La Pobreza no puede esperar
por Mariane Pécora
Primera entrega
Censo oficial y pobreza social
Mañana de un junio helado, el sol asoma débil y rojizo desde el horizonte de edificios de la avenida Corrientes. Las veredas permanecen húmedas y un frio intenso sube desde del rio marrón. La Plaza de la República parece una cartografía sombría por donde transitan a pasos apurados rostros somnolientos. Uno de los vértices de esta planicie convoca a las organizaciones sociales nucleadas en la coordinadora Desde Abajo que, en el marco de la campaña “La pobreza no puede esperar”, ofrecen desayuno, ropero comunitario, atención sanitaria, gestión de subsidios y programas de emergencia a personas en situación o en riesgo de calle.
Desde hace meses, cada amanecer, la medialuna de cemento que circunda la plaza se puebla de una humanidad de cuerpos exhaustos que ingiere un desayuno caliente en la intemperie. Una pausa en esa constante rutina de caracol que les condena acarrear sus escasas pertenencias adonde quiera que vayan.
“Hace mucho tiempo que venimos trabajando en esta campaña, porque, en plena pandemia el Estado no se hace responsable de la situación de hambre que vive el país”, comenta Emilse una joven que habita en la Villa 1.11.14 del Bajo Flores y milita en el Movimiento de Trabajadores Desocupados.
“Cada mañana concurren unas 300 personas a desayunar a la plaza de la República y esta experiencia se replica todos los días frente al Congreso de la Nación y en el barrio de Constitución”, agrega Sergio, otro joven que forma parte del espacio Proyecto 7, que coordina Horacio Ávila, y reside en el centro de integración social Che Guevara del barrio de Barracas.
“Lo que estamos haciendo es visibilizar la situación de calle que existe en la Ciudad y en el país, porque ahora con el tema de la pandemia, el mensaje es “Quédate en casa”, pero la gente que vive en la calle no tiene casa. Y ni la gestión nacional ni la de Larreta dan respuesta a esta problemática. Muchos de nosotrxs sabemos lo que es estar a la intemperie, pasar frío, no tener para desayunar, no tener para comer…”, dice Fabio Manuppella, que también milita en Proyecto 7 y reside desde hace 10 años en el Hogar Monteagudo, tras vivir 15 años en situación de calle.
“Yo, a pesar de estar en la calle, estoy re agradecido con la movida que hacen acá las organizaciones sociales. Te dan un desayuno caliente, te brindan asistencia medica, ropa, asesoramiento, calor humano”, dice Pedro un hombre de unos 35 años que desde que perdió el trabajo, hace dos años, vive en situación de calle. Aspira a conseguir un subsidio habitacional que le permita tener un lugar propio para organizarse y salir a buscar un empleo, es cortador carnicero y tiene experiencia en el cuidado y atención de ancianos. Se resiste a concurrir a los dispositivos del Gobierno de la Ciudad, considera que no son espacios de contención, más bien lugares pocos seguros.
¿Cuántas personas en situación de calle crees que hay en la Ciudad?, preguntamos. “Muchas. Muchas. Y lo terrible es que hay familias con criaturas”, responde Pedro y reflexiona “Los que estamos solos, mal que mal nos las arreglamos como podemos, pero es muy impresionante encontrarse con familias enteras viviendo en la calle”.
Por su parte, Rodrigo Segovia, integrante del Movimiento Territorial Aníbal Verón y encargado de la coordinación general de esta actividad en el área del Microcentro porteño, señala “Nuestro espacio trabaja con personas en riesgo de calle, como las que habitan en hoteles, villas o inquilinatos, y lo que observamos es que el enfoque del tipo de ciudad de la gestión de Gobierno porteña se sustenta en un esquema excluyente, orientado a establecer un puente de negocios y un nexo político con el sector inmobiliario. Las mismas estadísticas que elabora el Gobierno de la Ciudad dan cuenta del incremento exponencial de la pobreza en el territorio”.
En en último un año cayeron en la pobreza y/o la indigencia 33.000 hogares y 114.000 personas señala el informe del primer trimestre de 2021 sobre las condiciones de vida en la Ciudad de Buenos Aires, elaborado por la Dirección General de Estadísticas y Censos. En el territorio porteño la pobreza alcanza al 19,7% de los hogares y al 26,5% de la población (817.000 habitantes), mientras que la indigencia representa al 6,6% de los hogares y al 9,4% de la población (290.000 personas), indica la estadística. El 42,7% de los niños, niñas y adolescentes porteños residen en hogares en condición de pobreza o indigencia (303.000 criaturas). Otra de las variables en ascenso es el sector calificado como ‘vulnerable’ (representado por quienes realizan trabajos informales o precarios), que alcanza al 30,2% de los hogares y representa 11,1% de la población (341.000 personas).
