Zoom Histórico: La Pizzería Roma
Lavalle 888 (entre Suipacha y Esmeralda)
Una historia entre dos esquinas de Buenos Aires
Desde la guerra y la política, a la fiesta y al espectáculo: al teatro, al cine, la varieté, el cabaret, la milonga y el café, pasando por la mozzarella, el moscato, y la fainá.
Por Gabriel Luna
Parte I
En 1821, nace Bartolomé Mitre en la esquina SE de Lavalle y Suipacha, junto a la actual pizzería Roma. Las casas entonces son de una planta, algunas de adobe, otras de ladrillo, y la calle es de tierra, con veredas angostas de ladrillo que se elevan un metro sobre la calzada. Una mañana de 1840, un grupo de jinetes armados, llamado La Mazorca, se de-tiene en la mitad de la cuadra, entre Esmeralda y Suipacha, y lanza una arenga contra los «salvajes unitarios», dirigiéndose a una casa, que pertenece a Mariano Biaus, lindante con la actual pizzería Roma. En 1848 llega el alumbrado de aceite. Donde está el actual cine Atlas vive Doña Ventura Muñoz en un caserón con árboles frutales y 23 habitaciones, y a continuación -yendo hacia Esmeralda- tiene casa con tres patios Victoria Olivera de Arana, la abuela de Dardo Rocha, por entonces de diez años, y que sueña con ser soldado. En 1857 se inaugura el alumbrado a gas -hay un farol en cada mitad de cuadra-, se pavimenta con empedrado, y se construye en la esquina NO de Lavalle y Suipacha la primera casa de dos plantas de los alrededores; tiene 13 habitaciones, dos balcones, y pertenece a Juana Lastra. En 1861 el unitario Mitre vence al federal Urquiza en la batalla de Pavón, donde también pelea el joven unitario Dardo Rocha, y en 1862 Mitre es elegido presidente de la República Argentina. En la esquina SE de Lavalle y Suipacha, precisamente en el solar donde había nacido Mitre, se instala el inglés Pedro Chavis en una casa de 17 habitaciones. En 1882, Dardo Rocha, es gobernador de Buenos Aires y funda la ciudad de La Plata; dos años después, cuando se incorpora al Senado de la Nación, sus amigos le regalan una suntuosa mansión de dos plantas, construida en el predio que perteneciera a su abuela, en Lavalle 835. En 1911 y 1912 aparecen los primeros cines y alternan con los teatros. El cine Ocean en Lavalle 739, el Electric en Lavalle 836, justo enfrente de la casa de Dardo Rocha, y el cine Select Lavalle, diseñado por el arquitecto Nordmann, en Lavalle 911. El teatro Esmeralda, dedicado a las varietés o variedades, se inaugura en 1915. Allí debuta formalmente el dúo Gardel-Razzano.
En la década del 20, el cine -que al principio no fue sonoro- requería de músicos en vivo; además, en las salas también se incorporaba la varieté antes y después de las películas. Era usual encontrar entre las funciones a Carlos Gardel, Olinda Bozán, Florencio Parravicini, u otros artistas, hablando con el público en plena calle, o esperando el tranvía que pasaba por Lavalle. Hay varios cambios en la cuadra. En la esquina SE de Lavalle y Suipacha, se demuele la casa de Pedro Chavis -ubicada en el solar donde había nacido Mitre- para construir un edificio de cinco plantas, rematado con cúpula gris y templete, fiel al academicismo francés. Y al lado, en la propiedad que fuera de Juan Brinolles, se construye la confitería Nobel en Lavalle 888, donde está la actual pizzería Roma. También hay cambios en la vereda norte: se demuele la casa que había sido de doña Ventura Muñoz para cons-truir el cine teatro Metropol, estilo art decó, en Lavalle 869. Y al lado, en el Nº 845, se inaugura el cine Paramount donde estaba el teatro Olimpo.
