Vivir en el Margen de Una Sociedad que te Mata
por Rafael Gómez
La palabra sociedad, societas , tiene por raíz latina la palabra socius que significa socio, compañero. En un sentido preciso, la palabra sociedad significa agrupación de individuos humanos o animales- que se relacionan para obtener determinados fines. En un sentido político, Aristóteles define sociedad como una agrupación de individuos humanos constituida sobre un territorio-nación que participando de una cultura común y de las mismas instituciones sociales, se relacionan entre sí para el desarrollo de sus intereses comunes y la consecución de sus fines.
Hubo hace varios años digamos 40-, en este país, una sociedad que se aproximó, o quiso aproximarse, a la definición de Aristóteles; luego fue acotándose, constriñéndose, reduciéndose hasta casi desaparecer. Así están las cosas hoy. Los fines e intereses comunes se hicieron particulares. La institución social esencial: el Estado, se fragmentó entre esos intereses; y la política se transformó en corrupción, que es hacer negocios particulares con el dinero o el trabajo de todos. La cultura común fue disociada de la producción e invadida por el consumismo, y se disolvió entre relaciones mezquinas e industrias de entretenimientos . Los intereses particulares se concentraron y la suma de estos no generó como esperaban algunos- el bienestar general.
Conclusión. Aquella sociedad aproximada a la definición de Aristóteles se ha convertido hoy en un engendro. O dicho de otra manera, se ha convertido en una sociedad con pocos individuos -cada vez menos humanos- que se relacionan para obtener determinados fines a expensas del resto. Se trata entonces de una especie de sociedad anónima exclusiva o corporación mafiosa. La pregunta que nos afecta es ¿qué sucede con el resto?
El resto no tiene sociedad. Es la enorme mayoría de la población que ha sido expulsada, que comparte un territorio pero no una nación. La extensa franja de capas medias con movilidad social que hubo alguna vez, ya no existe. Se ha convertido en periferia, en un lugar donde no hay cultura común ni fines propios. Lo que hay es un reflejo de las culturas blandas estadounidenses: hamburguesas y gaseosas, zapatillas tenis, celulares, relaciones mezquinas, educación deficiente, y televisión, mucha televisión para inmovilizar, aislar, desinformar. Y el entretenimiento: cine de hollywood , programas y series de EE UU, o sus versiones vernáculas: es el caso de La Niñera o de Los Roldán, que, como Los Simpson, propone al espectador complacerse en la mediocridad y practicarla sin culpas. Todo esto tiene un objetivo. La ignorancia, el aislamiento, la inmovilidad, y el sopor mediocre de la periferia, facilitan el control de la sociedad exclusiva.
En cuanto a los fines propios, la periferia no tiene más expectativas que sobrevivir y entretenerse con el espectáculo mediático hasta morir. A lo sumo, algunos tendrán aspiraciones de pertenecer a la sociedad exclusiva pero ese no es un objetivo común e integrador, más bien todo lo contrario. 1
¡Podrá uno preguntarse por qué permitimos un retroceso social tan enorme! Es necesario decir que hubo y que todavía hay luchas y resistencias contra la exclusión. Pero no han sido suficientemente orgánicas; o son puntuales como en el caso de las empresas recuperadas; o son, en sus últimos fines, funcionales a la sociedad exclusiva, es decir: luchas en el campo sindical o partidario que terminan cuando sus dirigentes se convierten en empresarios u ocupan cargos públicos. Las verdaderas luchas suelen ser emblemáticas de un malestar social profundo, y no terminan con la incorporación de sus dirigentes a la sociedad exclusiva. Ejemplo de esto, son las luchas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo por los hijos desaparecidos y los nietos secuestrados en los Años de Plomo, que representan el malestar de la sociedad actual: también desaparecida o secuestrada, sin identidad.
Las últimas luchas o resistencias abarcadoras que hubo en el país, fueron las de los Piqueteros y la del 19 y 20 de Diciembre de 2001, desarrollada después en las Asambleas Vecinales. El 19 y 20, gente independiente, sin banderas partidarias o sindicales, quebró un estado de sitio y el contrato social de la democracia representativa. El grito Qué se vayan todos, qué no quede ni uno solo es muy claro. Avanza contra una clase política que no representa al pueblo, y por lo tanto que detenta un poder, que saquea y margina representando sólo los intereses de la sociedad exclusiva de la cual forma parte. Hubo represión, treinta muertos en pocas horas. Se fueron el presidente De La Rúa y el ministro de economía Cavallo. Quedaron los diputados y senadores trasladándose entre el anexo del Congreso y el Palacio protegidos por un encofrado de rejas vigilado por policías. Pero la sociedad exclusiva hizo un enroque. Y las Asambleas Vecinales se fueron desgastando por no concretar proyectos colectivos; y minadas por los partidos de izquierda, funcionales a su manera a la sociedad exclusiva, los cuadros creían estar a punto de hacer la revolución mientras sus dirigentes trataban de ocupar cargos públicos en el sistema. En cuanto a los Piqueteros, surgieron por la desocupación provocada por el vaciamiento y posterior privatización de las empresas estatales durante el gobierno de Menem (casos: YPF, ENTEL, SOMISA, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles, etc.). Los Piqueteros atacaron la economía de la sociedad exclusiva cortando rutas, es decir, el flujo de las mercancías; las Asambleas hicieron escraches a la clase política sometiéndola a la vergüenza pública. Ambos manifestaron por separado contra el pago de la deuda externa y la entrega del patrimonio a las empresas privatizadas. Hubo una consigna: Piquete y cacerola, la lucha es una sola. La unión y el trabajo organizado de Piquetes y Asambleas era una amenaza para el sistema. La sociedad exclusiva, atenta al peligro, lanzó una impresionante campaña mediática para enfrentar sectores sociales, se trató y se trata- de identificar a los Piqueteros como violentos y vagos: Tienen que ir a laburar, eso es lo que hay que hacer, y dejarse de embromar con estas cosas, dijo el ministro del interior Aníbal Fernández refiriéndose a la protesta piquetera por los acuerdos de pago entre el Gobierno y el FMI en perjuicio del gasto social. También hubo y hay, represión directa a Piqueteros y Asambleas, clientelismo, y manipulación de la opinión pública en torno al tema de la inseguridad 2 para generar climas de miedo, que, justifican, por un lado, más represión y, por el otro, desalientan la protesta social.