En paralelo a este informe, el Gobierno porteño publicó los resultados del censo oficial de personas en situación o de calle. Relevamiento que llevó a cabo el ministerio de Desarrollo Social y Hábitat bajo supervisión de la Asesoría Tutelar General, la logística de la Dirección de Estadísticas y Censos porteña y la nula participación de organizaciones sociales, entes autónomos y organismos de derechos humanos. En los 74 recorridos que efectuaron sobre el territorio porteño la noche del 12 de mayo, se contabilizaron 2573 personas en situación de calle, de las cuales 1605 pernocta en los centros de integración social (o paradores) de gestión estatal y 968 lo hace en la vía publica. Según los números oficiales, estas cifras dan cuenta que la población de calle aumentó un 124% respecto a 2019, cuando el relevamiento oficial reportó 1146 personas.
Consultado sobre la ausencia de las organizaciones sociales a la hora de concretar este relevamiento, Rodrigo Segovia señala: “Desde que iniciamos las conversaciones con el Ministerio de Desarrollo Social y Hábitat, en diciembre del año pasado, advertimos que la intensión de este organismo era comprimir el muestreo, es decir, hacerlo de forma espasmódica sin garantizar el rastrillaje por todo el territorio porteño. Algo que desde las organizaciones sociales nunca vamos a permitir”.
¿A qué te referís cuando decís hacerlo en forma espasmódica? “A agarrar cien camionetas y pegarle una vuelta a la Ciudad en un par de horas, como el Gobierno hizo en mayo, cuando llevó a cabo el censo oficial. Eso es desconocer la problemática de las personas en situación de calle. Es no comprender su dinámica. A esta altura no pedimos empatía, pedimos que hagan un estudio en términos de cientistas sociales, es decir, que desarrollen la capacidad de comprender un fenómeno desde la perspectiva de emergencia social y habitacional. Algo imposible de explicárselo a un funcionario. Porque, hay que decirlo, a la gestión de Gobierno porteña, a esa ciudadanía que ‘vino de los barcos’, le avergüenza reconocer esta problemática”.
“El censo oficial se hizo sin convocar a las organizaciones sociales que trabajamos en los barrios vulnerables. Y, es precisamente en estas villas o asentamientos precarios, donde en cada esquina encontramos a diario con familias enteras viviendo en situación de calle”, agrega Emilse.
“Sabemos que el Gobierno siempre miente respecto a estos números. La Ley 3706 promueve la participación de las organizaciones sociales en la realización del censo. Lo cierto es que por un error de interpretación o trampa gramatical, siempre quedamos excluidas”, señala Fabio Manuppella de Proyecto 7 y agrega: “Hace dos años contabilizaron 1146 personas en situación de calle y este año 2753. ¿Cómo se explica este incremento con los recursos que cuenta la Ciudad? ¿Cómo es posible que en un año la población de calle se haya más que duplicado?”.
Te van a decir que es a causa de la pandemia. “¡No!, si es por la pandemia te aseguro que hay más de 10000 familias en situación de calle. ¡Y estamos hablado de niñes y adolescentes! En en 2019, en el segundo censo popular y contabilizamos 7500 personas en situación o riesgo de calle: 871 eran niñes y adolescentes y 40 mujeres que cursaban un embarazo. Al Gobierno porteño, que literalmente mata a la población de calle, no le creo nada, lo que sí puedo asegurar es que más del 30% de la población de calle son niñes y adolescentes”.
Llega cargada de bolsas, un acolchado arrollado y una mochila gigante. Es una mujer joven de contextura pequeña, pelo corto, ojos temerosos y piel curtida por la intemperie. Expone en una de sus manos una llaga inflamada y gigantesca, relata que se quemó intentando calentar agua. El enfermero del operativo insiste en atenderla, pero ella prefiere hacerse las curaciones por cuenta propia. “No confió en nadie”, dice. Cuando le pregunto si está en situación de calle, me mira fijo y contesta: “Vivo en la calle desde los 12 años, cuando quisieron abusar de mí en el instituto de menores”. Se niega a concurrir a los paradores o centros de inclusión social, asegura que los encargados piden sexo a cambio de favores. Una de las responsables del Centro Integral Frida, le propone que se acerque a ese espacio, le explica que se trata de una iniciativa de integración social autogestiva para mujeres, cis y/o trans. Erica duda, siente temor, no sabe confiar, la calle le ha dado demasiados golpes.