” está lanzado a una cacería de “zurdos de mierda”, a quienes supone agazapados tras cada esquina.
Del otro lado del mostrador, la oposición, tras un año del resultado electoral, aún no asume ni comprende lo ocurrido y, por ende, no sabe para dónde correr. La izquierda, por ejemplo, continúa sumergida en su microclima, satisfecha de su cruzada para convencer a los convencidos de siempre. Sobre el peronismo, ahora tenemos la novedad del enfrentamiento de CFK, como presidenta del PJ, con el gobernador Kicillof, mientras ningún nuevo liderazgo de recambio se avizora… Heidegger decía por ahí: “El ser crece en la tempestad”. Es probable que tenga razón, pero esta tormenta ya viene durando bastante y el pronóstico augura todavía más oscuridad dada la apatía general ante el naufragio de valores. Pero la historia tiene flujos y reflujos; como diría Giambattista Vico, el corsi e ricorsi de la historia no avanza de forma lineal, sino en ciclos que se repiten, avances y retrocesos. Más que nunca es momento de resistir al oscurantismo de una época en la cual Milei es un emergente momentáneo del espíritu de época. Siguiendo a León Felipe, agrego para terminar: la historia es larga, las estrellas no duermen y un día habrá rendición de cuentas. Es lento, pero viene…