La Otra Historia de Buenos Aires

Parte XX

por Gabriel Luna

Año 1631. Trinidad (la primitiva ciudad de Buenos Aires), imaginada por Garay como una gran red rectangular de calles y manzanas tendida junto al Río de la Plata sobre una meseta de gramíneas, es en realidad un pequeño racimo de construcciones extendido alrededor de la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo) entre sendas desdibujadas como tallos y solares abandonados. La aldea cubre una cuarta parte del rectángulo de Garay, tiene más de tres mil habitantes y apenas cien casas. La mayoría son chozas, ranchos de barro secado al sol con pisos de tierra apisonada, techos de paja sostenidos por cañas o maderas blandas, y cueros extendidos a modo de puertas y ventanas. La minoría -no más de veinte- son construcciones de ladrillo, paredes encaladas, tejas sostenidas por maderas duras de la Guayra (Paraguay), pisos de ladrillo encerado o baldosas sevillanas, puertas labradas en cedro, ventanas con postigos de madera y a veces vidrios venecianos. Es el caso de la morada de Vergara, 1 y de un lujoso casino con prostíbulo ubicado en actual esquina de Bolivar y Alsina, 2 ambas obras del alarife florentino Baccio da Filicaia. Otras construcciones de ladrillo y tejas son las casas del Cabildo, tres iglesias, dos conventos, la Compañía de Jesús, y varios caserones de particulares con dos patios y siete o más aposentos.

Hay una singularidad en este espacio urbano. Trinidad no se parece a las otras aldeas de la Gobernación. Aquí , el contraste entre casas pobres y ricas es muy marcado. Además, en Córdoba, Corrientes, Concepción del Bermejo, Santa Fe, Santiago del Estero o Asunción, las casas principales ubicadas en el centro pertenecen a ganaderos y agricultores. En Trinidad las casas lujosas del centro son de contrabandistas de esclavos. Esto habla claramente de cuál es el origen de las fortunas. Pero hay algo más. Si se considera que Trinidad tiene 3.300 habitantes y apenas 100 casas, 3 el grueso debe vivir a la intemperie, en la periferia, o en carretas. Esto indica la existencia de una economía de exclusión. ¿Cómo se genera la exclusión?

El negocio de los contrabandistas es sencillo: un esclavo negro que vale 150 pesos en Trinidad se vende a 700 pesos en Potosí. La economía de la aldea consiste básicamente en eso. Sobre todo, tras la vuelta de Juan Vergara y el afianzamiento de la matriz mafiosa «confederada» con Bernabé González Filiano, Juan Tapia de Vargas, y Sebastián Orduña. 4 Pero sigamos con el tema de la exclusión. Esa población de 3.300 habitantes está compuesta por: 1500 «blancos», que son criollos, mestizos, españoles, portugueses, etc.; y 1800 indios y esclavos. Estos 1800 se subdividen a su vez en: 100 indios e indias al servicio del clero y las familias pudientes; 200 esclavas y esclavos negros afectados al clero, al Fuerte, el Cabildo, y a las familias pudientes; y 1500 esclavos y esclavas en condición de «tránsito» hacia Potosí. Estos 1500 esclavos, de «tránsito» en Buenos Aires durante seis meses, constituyen una población «flotante» que incide notablemente en la economía de la aldea, como veremos a continuación. 5

Desde el inicio del tráfico ilegal de esclavos a gran escala en 1608, 6 los «beneméritos» que controlaban el espacio rural abastecían con carnes, frutos y granos a la población «flotante». En 1615, muchos «beneméritos» se ensañaron contra su propio mentor, el entonces gobernador Hernandarias, porque reprimía el tráfico negrero y mermaba esa fuente de ingresos. 7 Durante el gobierno de Góngora, a partir de 1618, cayó preso Hernandarias y se reanudó el tráfico de esclavos a gran escala. Se interrumpió en 1623, durante el gobierno interino de Pérez Salazar que revindicó a Hernandarias y estableció la aduana «seca» en Córdoba. Y volvió a iniciarse en 1630 durante el gobierno de Céspedes. En ese tiempo, los contrabandistas ya habían comprado estancias, y ponían a trabajar en ellas a la población «flotante». Conclusión: los «beneméritos» pierden el control del espacio rural. No se puede competir con la mano de obra esclava. Por 150 pesos se compran 20 años de trabajo esclavo que equivalen a 4000 pesos en jornales.

¿Qué pasa entonces con los chacareros, los pequeños productores, los peones rurales? Respuesta: quedan excluidos del sistema. Ellos y sus familias. De los 1500 habitantes «blancos» de Trinidad hay por lo menos 800, la mayoría criollos y mestizos, que son marginales. No tienen vivienda, tierra, ni trabajo fijo. Muchos de ellos, predecesores o prototipos de los gauchos, harán vida nómada entre las estancias por jornales de ½ peso, participarán en vaquerías, serán troperos, cuatreros, o se establecerán en tierra de nadie, entre las aldeas coloniales y las tolderías indígenas.