Desde 1857 hasta 1926 el puerto de Buenos Aires recibió 6 millones de inmigrantes -en su mayoría, hombres-. La alegría, los sueños del cine, y la seducción de Lavalle -que es en definitiva una calle que nace del puerto-, compensan la nostalgia de los emigrantes en los muelles, la falta de mu-jeres, los crepúsculos desolados de la pampa… La calle expresa, recrea y alivia de todas estas cosas, lo mismo que el tango. Y el tango sale de los conventillos y entra en los cafés, las confiterías, los cabarets, y los cines de la calle Lavalle.
Carlos Gardel ya no actúa en el teatro Esmeralda ni conversa con el público en la calle Lavalle entre las funciones de los cines, ni espera el tranvía, pero llegan sus películas filmadas en París y Nueva York: «Espérame» (1932), estrenada en el cine Real; «La casa es seria» y «Luces de Buenos Aires» (1933), estrenadas en el cine Suipacha; «Cuesta abajo» y «Melodía de arrabal» (1934), estrenadas en el cine Monumental; «Tango bar» (1935), estrenada en el Suipacha; y la última: «El día que me quieras» (1936), estrenada en el cine Broadway después de la muerte de Gardel. No habrá más pena ni olvido, parece decir Buenos Aires. Su velatorio es apoteótico, se hace en el Luna Park, junto a la plaza Roma, al comienzo de la calle Lavalle. «Y hacia el alba, la calle estaba triste, como un niño que encuentra a un pajarito muerto», dijo un poeta.
Durante la década del 40′ el cine nacional atraviesa su época de oro, hay más de 20 estudios, se producen comedias de teléfono blanco, relatos históricos, cine social, hasta un total de 60 películas por año. La calle Lavalle acompaña este crecimiento del cine y el arte popular abriendo nuevas salas: el cine Luxor, de estilo racionalista pero con reminiscencias del templo egipcio y escenografía de animales africanos, en Lavalle 663; el cine Arizona, que evoca al acorazado norteamericano del mismo nombre hundido por los japoneses en Pearl Harbour, en Lavalle 727; el cine París, al lado del Ambassador, en Lavalle 769; y el cine Iguazú, ubicado donde estaba el caserón de los Anchorena, con 11 habitaciones y patio central, en Lavalle 940.
1950. Para la mayoría de sus habitantes, Buenos Aires es una fiesta. Y la calle Lavalle, entre las esquinas que nos ocupan, es una expresión concentrada de esa fiesta. Hay 20 salas importantes en poco más de tres cuadras. No queda demasiado espacio; los cabarets, prostíbulos, cafetines y confiterías bailables, deben dar paso a otras empresas para aprovechar el flujo de gente de las salas. Entonces llegan los restaurantes, las parrillas, las panaderías, los kioscos de comidas rápidas; y llegan las pizzerías, que se convierten en la novedad gastronómica del Centro.
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Notas relacionadas:
Muy buena crónica, es importante rescatar aquellas pequeñas huellas del pasado que todavía preserva la ciudad.
No hay huella.
Roma, como tantos lugares clásicos, históricos de Buenos aires, fue vendida hace unos años,
y como ocurre, se transforman en fábricas de hacer dinero. Bajan calidad, inflan precio, agitando la banderola de lo mítico, y la gente se autoconforta yendo ahi y sugestionándose que come bien, en un lugar histórico.
La Rambla, La Estancia, Petit Colón, Roma, La Ideal, y varios más, del mismo dueño, chabacano, miserable en las compras de ingredientes, apariencia de lo mismo de antes.
Las pizzerías? La meseta, Jaimito, El Fortin,.. paren de contar.
Las otras, Kentucky compró, el resto, Güerrin, La Rey, Imperio, Pin-Pun, Las Cuartetas, todas la misma mezcla de muzzarella barata, ácida, tomate mediocre gusto a lata, y masa cualquiera.