Los que no quieren entender

“Vivíamos como era normal,
haciendo caso omiso de todo.
Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar,
hay que trabajar para eso”.

El cuento de la criada, Margaret Atwood

por Rafael Gómez

La reflexión del acápite pertenece a la protagonista de la novela de Margaret Atwood, se trata de una mujer inteligente y sensible que ha sido convertida en criada y vive en una opresión abyecta. ¿Cómo ha pasado esto? Fue lentamente, responde la protagonista, en una bañera en la que el agua se calienta poco a poco, una rana podría morir hervida sin darse cuenta.
¿Pero cómo no darse cuenta? No somos ranas. ¿Cómo no entender? No somos ignorantes. Si fuera ignorancia sería respetable, remediable. Pero no, es otra cosa. La protagonista de la novela nos dice: Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar. Omitir es un trabajo. Hay que trabajar sobre los datos de la realidad para no verlos o para interpretarlos de un modo inocuo o fantasioso.
De modo que hemos sido nosotros mismos, probablemente ayudados por otros, quienes hemos trabajado para borrar las señales. ¿Por qué lo hicimos? Creo que no nos convenía ver. Era confortable, armonioso, relajante. Así fue cómo nos metimos en la bañera.

La bañera es un símbolo del consumismo. Y el consumismo no son sólo 4×4, hoteles all inclusive en Cancún, ropa de marca, etc. Las aguas consumistas de la bañera también traen celulares, juegos, circo, aplicaciones varias, TV, Twitter y Facebook. El consumismo llega a los pobres, a los ricos y a los sectores medios. Y una señal de que nos ha alcanzado es el individualismo que lo acompaña. La característica es la falta de compromiso social y emancipador. “Nosotros, no vamos a cambiar el mundo, no podemos hacer nada”, decimos cómodos desde la bañera. El consumismo nos transforma en eso. Nos disocia de lo social a cambio de obtener objetos o sensaciones. Nos propone el individualismo. La reducción a obtener y a convertirnos nosotros mismos en objetos para el consumo ajeno. Hay que hacer un trabajo para eso, decía la Criada. Debemos omitir muchos saberes, ideales y sueños para meternos sin más en la bañera.

La cuestión es que llegamos hasta aquí. Nos prometieron un producto o una sensación mejor y aquí estamos. Trabajamos para entender que vivíamos en una sociedad injusta donde se subsidiaba a los negros con nuestro dinero, trabajamos para entender que podía haber un cambio, había que dejar de subsidiar a los negros y había que encarcelar a los políticos ladrones. Entonces podríamos consumir más y ser felices.
Pero llegados hasta aquí, resultó que les sacaron los subsidios a los negros pero también a nosotros, aumentaron enormemente los alimentos y todas nuestras tarifas. No podemos consumir más. Consumimos mucho menos. Tampoco encontraron el PBI que se habrían robado los políticos. Nos engañaron, cuando hablaban de los negros subsidiados también se referían a nosotros. Nos hicieron creer (y nos creímos) que éramos como ellos.

Ahora son ellos, ostensiblemente, quienes están robando el país mediante maniobras financieras. Creció la deuda externa 100.000 millones de dólares. El dólar pasó de 10 a 40 pesos. Pero no queremos verlo. Estamos trabajando para no verlo, para no entender. Estamos solos en la bañera y el agua va calentándose poco a poco. Estamos preparados. Hay en el borde de la bañera una gillette, por las dudas asome un insoportable estado de conciencia, o el calor aumente demasiado.

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