Una lectura crítica a la crítica de El cuento de la criada
Por Mariela Acevedo*
Hace algunas semanas terminó la segunda temporada de la serie que popularizó a la novela distópica homónima y a su autora, la canadiense Margaret Atwood. El clima para la recepción de la serie de la plataforma Hulu no pudo ser más propicio: la discusión por el derecho al aborto legal que hoy -con media sanción de la Cámara de Diputados- se debate en el Senado argentino encuentra paralelismos con la serie en la que las mujeres fértiles son consideradas meros envases, cuerpos disponibles para la reproducción de las clases dominantes. Las analogías entre el discurso sobre el acceso al cuerpo de las mujeres desde el Estado de Federico Pinedo y de Gabriela Michetti impulsaron memes y hasta una ingeniosa performance del Colectivo de Periodistas Argentinas que -frente al Congreso con capas rojas y tocas blancas- recrearon la presencia de las criadas al tiempo que agitaban pañuelos verdes sobre sus cabezas. Margaret Atwood, además se sumó al reclamo y le envió un tuit a la vicepresidenta Gabriela Michetti para que no les dé la espalda a las miles de muertes por abortos clandestinos: “¡Deles a las mujeres argentinas el derecho a elegir!”, reclamó. En este escenario las lecturas que vinculan el relato de Atwood con el derecho a decidir señalan una agenda feminista que reactualiza la novela escrita en 1985.
Fuente de la imagen Página 12
Sin embargo, vincular el relato solo a la maternidad forzada y la falta de libertades reproductivas de las mujeres en los sistemas de dominación masculina mutila parte de la propuesta que tanto la novela como la serie plasman. Señala Florencia Alcaraz en una reseña sobre la serie en LatFem: “Los temas nodales de El cuento de la criada son parte de la agenda de los feminismos en un formato ficcional: la mujer esclavizada a la especie, la maternidad forzada, la glorificación de la maternidad como la experiencia femenina más importante, los úteros como territorios políticos en disputa.”
A pesar de que señala que Offred es una esclava sexual atrapada en una experiencia concentracionaria nada dice de Jezebel, el prostíbulo en el que comandantes y visitantes extranjeros acceden al cuerpo de las mujeres que no son ni Esposas, ni Criadas, ni Marthas…son Putas. Porque en Gilead los roles de las mujeres están definidos a partir del servicio que le brindan a los varones de alto status y si las Criadas son para la reproducción, las Esposas para adorno y diplomacia y las Marthas para la limpieza; para el goce masculino son las Putas que eligen, claro, entre las Colonias (trabajo forzado usado como castigo para las que rompen las normas) o el muro (la ejecución frente a la imposibilidad de corregir a quien transgrede el orden impuesto).
En esa mutilación de la obra que la crítica realiza para dar cuenta de que la distopía se acerca a la realidad (sólo en referencia a la maternidad forzada) deja afuera a toda una línea argumentativa y a Moira, personaje clave de la primera temporada quien en el reencuentro con su amiga June señala los beneficios de ejercer en Jezebel:
Y aquí estoy. Hasta te proporcionan crema para la cara. Tendrías que encontrar la manera de venir aquí. Estarías bien dos o tres años hasta que se pasara tu oportunidad y te enviaran a la fosa común. La comida no es mala y si te apetece te dan bebida y drogas, y sólo trabajamos por las noches.
Efectivamente, El cuento de la criada pone en escena los temas nodales del feminismo, entre los que se encuentra el cuestionamiento al acceso al cuerpo de las mujeres que no desean a esos varones y que acceden por múltiples razones a agradar, sonreír, divertir y darles placer.
Atwood en su novela plasma en las reflexiones de June algo que la serie también recupera cuando la protagonista visita Jezebel: Desde detrás de una de las puertas llegan risas, las de un hombre y una mujer. Hacía mucho tiempo que no oía reír.
¿Qué tipo de risas son esas? Son las únicas que se escucharán en la república de Gilead en toda la serie. El encuentro entre las amigas en el prostíbulo, una criada obligada a gestar y parir y la otra puta, obligada a coger y reír nos interpela y nos obliga a preguntarnos, tal como hace Florencia Alcaraz en su nota “¿Qué tan lejos queda Gilead de la realidad?¿Cuántas historias replican, en parte, el cuento de la criada?” Y me pregunto yo: ¿por qué silenciar la crítica a la prostitución que existe en la novela y en la serie que cuestiona el ejercicio de poder masculino sobre el cuerpo de las mujeres?
“El cuento de la criada es una alerta para despertarse y sentir la correa que nos aprieta el cuello, aún cuando nos sentimos libres y autónomas.”, afirma Alcaraz y coincido, aunque omita parte del relato en su reseña. La periodista elige un pasaje de la novela para concluir su nota. Le robo la idea, pero elijo otro fragmento:
Esto es lo que me gustaría contar. Me gustaría contar cómo Moira se escapó, esta vez con éxito. Y si no puedo contar eso, me gustaría decir que hizo explotar Jezebel’s, con cincuenta Comandantes dentro. Me gustaría que ella terminara con algo atrevido y espectacular, algún atentado, algo apropiado a ella. Pero, por lo que sé, nada de eso ocurrió. No sé cómo terminó, ni siquiera si terminó de algún modo, porque no volví a verla más.
*Mariela Acevedo es comunicadora feminista y docente. Editora de Revista Clítoris e investigadora en el campo de la comunicación, los géneros y las sexualidades.