Jueves de Encuentro en El Victorial de San Telmo
por Maia Kiszkiewicz
Palacio El Victorial es una construcción ubicada en Piedras 720, San Telmo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que fue declarada Monumento Nacional. El lugar conserva una construcción de fin del siglo XIX. Algo que, en un momento en el que abundan las demoliciones y proliferan las torres, resulta distintivo. El espacio, convertido en centro cultural, cuenta con el Bar Mugica como parte de su desarrollo y es un lugar que se define como un sitio en el que juntarse para soñar y construir un país mejor. “El Martín Fierro advirtió hace mucho tiempo que los hermanos deberían ser unidos para que no los devoren los de afuera. Pero esta cuestión casi crónica de pelearnos entre nosotros es algo que todavía no pudimos resolver. Y, en medio de eso, el arte, une. Convoca”, dice Gustavo Lutteral, periodista, parte del espacio artístico y coordinador de los Jueves de Encuentro.
“Desde El Victorial me ofrecieron organizar un ciclo de shows musicales todos los jueves. Yo decidí intentarlo, sumarme, y ya hay, hasta el 29 de diciembre, una programación en la que es prioritaria la diversidad y el balance de estilos”, cuenta el realizador de este evento que busca compartir, cada semana, una porción de cultura. “Comida casera, shows íntimos y precios populares. Un espacio con dos plantas, un balcón acogedor y un escenario que se ve desde cada rincón del bar”, anuncian desde la página web del espacio. La programación incluye a Marián Farías Gómez, Miguel Zavaleta, Agustín López Núñez y Patricia Malanca, Yulie Ruth y Alejandro Medina y la Medinight Band durante noviembre y continúa con planes hasta 2023.
Toda la información sobre las fechas y cómo conseguir las entradas está accesible en Palacio El Victorial.
¿Cómo es el trabajo de selección de artistas?
Apuntamos a que haya mucha cultura, bohemia, arte y calidad musical. Música bien hecha. Porque no existe la música buena ni la mala. No es cuestión de decir que una cumbia, por ejemplo, es mala por ser más sencilla y que una sinfonía, entonces, es buena. Y mucho menos se trata de que eso influya en las posibilidades de tocar para los músicos. No. Una cumbia o una sinfonía puede estar bien o mal hecha. Lo importante es que el artista esté comprometido con su arte y no sea solo un hecho comercial. Eso, en todo caso, bienvenido sea después. Pero primero la obra. Los estilos musicales son diversos. Y eso es maravilloso. Porque, además, sobre gustos, no hay nada escrito. El arte te conmueve o no te conmueve.
Esos cuidados están en la esencia de este ciclo.
Muchas veces los músicos se quejan porque a partir de Cromañón hay menos lugares para tocar. Después vino la pandemia y esa situación se agravó. Muchas veces tienen que poner dinero o lograr vender y rendir un determinado cupo de entradas para poder mostrar su arte. Bueno, acá no. El 100% de lo recaudado en cuanto a tickets es para el músico. Hay 100 butacas, mesas en realidad. Además, se ve bien desde cualquier lado.
Les músiques también cuentan de la importancia del respeto en lugares en los que se combina música y comida. Muchas veces se hace difícil la situación porque tienen que intentar tocar “sobre” el sonido de las personas que están comiendo y charlando. Digo: voz, música y ruido de personas cenando, todo al mismo tiempo, termina en algo que no es placentero para nadie. Menos para la persona que hace música y está trabajando.
Esa problemática la tenemos en cuenta. Por eso convocamos a las 20:00 h y el show empieza 45 minutos más tarde. De esa forma, cuando empieza el trabajo del artista ya no hay un desfile de vasos y platos. La gente ya comió, bebió y puede conectarse con el show. Además, el músico hace su prueba de sonido a la tarde, antes de que las personas pasen a la sala. Entonces se puede preparar con tranquilidad.
¿Cómo es la relación entre comida y música?
En el Victorial hay choripan, polenta, rabas, cornalitos, pizzas y empanadas caseras, entre otras cosas. La idea es que la gente pueda comer rica comida a precios lógicos. En septiembre, la entrada para un show estaba $1500.
Argentina, con todo el bagaje cultural que caracteriza al país en el continente y extendiendo las fronteras, nunca ha tenido políticas de Estado culturales. Espero que algún día la tenga. Siempre hubo artistas afines al gobierno de turno, participación en programas culturales. Pero no un desarrollo que exceda las preferencias. El artista es artista. Después, si es de izquierda, derecha, arriba, abajo, es otra cosa. El arte no tiene fronteras. Desarrolla y promueve la identidad de los pueblos. Estados Unidos no se ha convertido en un imperio en el mundo, después del Plan Marshall, con el dólar. Conquistó al mundo con Hollywood, sus películas y el rock and roll. Dominó con la cultura. Y Argentina tiene un enorme potencial cultural, pero despilfarra. Y la cultura es un gran valor que hay que estimular.
¿Cómo aportan los Jueves de Encuentro a generar esas posibilidades, ese estímulo?
Tomo con mucho cuidado el momento de pensar quiénes tocarán un jueves. Muchas veces se destinan fondos de forma poco inteligente. Los municipios y las provincias hacen festivales y convocan a artistas que ya están consagrados y no necesitan la plata. Pero lo que se necesita es que se haga un mix entre esos artistas que ya tienen una base y llegada, y aquellos que muchas veces parecen olvidados o los que recién comienzan. Hay que trabajar estratégicamente.
Es cuestión de estimular y ayudar a los artistas. Que no dependan solo de las producciones privadas o personales. Hay que estimular el arte. Por ejemplo, a Lerner yo lo vi en salas para 80 personas. Valeria Lynch, que se la quiso llevar de gira Astor Piazzolla, hacía rock en sucuchos. Fito Páez, que ahora está batiendo récords en el Movistar Arena, lo conocí con la Trova Rosarina cuando nadie daba dos mangos. Y cuando Fito llena un Movistar Arena lleva personas que simpatizan con el Macrismo, el Kirchnerismo, personas a las que les importa tres pitos la política y que se juntan a vivar y a cantar eso que les atravesó en sus vidas, que son las canciones. Entonces, darnos cuenta de que más allá de las diferencias tenemos un país que cuidar y que si nos peleamos entre nosotros, como ya está pasando, nos compran tierras, nos ocupan, ganan lugares porque los dejamos. Y la cultura tiene que ver con eso, con las raíces. Hay una raíz cultural que tenemos que mantener.
¿Cómo fue y es, en lo económico, este momento de vuelta a la presencialidad?
Salir de la pandemia fue y está siendo muy difícil. Que los artistas vuelvan a tocar.
Estamos apostando a la cultura. Es una satisfacción, pero no hace una diferencia económica. La idea es generar el espacio para que la gente pueda estar en un lugar accesible, con comida rica, que pase un buen rato. Estamos trabajando mucho.
Porque aún no tomamos conciencia, no sabemos hasta dónde llegan las secuelas de haber pasado tanto tiempo evitando el abrazo, el mimo, el contacto, los aplausos. Pero lo tenemos que recordar para aprender lo horrible que puede ser este mundo si no nos proponemos hacerlo un poco mejor, con una cultura libre, soberana y sin prejuicios.