Después del Qué se vayan Todos, quedaron casi todos. La sociedad exclusiva potenció su clase política, que no debería llamarse política sino negociadora, aunque estrictamente hablando, tampoco debería llamarse negociadora sino corrupta. ¿Por qué digo esto? Hay en este país, capaz de sostener con sus propios recursos a 300 millones de personas, 20 millones que viven por debajo de la línea de pobreza sobre un total 38 millones. La tendencia es que en poco tiempo un 60% de la población será pobre. Hace cuarenta años un 60% de la población era clase media. Hace treinta años un 50% de la población era clase media. Hace veinte años un 40%. Hoy sólo un 20% de la población es clase media. 3 Estos números marcan una tendencia que es independiente de los gobiernos de turno; es decir, la clase política en su conjunto y las corporaciones están produciendo exclusión desde hace cuarenta años de forma constante e ininterrumpida. ¿Acaso es casualidad? No. El negocio de la sociedad exclusiva es generar exclusión (valga la redundancia). La clase política se sostiene por la manipulación mediática y la represión, pero también se sostiene y llega al poder por el clientelismo. 4 Y el clientelismo se consigue con la pobreza. El objetivo es entonces generar pobreza y consecuentemente destruir una sociedad. El Gobierno, partidos políticos, sindicatos, manejan más de 3 millones de planes sociales que son herramientas de clientelismo. La política ha dejado de ser una actividad orientada hacia el desarrollo de objetivos sociales, se ha transformado en un negocio de poder y privilegios para particulares. Detrás de las luchas sociales encabezadas por organizaciones, partidos, y sindicatos, que manejan gente a través de los planes sociales, hay otras luchas internas: las de los dirigentes de las organizaciones, partidos, y sindicatos, que buscan escalar posiciones en la clase política según sea la cantidad de gente llevada a los actos o manifestaciones. Se conduce a la gente como ganado, se la mantiene como tal, y, llegado el caso, también se la sacrifica.
El fin último de la sociedad exclusiva es matar hombres y sueños. Tal vez el lector o la lectora amable que haya llegado a estas líneas se pregunte ¿cómo vivir en el margen de una sociedad que te mata? La respuesta creo- es re-creando la sociedad. Volviendo a la definición de Aristóteles: relacionándonos entre sí para desarrollar intereses comunes y la consecución de sus fines. Participando por fuera de organizaciones clientelistas, en construcciones solidarias. No quedándonos sueltos, ni aislados en la televisión. Generando buenas relaciones con el vecino, buscando identidad barrial. Integrando asociaciones vecinales, organizaciones horizontales. No creyendo en las salidas individuales, ni en los salvadores, porque siempre defraudan. Haciendo emprendimientos, reflotando la cultura del trabajo y la creación. Ejerciendo poder con el otro, y no sobre el otro. Poniendo en juego nuestras habilidades y potencialidades, construyendo redes sociales y las bases de una democracia participativa donde se tomen las decisiones desde abajo. Debatiendo y acordando objetivos. Y valorando desde el afecto las palabras, vecino, socio, compañero, compañera, porque somos, relacionándonos entre sí para construir otra sociedad, la única esperanza de vida que tenemos.
1 La Redacción del VAS vio el pre-estreno en el Cine Club Núcleo de la película Caterina en Roma donde se ilustran con precisión y ternura el arribismo y la estructura de poder, la recomendamos calurosamente.
2 Véase la nota ¿De qué hablamos cuando hablamos de inseguridad?
3 Datos de Ana Gerschenson. Nota, Bienvenidos a América Latina, diario La Nación, 5/9/07.
4 El clientelismo es la reducción de la política a un negocio particular. Hay un patrón y un cliente. A cambio de una ventaja económica, el cliente integra la base social del patrón e impulsa su carrera. Es un sistema acumulativo, conforme crece la base y la jerarquía del patrón el cliente recibe más beneficios.