Trinidad es un contraste de pobreza y opulencia, de chicos morenos descalzos y algunas mujeres níveas con zarcillos de rubíes transportadas en sillas de manos. Es una aldea de azahares, durazneros, y olores rancios de toneles, cueros y carne al sol. Es lugar de carretas, bueyes, barro, vendedores al paso y tiendas de ultramarinos, de calafates, carpinteros, tahúres, aventureros, de algunos hombres arrogantes con botas altas, capas de Segovia y sombreros emplumados. Es aldea de procesiones con cirios e incienso, de soldadesca y marinería ociosa trajinando burdeles. Un malestar de reyerta y alcohol, de inquietud y resentimiento, de pícaros y mendigos, de ladrones y cuatreros, llega desde la periferia.

El 16 de septiembre de 1631 dos figuras trepan el muro sur del Fuerte (ubicado aproximadamente donde hoy está la Casa Rosada , frente al Ministerio de Economía), hacen un boquete, y se llevan 9.477 pesos de la Real Hacienda. Son Pedro Cajal, criollo chileno, y Juan Puma, indígena al servicio de Cajal. El gobernador Céspedes ordena una búsqueda intensa. Los encuentran en una semana, los juzgan durante la semana siguiente. No tienen a su favor, como el contrabandista Vergara -que ha robado a la Real Hacienda mucho más que ellos-, un obispo blandiendo un hacha para liberarlos de la cárcel y capaz de excomulgar al gobernador, tampoco han comprado al Tribunal o a los carceleros, ni tienen abogados enredistas que los defiendan. El 30 de septiembre Cajal es condenado a morir por garrote vil y Puma es ahorcado. Sus cabezas, a modo de escarmiento, son colocadas en picas y exhibidas en la Plaza Mayor hasta que se las comen los pájaros.

Pero el malestar no sólo llegaba desde la periferia. El juego, la lujuria, el racismo, la prostitución, el cohecho, la explotación del trabajo humano, la ambición desmedida, surgían desde la misma Trinidad; precisamente, de las casas de ladrillo con interiores palaciegos ubicadas en el centro de la aldea. Buenos Aires es un monstruo con varias cabezas, decía Hernandarias en una carta al rey refiriéndose al contrabando. El contrabando produce exclusión, pero también corrompe a la sociedad que lo sostiene. Pongamos un ejemplo. La prostitución no sólo es ejercida en Trinidad por esclavas y pobres mujeres desesperadas, también la ejercen las damas porteñas.

La casa de Antón García Caro es una sencilla construcción de adobe con tres cuartos ubicada a poco más de una cuadra de la Catedral , ocupa la actual esquina SO. de San Martín y Perón -en la manzana donde hoy se erige la monumental Galería Güemes- y tiene un terreno que llega hasta la actual calle Florida. Exactamente en los fondos de ese terreno hay un jardincillo rodeado de tupidos naranjos y durazneros. Allí se representa, al caer la tarde o en las noches claras de luna, una curiosa escena dedicada a la elite de la aldea. El espectador -siempre se trata de un solo espectador por vez- se oculta tras el follaje asistido por una esclava de la casa o atisba, cómodamente sentado, por las rendijas de unas sábanas tendidas entre los árboles. En el centro del jardín hay una tina que despide vapores aromáticos. No se ve otra cosa hasta que, después de esperar varios minutos, llega un resplandor. Una mujer descalza trae un candelabro de tres velas y se acerca a la tina. Es hermosa, joven y pálida, lleva el cabello suelto y hábitos azules y blancos que la cubren hasta los tobillos como una virgen de Murillo. La virgen -que no es en absoluto virgen- apaga una vela, deja el candelabro en el piso, y se quita sin más el manto de tonos azules. Nuestro espectador se inquieta. La joven no parece advertirlo, pero sonríe, y danza vestida con su túnica blanca en derredor de la tina. Hasta que se detiene, y apaga otra vela. Entonces, alejándose un poco del candelabro y dando la espalda al observador, se agacha para sostener la túnica desde los bordes y la alza haciéndola pasar sobre su cabeza. La mujer sólo tiene puesta una camisa de gasa, sin mangas, que le cubre hasta la mitad de los muslos. Ahora sus movimientos son más lentos, juega con las trasparencias acercándose y alejándose del candelabro como en una zarabanda. El espectador vislumbra la forma de los glúteos, la firmeza de las piernas, las cúspides canelas de los pezones en la camisa. Y deja de respirar en un intento inútil de detener el tiempo. Quiere retener, poseer ese cuerpo para siempre. Ella apaga la última vela. La mirada del hombre tarda en habituarse. Se va formando un pálido brillo en la sombra. La mujer no se ha ido, está de pie, quieta frente a él, completamente desnuda. Su cuerpo de tan blanco brilla a la luz de la luna. El hombre retendrá esa imagen para siempre. La mujer va resuelta hacia la tina, el agua suena como un chasquido. Todo ha terminado. La esclava conduce al espectador a la salida, cobra la función en metálico o en alhajas, y tal vez arregle otro encuentro.

