Urbanización de las villas: Una deuda eterna

Desde el Gobierno de la Ciudad muestran espejitos de colores a la hora de hablar de urbanización. La realidad es completamente distinta de lo que dicen los discursos oficiales.

por María Fernanda Miguel

Resulta paradójico que en la ciudad más rica del país exista tanta desigualdad. Con el correr de los años, CABA se convirtió en un centro neurálgico en donde vivir “bien” sólo es un concepto o un privilegio para unos pocos. Según la Dirección General de Estadística y Censos porteña en febrero de este año una familia tipo (dos adultos y dos menores) necesitó $98.186,22 para no ser considerada en situación de indigencia, $175.080,06 para no ser pobres y $269.055,56 para ser considerada de clase media. Todo esto con un 102% de inflación acumulada que se suma a alquileres de precios exorbitantes y a los platos de comida que cuestan cada vez más ser llenados. La pobreza en esta ciudad, que pretende ser un modelo para el mundo, alcanza casi al 22% de la población total -uno de cada tres chicos menores de 17 años vive debajo de la línea de pobreza- que se incrementa de manera exponencial en la zona sur de CABA, donde se nota la falta de infraestructura y el olvido. No casualmente, allí se concentran la mayoría de las villas de la Ciudad que resistieron dictaduras, los planes de erradicación, las represiones y el abandono estatal.

Foto: Camila Godoy / Télam

En la última apertura de Sesiones Ordinarias de la Legislatura porteña, el Jefe de Gobierno -Horacio Rodríguez Larreta- afirmó que durante su gestión (desde 2015 hasta lo que queda de 2023) se llevó adelante: “el proceso de integración de barrios populares más ambicioso de la historia del país”.

“Construimos casas nuevas y arreglamos las existentes para que las familias tengan un lugar seguro para vivir. Y lo hicimos con un modelo de asistencia orientado a facilitar, nunca a regalar. Cada familia, acorde a sus posibilidades, acuerda un plan de cuotas al momento de firmar la escritura para pagar por su casa, como corresponde. También construimos escuelas, centros de salud, plazas, parques y calles con nombre en cada cuadra y número en cada casa. Como en cualquier otro barrio”, resaltó el Jefe de Gobierno. Pero la realidad dice otra cosa y no se soluciona con una movida de marketing, poniéndole nombre a una calle de la Villa 31.

Foto: Camila Godoy / Télam

En este sentido, la presidenta de la Auditoría General de la Ciudad, Mariana Gagliardi, apuntó directamente contra el funcionario, a quien le cuestionó: “¿De qué integración y urbanización habla Larreta? Si en su gestión en la Ciudad de Buenos Aires, pasamos de tener 39 barrios populares en 2015 a tener 50 en 2022”. Gagliardi expuso también el caso puntual de la Villa 20 -ubicada en Lugano- en la que se detectaron varias irregularidades –se puede leer acá– y deficiencias notadas por el Instituto de Viviendas de la Ciudad (IVC), al momento de dar soluciones habitacionales a los vecinos y vecinas de este asentamiento. Una de ellas tuvo que ver con la falta de planificación y ausencia de supervisión de las obras, lo cual demoró todo más de lo previsto. Pero como «amigos son los amigos», el GCBA siguió contratando a las mismas empresas que ya venían con antecedentes de deudas en la obra del Paseo del Bajo y el Viaducto San Martín.

Foto: Camila Godoy / Télam

La pregunta inicial de Gagliardi bien podría también utilizarse para hablar de las viviendas que se realizaron en el Sector YPF del Barrio Mugica- Ex Villa 31. En el 2021 el Observatorio del Derecho a la Ciudad, junto a la Cátedra Libre de Ingeniería Comunitaria y la Defensoría de Laburantes, realizaron un relevamiento de 45 hogares, en 19 de los 26 edificios construidos. Todos contaban con un problema -o varios- estructural. Los principales eran los siguientes: Filtraciones de agua en los techos (73,8% de los hogares encuestados), filtraciones en las paredes (69%), superficies rugosas y desparejas en los pisos (88,4%), herrajes en mal estado (73,3%), aislación térmica (57,1%) y acústica percibida como mala (81,4%), mal funcionamiento de luces y enchufes (76,7%), y la insuficiente provisión de agua fría como caliente (81,4%).

Para el afuera siguen siendo casas bonitas y el GCBA se anota una condecoración más en materia de urbanización, pero de nuevo la realidad es otra. Ese mismo año la Policía de la Ciudad reprimió y desalojó a mujeres y niños de una toma que se hizo en las inmediaciones del sector YPF. Ante el pedido de una mesa de diálogo, solo hubo topadoras. Pero sin ir más lejos, durante el mes de enero de este año, 20 casas del barrio sufrieron un derrumbe por “error” debido a una topadora que estaba haciendo trabajos en el sector de la ex Villa 31 Bis. Las familias afectadas tuvieron que vivir 15 días a la intemperie porque el GCBA no les brindaba soluciones. En algunos casos les ofrecieron pagarles alquileres temporarios, pero debían buscarlos las mismas familias afectadas, cuando se sabe -y el Gobierno también lo sabe- que en muy pocos lugares aceptan familias con hijos menores o mascotas.

La torta que no se reparte para todos
Para este año, el Gobierno porteño redujo el presupuesto en políticas de vivienda, entre otros ítems correspondientes a servicios sociales. Aunque no sorprende ya que es un fenómeno que se viene dando desde hace varios años.

Según la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), en la asignación del presupuesto de este año, lo que corresponde al IVC cayó un 13,54% en relación con el presupuesto vigente del segundo trimestre de 2022. A la vez, baja al 0,89% la participación del IVC sobre el total del presupuesto, posicionándolo en el porcentaje más bajo de los últimos diez años (en 2017 representaba el 3,96%).

Un dato no menor es que redujeron un 17,5% las partidas que se destinan a las personas en situación de calle, a pesar de que se registra un aumento de esta población.

Lo mismo sucedió con el Programa para la Integración Urbana de Villas, que cayó un 20,11% respecto de 2022, con la excepción de Villa Fraga y el Barrio Mugica. El último posee una ampliación del 52,4% del presupuesto, pero, tal como indicamos anteriormente, se sigue demorando el acceso a los servicios básicos o a mejorar la calidad de vida.
De nada sirve tener un presupuesto si no se ejecuta o se ejecuta mal.
La desigualdad en la Ciudad de Buenos Aires se sigue potenciando cada día más. Y en vísperas de las elecciones presidenciales, con un Jefe de Gobierno compenetrado en su campaña, será otro año difícil para quienes habitan CABA y no pueden traspasar la línea de la pobreza. Serán expulsados quienes no puedan pagar los altos costos.

Fotos: Agencia de Noticias Télam

 

 

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