Vos, yo, y todos los animales del mundo
Pistas para repensar el antropocentrismo como modelo de habitabilidad
por Maia Kiszkiewicz
Diciembre estaba a punto de terminar y una noche tras otra Gato Tigre se acercaba hasta la puerta de la casa de Julieta, maullaba en busca de comida, quería entrar. Ella no podía hacerse cargo, acababa de adoptar otro cachorro. Pero tampoco soportaba dejar a un ser en la calle. Publicó en Facebook un pedido de ayuda. Me contacté. Lo busqué. Lo traje a vivir conmigo.
Gato Tigre tenía un año y medio, pulgas, parásitos y hambre. Aún no se lo podía presentar a Pandemia, la gata que había llegado tres años antes tras ser abandonada en el Parque Centenario dentro de una transportadora. Gato Tigre debió quedarse un mes en una habitación separada. Necesitaba platos, juguetes y arenero. Entré a Mercado Libre. Busqué: gatos. Encontré: Gatita Bengali – Apto Cria Pedigri, $350.000; Gatita Persa Negra Smocke Portadora De Gen Choco Y Lilac, $300.000; Gato Persa Red $230.000; Siameses Seal $60.000. Lo mismo sucede con los perros: Yorkshire Mini, $96.000; Shitzu Mini Hembra, $122.000 pesos; Bulldog Inglés Hembra, $265.000.
En el mundo tangible de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la exposición de animales en venta está prohibida.
Por un mercado sin animales
“Mercado Libre es solo una arista de este mundo profundo”, dice Muriel Bruschi, educador canino y parte del equipo que lleva adelante el proyecto Por un mercado sin animales. Él se dedica a estudiar y pensar a los perros con la conciencia de que son una especie que fue sacada de su entorno natural, domesticada y obligada a vivir con las personas. “La búsqueda es dejar de pensar al perro como funcional para el humano, acercarnos a su punto vista y tratar de mejorar su calidad de vida en lo que es vivir con personas y a nuestro ritmo, que es distinto al de ellos”, explica Muriel.
Con esta inquietud, junto con Flor Petra, hizo un video pidiendo a Mercado Libre que deje de vender animales -la empresa especifica en su reglamento que está prohibido ofrecer flora o fauna en peligro de extinción y animales domésticos en los que se evidencian malos tratos, pero no hay controles continuos sobre lo que se publica- y exponiendo las consecuencias de la comercialización para el crecimiento físico, emocional y cognitivo de un perro.
Belén y Leila Simonian, fundadoras de Soplo de Vida, una fundación que se ocupa de animales que residen en las calles, vieron el material y se contactaron con Flor y Muriel para potenciarse desde el trabajo conjunto. Así crearon una pieza audiovisual que emula una publicidad de Mercado Libre y busca que cada persona que lo visualiza replantee sus prácticas de consumo.
“Hay una construcción psicológica de la raza. Las personas lo buscan porque generan representación social, económica y de la personalidad. El ejemplo más claro es el del hombre que se compra un perro grande y fuerte, como un pitbull, y cree que es un líder macho alfa. A eso hay que sumarle el tema estético. Las personas buscan lo lindo, lo hegemónico”, remarca Muriel. Lo mismo sucede con los gatos. Esa construcción social de que la pureza de la raza produce excelencia, en un sistema capitalista, acaba por ser utilizado para producir ganancias. “Hacen parir a perras y gatas para vender a sus crías. No hay necesidad. Menos con la cantidad de animales que hay en la calle”, reflexiona Sofía Busciglio, parte de Garritas de Palermo.
Amor, cuidado y trabajo
“Hay un imaginario cultural de que existen refugios donde podés llevar a tu gato o perro cuando no lo podés tener más. Es mentira. Lo que hay son grupos de personas que se organizan y que en la mayoría de los casos usan sus propios recursos espaciales, temporales y económicos”, agrega Victoria Bembibre, de Hacé feliz a un gato, organización que se ocupa de la colonia de gatos abandonados en el Jardín Botánico de Buenos Aires. Un trabajo arduo.
