Un mundo por vacunar, pero sin vacunas
por Federico Coguzza
En el libro “Patas Arriba, la escuela del mundo al revés”, Eduardo Galeano cuenta que una tarde un hombre encontró tirada la lámpara de Aladino, y que ni lerdo ni perezoso la frotó. El genio apareció y, además de saludar, le dijo al hombre que pidiera un único deseo. El pedido no se hizo esperar: “Deseo que resucites a mi madre”. El genio hizo una mueca, tal deseo era imposible. Sugirió al hombre que pidiera otro. Y el hombre pidió: “Deseo que el mundo no siga gastando dinero en matar gente”. El genio tragó saliva, y le preguntó el nombre de la madre. Si esta fábula tuviera lugar en nuestros días, el deseo sería tener la vacuna para el Coronavirus. La duda surge, una vez más, en cuál podría ser la respuesta del genio, del laboratorio, o del gobierno de turno.
Desde que el mundo es este otro mundo, confinado y con barbijo, el Covid-19 ha superado los 100 millones de casos confirmados y ha provocado casi 2 millones y medio de muertes. Cifras que no hacen más que dimensionar los alcances de una pandemia que, justamente, puso patas para arriba todo atisbo de la vida tal y como la conocíamos. La esperanza radica en la vacuna. Sin embargo, ¿es esta esperanza un deseo posible? Y si es posible, de qué depende, y cuánto tiempo habrá que esperar para que por fin se concrete.
El virus de la desigualdad
Tan cierto como que la pandemia cruzó transversalmente a toda la población mundial, y que nadie quedó exento, es que los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres. Una de las consecuencias de esto es que habrá países que puedan controlar la epidemia y otros en los que se volverá endémica.
Según datos de la compañía de análisis e información científica AirFinity, tres de cada cuatro dosis de vacunas de Pfizer (1.500 millones de 2.000 millones) están comprometidas mediante acuerdos confidenciales o secretos firmados por los países de altos ingresos, dejando una porción muy pequeña de las dosis para los países en desarrollo y las organizaciones humanitarias. De un total de 27,2 millones de dosis de Pfizer entregadas hasta ahora, los países ricos acumulan casi 27 millones (un 99%), mientras que los países de ingresos medios sólo han recibido unas 250.000 dosis y los países en vías de desarrollo, ninguna.
Por otra parte, de los casi 200 millones de vacunas ya proporcionadas en el mundo por distintos laboratorios, más del 80% de las mismas fueron a los países más ricos de Europa, China y los Estados Unidos. La consecuencia es que la mayoría de los países más pobres no podrán vacunar a más del 20% de su población y muchos tendrán que esperar incluso hasta el 2022.
En toda América Latina, donde se concentra uno de cada cuatro casos de COVID-19 en el mundo, sólo se ha aplicado un millón de vacunas. Y esas vacunas se concentran con exclusividad en México, Argentina, Brasil y Chile, o sea, en las economías más fuertes de la región.
Según el médico e investigador español Vicenç Navarro “Este proceso está mostrando, una vez más, cómo se anteponen los intereses de unas grandes empresas (farmacéuticas, productoras de las vacunas en este caso) por encima de todos los demás. En realidad, la escasa producción de vacunas, insuficientes para inmunizar a toda la población mundial, provocará que millones de personas continúen muriendo cuando podrían sobrevivir si fueran vacunadas en los primeros meses”.
Pero, ¿por qué ocurre esto? Para Navarro, gran parte del problema está basado en el derecho de propiedad, en las patentes de las vacunas que las empresas producen. “Tal derecho de propiedad es justificado por la industria farmacéutica, porque ésta necesita incentivos para desarrollar cualquier producto. Se argumenta que estas empresas, que han invertido en el desarrollo y producción de dichas vacunas, gastando mucho dinero, tienen ahora que compensarlo otorgándose el derecho de monopolizar la producción y venta del producto. Lo que les permitirá pedir por las vacunas un precio muy superior al coste de producción durante el periodo en el que tengan los derechos, que pueden alcanzar hasta veinte años”.
Horrores e Incertidumbre en torno a las vacunas
Leyendo el Plan Estratégico de Vacunación puede leerse el siguiente párrafo: “Se trata de una estrategia nacional que se rige por un marco ético que incluye el principio de equidad, con una base técnica sólida, y que será coordinada, participativa y multisectorial, con la firme convicción de que debe abogarse por la conciencia solidaria de la comunidad que favorezca la vacunación en forma voluntaria”. Los sucesos de público conocimiento, que significaron la eyección del ministro de Salud, no pueden ser entendidos como un paso en falso de la gestión, sino que expresan un hecho inaceptable desde todo punto de vista, y que por el momento parece tener un costo leve dada la relevancia de lo sucedido.
