Un libro sobre el futuro presente
por Federico Coguzza
«Agroecología. El futuro llegó» es el nombre del libro que acaba de editar la Cooperativa lavaca. El libro incluye crónicas y testimonios fotográficos. Su autor, Sergio Ciancaglini, periodista, cronista y editor de la revista MU, dialogó con Periódico VAS sobre el proceso de la producción agroecológica, y de lo que representan estas experiencias como cambios de paradigma.
En «Agroecología. El futuro llegó» las protagonistas son las experiencias en las que el hombre no se piensa escindido de la naturaleza. En esa línea, ¿qué significan estas experiencias desde lo político?; y, por qué no, ¿desde la relación del hombre con la naturaleza?
«El libro es una especie de viaje que nació con las crónicas publicadas en MU. Empecé a recorrer experiencias que me resultaron asombrosas por varias razones: la demostración de cómo se puede producir de un modo distinto, cómo eso puede transformar cuestiones tan vitales como el agua, el aire y el suelo, y cómo la propia actividad transforma a las personas. Diluye esa grieta que mencionás, que divide a la gente de la naturaleza».
Eduardo Cerdá está designado en el área de agroecología, Nahuel Levaggi en el Mercado Central y Eduardo Vasco Murúa con las empresas autogestionadas: ¿Qué significa que haya funcionarios que no provienen de la política sino de las prácticas sociales?
«Entrevisté a los tres para MU, justamente para hablar de eso. Lo que noté en todos los casos es lo siguiente: toman la autonomía como clave. La autonomía no es aislamiento sino lo contrario, es capacidad de pensamiento crítico, de acción, de afirmación de la propia voz, de los propios valores, proyectos y deseos. Los tres me dieron a entender que, en la medida en que encuentren impedimentos políticos para hacer lo que proponen sus organizaciones, dejan los cargos y vuelven a luchar desde el llano. Me ha tocado ver demasiados funcionarios que venían de movimientos sociales, y su rol en el Estado terminó diluyéndolos a ellos, y a sus movimientos. En el caso de Levaggi, Murúa y Cerdá creo que jamás pensaron ni actuaron de ese modo. Y si existe esa autonomía, entendida casi como un signo vital, de salud, es posible que la relación con el Estado sea más sana y se puedan instalar nuevas lógicas políticas. Al menos es una apuesta que vale la pena ver cómo se concreta».
¿Cuáles son las perspectivas que tenés en relación a lo agroecológico? ¿Cómo ves el futuro para las experiencias que muestran a diario que hay otra forma de producir alimentos?
«El título del libro plantea que “el futuro llegó”. En una de las clases del Diplomado en Periodismo Ambiental que hacemos en lavaca y MU yo planteaba que no hablo del futuro como un oráculo ni por leer horóscopos. Creo, como Santiago Sarandón, que la agroecología es la agronomía del futuro. Pero en los últimos años he visto en tiempo real y presente un crecimiento gigantesco de experiencias, de hectáreas cultivadas agroecológicamente, de agricultores hartos de los venenos y de ser los más explotados de la cadena productiva que se vuelcan también a la producción sana, y lo hacen grupal, colectivamente».
«Entonces no veo esto sólo como un futuro, sino como un presente que cambia cantidad de paradigmas. Se puede producir sano, rentable para los productores, accesible para quien consume, brindándonos la comida real, lo cual mejora la salud. Te diría, que otro aspecto relacionado con esto es el de la justicia social. Porque permite la posibilidad de cambiar una matriz que expulsa gente de los campos, que se vacían y se concentran en pocas manos, hacinando gente en las periferias urbanas. La agroecología propone una matriz diferente. Una nueva ruralidad. Y está mostrando no sólo que es posible hacerlo -que es lo que aparece en el libro-, sino que es algo en donde ganan todos menos las corporaciones agrotóxicas y los laboratorios. Conocer esos lugares y esas experiencias es lo que me hace pensar que ahí hay una gran clave de lo que se está viniendo, si es que queremos que la vida funcione».