Victoria Gismondi es parte de Fundación de Gatitos, un espacio creado a partir del deseo de Patricia, Pachi, Baldisserotto y el acompañamiento de su madre, Marta Vago. En el equipo se dividen las tareas. Pachi, por ejemplo, sabe cómo recuperar gatos con sarna o problemas de articulación. Victoria es nodriza. Es decir, se ocupa de aquellos gatos que tienen poco tiempo de vida. “Lo hago porque sé que puedo dedicarme todo el día. Ellos necesitan tomar la mamadera cada tres horas. Si un gato pequeño no se alimenta le puede bajar la glucosa y muere. No hay alternativa. Así que si me voy de casa por varias horas mando a alguien para que los mire”, explica Victoria. Ella, además, cuida de Ivana, una gata con problemas en sus patas delanteras que tiene terapia dos veces por semana y por su condición necesita controles constantes. “Cada gato es distinto. Su pasado y sus necesidades varían. Algunos requieren estar con otros gatos, otros ser únicos o tener un jardín o niños para jugar. Las adopciones son en función de eso”, cuenta Victoria.
“Hay tantas situaciones que necesitan ayuda que sobrepasan nuestras posibilidades”, dice Sofia y cuenta que rechazaron casos por no tener disponibilidad de tiempo y lugar. Ella, junto a Renata y Celestes, coordinan el equipo Garritas de Palermo que, junto con algunas personas que colaboran con transporte y hogares de tránsito alojan alrededor de veinte gatos. Además, se ocupan de otras dos colonias de Palermo en la que quedaron los gatos que no pudieron atrapar. Otros cuarenta felinos.
Ciudad animal
La fauna habita las calles, aunque no la veamos. Incluso lo hace desde antes de que la humanidad imponga el cemento. Cada cambio o destrucción, el ruido provocado para generar edificios, la falta de sol, la tala de árboles, la pirotecnia —muy usada en el último tiempo para actos políticos— y los espectáculos como Secret Garden, que se llevó a cabo en el Jardín Botánico durante las noches de julio, afectan su calidad de vida.
“Hacer un emprendimiento costoso y poco educativo con el fin de rentabilizar un espacio público, es mala idea”, dice Victoria Bembibre y agrega que las autoridades del lugar saben de la presencia de la colonia de gatos y del grupo de personas que se ocupa de ellos, pero no hubo voluntad de diálogo para pensar una actividad en conjunto y con mayores cuidados.
La muestra, cuya entrada costó alrededor de cuatro mil pesos, incluyó figuras gigantescas, proyecciones, instalaciones de luces LED, neones, actividades interactivas y publicidades del Alto Palermo, American Express y Santander. “Ocuparon un espacio que los gatos tenían naturalizado y generaron un tránsito de gente mayor que el común. Eso puede generar, por ejemplo, estrés”, dice Victoria Bembibre y remarca la necesidad de tomar conciencia sobre nuestro rol desde la ciudadanía, repensar nuestras prácticas y entender qué le podemos exigir a las personas que nos gobiernan. “Las organizaciones hacen un trabajo que es del Estado: castraciones, alimentación, atención”, agrega Victoria.
Desde Fundación de Gatitos estiman que el gasto mensual por gato es de diez mil pesos. A eso se le suman castraciones y vacunas. En muchos casos, sobre todo si hablamos de animales que vivieron en la calle, es necesario realizar análisis de sangre y radiografías. Una internación sale dieciséis mil pesos por día, ecografías doce mil.
Cuando la plata vale más que la salud
Antes de traer a Gato Tigre conocí a Gea, una gata que estuvo conmigo dos meses. Cuando me mudé y ella había decidido venir a morir a mi habitación. Soñé un futuro juntas y, sin saberlo, la acompañé en su proceso final.
Gea ingresó de urgencia a una clínica privada el miércoles nueve de noviembre de 2022. Hacía dos días que no comía y ya no quería ver el sol por la ventana. Antes de dejarla pagué diez mil pesos. Dos horas después llamaron para decir que sospechaban que podía tener una infección en un diente, que si podía transferir en el momento para que le hagan una ecografía de cabeza / abdomen porque justo estaba la ecógrafa en el lugar. Si no conseguía la plata en ese momento debía esperar al lunes, que volvía a ir la profesional. Pagamos. Mientras esperábamos el resultado, llamaron para sugerir otro estudio. Otra vez, pagar o esperar varios días. Además, como tenía que seguir internada, sumé otros diez mil a la transferencia. “Es inentendible que no exista medicina veterinaria pública”, define Victoria Bembibre y alienta al empoderamiento para exigir políticas públicas en relación con los cuidados de los animales que habitan las calles. Porque cuando se adopta o se rescata a otro ser la persona pasa a hacerse cargo de un problema del Estado.
El proceso de Gea terminó con convulsiones cuando estaba internada. Como no habían llegado a hacerle el segundo estudio, usaron esa plata —y un poco más— para cremarla. Dejé las cenizas, o lo que me dieron en la caja con su nombre, en su maceta preferida y planté un malvón. Al otro día enviaron el informe de la ecografía.