Uso intensivo de la tierra y zoonosis
Los cambios globales en el modo del uso de la tierra, como la cría intensiva de ganado, crean escenarios peligrosos para la aparición de enfermedades de origen animal (zoonóticas), señala una investigación del University College de Londres. El artículo, publicado en la revista Nature, surge de un estudio efectuado sobre 6.801 comunidades ecológicas (con o sin intervención humana) y 376 especies hospedadoras (animales que tienen potencialmente virus transmisibles a humanos) en todo el mundo.
En el mismo sus autores concluyeron que «los hospedantes conocidos de vida silvestre de patógenos y parásitos compartidos por los humanos comprenden una mayor proporción de riqueza de especies locales (hasta 72%) y abundancia total (hasta 144%) en ecosistemas intervenidos por el hombre en comparación con los hábitats no perturbados».
La magnitud de este efecto «es más fuerte para las especies hospedadoras zoonóticas de roedores, murciélagos y aves passeriformes» (pájaros o aves cantoras), lo que puede ser un factor que «sustenta la importancia global de estos taxones (categoría de animales) como reservorios zoonóticos».
Esta relación no es nueva para quienes trabajan en la temática: «Las enfermedades zoonóticas tienen que ver con la degradación de los hábitats. Todo lo que tenga que ver con afectar ambientes naturales rompe equilibrios», indica Elizabeth Jacobo, ingeniera agrónoma y vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE).
«Existe una forma de producir a partir de comprender los ciclos y procesos de cómo funciona un ecosistema y partir de ahí pensar o planificar una producción», señala Jacobo y explica que esta metodología, que se denomina «biomimesis», se rige por el supuesto de que esta forma de intervención va a requerir menos energía extra para sostenerse porque respeta el equilibrio natural. Pero lo cierto es que la agricultura industrial rompe el equilibrio natural, de manera que para reponerlo se necesita una constante provisión de insumos externos.
«La rotura del equilibrio de esos hábitat, donde se daban procesos autorregulados a partir de milenios de adaptación de las especies al ambiente, hace que los animales queden sin esa regulación natural y, a la vez, estén cada vez más cercanos al hombre», indica Jacobo, al tiempo que advierte: «los animales que se crían confinados pierden sus defensas naturales y tienen una alta transmisibilidad de enfermedades por el hacinamiento, lo que obliga a aplicarles un montón de drogas (vacunas, tratamientos) para tenerlos ‘sanos'». Estos tratamientos van haciendo una ‘selección a favor’ de los gérmenes, virus y bacterias que sobreviven y esto conlleva a la aparición de enfermedades que no existían previamente».
En este contexto y frente a la actual situación de pandemia, la científica considera que «no ver que estas formas intensivas de producción nos han llevado a esta realidad implica una negación en función de intereses económicos por sobre la salud y en este sentido no hay un trabajo ni esfuerzo a nivel mundial por atacar las causas».
«Lo que se está haciendo es utilizar la tecnología y el conocimiento para paliar los efectos de la pandemia, pero esto tiene un límite. En algún momento hay que comprender que la especie humana no está sobre el ambiente (suelo, agua, aire, flora y fauna), sino que es parte», reflexiona Jacobo.
En este sentido, el investigador del Conicet Guillermo Folguera sostiene respecto a la pandemia que hay acuerdo que su origen es zoonótico. “Aunque aún no se determina si fue por transmisión directa o a través de un vector (un animal intermedio que está más en contacto con los humanos)».
Para Foguera el avance que se hace sobre los ecosistemas naturales destruye el equilibrio preexistente. En tanto que la coexistencia de muchos animales de la misma especie hacinados por las formas intensivas de producción provoca que esos animales sean más vulnerables, tengan menos defensas y generen virus o bacterias resistentes a todos los químicos que reciben.
«En esos ámbitos, el contacto de las personas que trabajan con los virus que circulan entre los animales hacinados es constante, por lo que se da un combo perfecto para el origen de enfermedades zoonóticas», asegura.
Al igual que Jacobo, Folguera sostiene que los virus generados en estos contextos llegan a una población que tiene una alimentación de bajo nivel nutricional, vive hacinada en grandes urbes y en un mundo interconectado a tal nivel que «una enfermedad que aparece en China a los tres meses ya estaba en un barrio de la Ciudad de Buenos Aires».
En referencia a la respuesta mundial frente a la pandemia, Folguera opina que «existen grandes esfuerzos por el desarrollo de vacunas, tratamientos, pruebas de diagnóstico, análisis de datos, que serían formas de paliar los efectos y bajar la mortalidad».
«Pero no existe un trabajo más profundo sobre las causas que llevan a estas pandemias. Tenemos que buscar alternativas a las formas de producción intensivas, con políticas de distribución diferente porque las posibilidades de que aparezca otro patógeno (virus o bacteria) que desate este tipo de pandemias son altísimas».