La escena del Baño de la Virgen tiene distintas protagonistas: entre ellas Doña Margarita Carabajal, nieta de fundadores y viuda del contrabandista Texeido Acuña; 8 y doña Ana de Matos y Encinas, que tuviera años después una estancia en Luján y comprara (¡vaya casualidad!) la milagrosa imagen de la Virgen de la Inmaculada o Limpia Concepción para hacerle capilla en sus campos. 9 Pero la más famosa de todas las intérpretes del Baño de la Virgen será sin duda la que acabamos de mostrar: doña María de Guzmán Coronado, 21 años, rubia de ojos glaucos, caderas amplias y piel nívea, hija natural de Francisca Rojas y el capitán Luis Guzmán Coronado, sobrino del gobernador Marín Negrón. 10 Esta mujer, María de Guzmán Coronado, tendrá una gran fortuna y seis hijos naturales de distintos padres; el primero de ellos será concebido con el sucesor de Céspedes, el futuro gobernador del Río de la Plata , don Pedro Esteban Dávila.

Es interesante notar cómo estos símbolos: las vírgenes, el baño, el cuerpo de piel blanca, la coreografía edénica del jardín, la limpieza de concepción, etc., van conformando una singularidad social en la elite de contrabandistas y gobernantes de Trinidad, que está muy relacionada con la singularidad del espacio urbano. Ambas son manifestaciones de la exclusión: una a través de la economía, la otra a través de la discriminación étnica. Porque el dogma de la inmaculada o limpia concepción desemboca, en este caso, en una limpieza de sangre con sentido étnico, es decir, en un feroz racismo. 11 Lo que ofrecen las señoras del Baño de la Virgen , es la limpia concepción sin el pecado de mestizaje, son niños similares a los de la elite imperial. María de Guzmán Coronado se paseará por las calles y los salones porteños usando gargantilla y zarcillos de rubíes: símbolos de la pureza de sangre.

Mientras tanto, ajeno a estas cuestiones, creyendo como un Quijote que había vencido al monstruo del contrabando y pacificado estas tierras, moría el 21 de diciembre de 1631 en Cayastá (la primitiva ciudad de Santa Fe) Hernando Arias de Saavedra, más conocido como Hernandarias. Tenía 71 años, había nacido en Asunción, fue descubridor, fundador de ciudades, y cuatro veces gobernador de esta amplia región del Río de la Plata y Paraguay, que recorrió muchas veces a caballo. Supo diferenciar los asuntos públicos de los particulares. Pudo superar el rencor, se mostró generoso hasta con sus peores enemigos. Fue protector del indígena, de huérfanos, y de las mujeres pobres, para quienes creó la primera escuela de artes y oficios de América. Y tuvo un sueño aún incumplido: la integración social y la autonomía económica de la república a través del trabajo rural y la industria.

Sus restos están hoy en las ruinas de Cayastá. Los esqueletos de Hernandarias y de su esposa, Jerónima Contreras, permanecen en exhibición pública. Sin pudor ni decoro alguno, como si se tratara de animales o fósiles extraños, como si todavía hoy, a más de trescientos años, los enemigos de aquel sueño estuvieran presentes.

(Continuará…)

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1 La descripción del interior de esta casa se hace en Historia del Barrio San Nicolás, Parte XIX.
2 Ver su descripción en Parte VI.
3 Dato tomado de González Lebrero, La Pequeña Aldea , correspondiente al año 1633.
4 Ver Parte XIX.
5 Sobre el origen de esta población «flotante» y sus incidencias económicas en cifras ver Parte X.
6 Ver Parte V.
7 Ver Partes IX y X.
8 Ver Parte XI.
9 Ver Parte XIX.
10 Francisca de Rojas se casó tres años después del nacimiento de María con Antón García Caro y heredó su casa y una estancia; también fue amante y protegida del capitán Pedro Sánchez Garzón, sevillano y próspero contrabandista de esclavos.
11 Si bien el dogma de la limpia concepción de la Virgen María se establece recién en 1854, tiene fuerte vigencia en la España del siglo XVII y la Corona lo usa de bandera, argumentando la limpieza de sangre en la expulsión morisca de Granada.