Si bien ya hay 458.822 personas vacunadas con la primera dosis y 263.412 con la segunda, según un informe del Ministerio de Salud de la Nación, Vacunas y Sala de Situación, la sensación que rodea la llegada de vacunas a nuestro país y sus respectivas cantidades, es de incertidumbre. El gobierno nacional ha comprometido 20 millones de dosis de la vacuna Sputnik V procedente de Rusia, pero hasta el momento solo ha recibido un 6% de la suma pactada. De la vacuna Covishield, proveniente de la India, se han recibido cerca de 600 mil, lo que representa un 50% de las dosis convenidas. Por otra parte, también se han pactado vacunas con 1 millón de dosis con China, y más de 22 millones de dosis con el Reino Unido. Sin embargo, no hay fecha, ni certeza alguna de cuándo desembarcaran en nuestro país.
En otro pasaje del Plan Estratégico de Vacunación se afirma lo siguiente: “La evidencia científica disponible demuestra que los adultos mayores de 60 años presentan mayor riesgo de enfermedad grave, hospitalizaciones y muerte por infección por SARSCoV-2, representando este grupo en Argentina el 14,9% de los casos confirmados, pero al mismo tiempo, el 82,7% de los fallecidos. A su vez, la tasa de letalidad por grupo etario en Argentina presenta un incremento sustancial por encima de los 70 años, que se evidencia claramente al observar que para todos los grupos de edad la letalidad promedio es de 2,7%, mientras que para el grupo de adultos de 70 años y más, esta cifra crece al 18,3% y alcanza un 30,1% en el grupo de 80 años y más”. Por ahora, el mayor porcentaje de vacunados lo conforman los profesionales de la salud, aunque no todos. Quizás, además de remarcar el tiro en la pierna que se dio el gobierno con los denominados “vacunados VIP”, valga la pena señalar que hay mucho por hacer para que las vacunas lleguen por fin a quienes más la necesitan.
Y por CABA, ¿cómo andamos?
El Gobierno de la Ciudad, que siempre se mostró renuente a la llegada de la vacuna rusa, al punto de que algunos de sus funcionarios la tildaron de “veneno” e incluso se negaron a vacunarse, adoptó la estrategia de ir abriendo la inscripción a medida que llegaran las dosis. Una vez que las vacunas llegaron al país, lanzó la web para mayores de 80, que fueron los priorizados en ser inmunizados luego de que lo hiciese el personal de salud. El sistema colapsó, lo que generó un gran número de reclamos y manifestaciones de descontento. Una vez resuelto, en 12 horas se otorgaron los 40 mil turnos disponibles. El Ministerio de Salud porteño dispuso en CABA ocho equipos móviles, 18 postas o centros vacunatorios, y entre obras sociales y prepagas habrá otras 20 alternativas. Esto representa a la vez un llamado de atención, puesto que las prepagas a cargo de las vacunas pueden significar un obstáculo, más que una solución justa y equitativa.
Por su parte, el personal de salud fue inmunizado de acuerdo con las listas que fue enviando cada centro de salud. Para los trabajadores de la salud independientes, que van desde kinesiólogos hasta los odontólogos, se abrió una inscripción web para vacunarse en el estadio de River Plate.
Ni lámparas, ni genios, ni moral: política
Mientras escribo esta nota para Periódico VAS está reunida la Organización Mundial de Comercio (OMC) para discutir la iniciativa de India y Sudáfrica. ¿Cuál es la iniciativa? Liberar temporalmente la protección de patentes de las vacunas contra el COVID-19, lo que podría significar que muchos laboratorios pudieran producir al servicio de acelerar la vacuna para toda la población mundial.
Tal como afirma Navarro “La promoción del conocimiento científico debe tener como primer objetivo el mejoramiento del bienestar y calidad de vida de las poblaciones, objetivo que debe ser prioritario sobre cualquier otro, por muy legítimo que éste pueda ser. El control de la pandemia debe ser el objetivo fundamental de cualquier autoridad”. Quizás éste sea el momento, no se trata de lámparas ni de genios, tampoco de moral: es cuestión de política.