Traslado de la Sala Alberdi: un cerco a la Cultura Popular

por Mariane Pécora

Un extenso vallado circunda el edificio del Centro Cultural General San Martín (CCGSM), desde la esquina de Sarmiento y Paraná, donde una pirámide vidriada oficia de acceso a cinco flamantes subsuelos, hasta las bamboleantes escalinatas de ingreso al patio seco que antecede a la torre de 12 pisos. La nueva y la vieja estructura también están separadas entre sí por un portón de rejas.

Sobre el ingreso de calle Sarmiento, una pizarra estratégicamente colocada al final de los desvencijados escalones, oferta el menú ejecutivo del día por $40. Resulta que el primer subsuelo se ha convertido en un elegante restaurante estilo minimalista. Emprendimiento de carácter privado, que constituye uno de los principales logros del oficialismo porteño en su cruzada por concesionar el espacio público[1]. Hasta hace tres semanas, en el patio de las esculturas funcionaba un café-bar, con lo que el ingreso al Centro Cultural se convertía en una carrera de obstáculos: había que sortear mozos, mesas, sillas y hasta personal de seguridad para llegar a la torre. De aquella iniciativa, aún persiste un mostrador de madera y una composición de luces de colores que desentona con la arquitectura del lugar.

A excepción del hall de entrada, el interior de la torre resulta singularmente caótico. “Recuerden que se trata de un edificio en obra”, advierte uno de los empleados de la recepción a la hora de orientar al público.

La fiesta inolvidable

La ampliación y remodelación del CCGSM se inició en 2005 y debió estar terminada en 2010. El proyecto original abarcaba tres sectores: el bajo plaza, la Sala AB y el edificio torre. Para financiar esta obra el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) prestó a la Ciudad 90 millones de dólares. El convenio firmado entre la entidad crediticia y el Ministerio de Cultura porteño, compromete a la Ciudad a cancelar la deuda más los intereses devengados.

Desde entonces a nuestros días, la única que etapa que se concluyó fue la del subsuelo del bajo plaza. Obra que resultaría ser un negocio millonario, tanto para la empresa concesionaria: Riva S.A[2], como para los sectores vinculados a la industria del espectáculo.

Se deduce que esta primera etapa habría consumido la totalidad del préstamo otorgado por el BID, razón por la cual, a finales del año pasado, el  Ejecutivo porteño dispuso, con la anuencia de la Legislatura, la venta de 22 inmuebles de la Ciudad con la finalidad de “poner en valor” al CCGSM. Esta “puesta en valor” consiste en concluir el proyecto de remodelación original y construir en el 6º y 7º piso de la torre los estudios del canal de la Ciudad.

Y es precisamente al sexto piso de la torre del CCGSM adonde queremos llegar con este recorrido: a la Sala Alberdi, tomada y autogestionada, desde hace un año y nueve meses, por alumnos y ex alumnos para resistir su desalojo.

Resistencia y Autogestión

Es mediodía, no se ve gente en los pasillos del sexto piso. Me acerco despacio hasta la puerta vidriada.  Entro. No hay nadie en la antesala, sólo cosas: butacones, un mural, volantes, carteles de apoyo, un calendario de actividades semanales, un viejo órgano y un cartel: “sala autogestionada, talleres a la gorra”. Me dirijo entonces hasta una segunda puerta vidriada. Adentro alguien toca la guitarra y canta. Golpeo. Por un gran ojo de llave recortado en papel asoma el rosto de una joven, luce despeinada y somnolienta. Le explico el motivo de la visita y menciono a Lisandro, me  hace pasar. Recostada sobre el escenario otra joven ensaya una de las obras que exhibirá en el 1º Festival de Teatro Autogestinado (FESTA).

 El conflicto entre los integrantes de la Sala Alberdi y el Gobierno de la Ciudad se inició en el año 2006, cuando Silvia Fajre, por entonces ministra de Cultura de la Ciudad, dispuso el desalojo de la Sala. La reacción de la comunidad docente, de los alumnos y de Francisco Donato, su director, fue promover una acción de amparo contra el Gobierno de la Ciudad para  evitar el desalojo y el cierre de la Sala Alberdi. El tribunal tuvo una primer pronunciamiento que el Gobierno apeló. En 2010 la jueza Fabiana Schafrik vuelve a emitir un fallo, que confirma la resolución anterior: el Ejecutivo porteño debía reparar la sala en un plazo de 30 días y trasladar transitoriamente las actividades que se venían desarrollando a un nuevo espacio.

En cinco años de conflicto, ninguna de las medidas dispuestas por la Justicia se cumplió. Por el contrario, el cambio de gestión contribuyó al deterioro y al desgaste de la Sala: Francisco Donato renunció a la dirección, la cooperadora encargada de la administración fue disuelta, se cerraron el 60% de los talleres y miles de espectadores dejaron de asistir a las actividades gratuitas allí ofrecidas. Ante esta situación, el 17 de agosto de 2010, un grupo de alumnos y ex alumnos resolvió tomar la Sala Alberdi y  autogestionarla realizando actividades teatrales y talleres a “la gorra”. La comunidad artística, intelectuales y personalidades de la cultura, se solidarizaron de inmediato con ellos. Y así resistieron dos denuncias penales por usurpación y varios intentos de desalojo. Por entonces tenían la Justicia a su favor.

Lunes negro

Hay barras de hierro soldadas en cada uno de los vidrios que compone la puerta de acceso a la Sala. Le pregunto a Lisando si los ellos han hecho colocar,  responde que sí,  “este es un lugar muy vulnerable y tememos que una noche vengan, y nos saquen por la fuerza”, explica.

El 4 de junio fue un lunes negro para los integrantes de la Toma y Autogestión. Ese día, la jueza Fabiana Schafrik, -la misma que hace un año atrás había dictado una medida preventiva a favor de la Sala- determinó la relocalización de la Sala Alberdi, en la Sala Los Andes del barrio de Chacarita. Desde entonces, el desalojo es inminente. Solo falta una firma para que se haga efectivo.

“Lo paradójico de este asunto es que los alumnos de la Sala los Andes, se oponen al traslado y están haciendo firmar un petitorio para evitarlo”, relata Lisandro y agrega “de concretarse, la cantidad de talleres que dicta la Sala Alberdi se reducirían de 20 a 11 y perderíamos la posibilidad de presentar espectáculos artísticos”.

Efectivamente, la sala Alberdi cuenta con casi 560 m2, camarines, oficinas y capacidad para 250 personas, la sala Los Andes tiene una superficie de 400 m2, sin oficinas, ni camarines y con una capacidad para 100 personas.

Desde 1989, bajo la dirección Francisco Donato, la Sala Alberdi impulsó talleres de teatro abiertos a la comunidad, que se sostenían a través de una cooperadora Ello permitió un importante crecimiento de este espacio con talleres para adolescentes, adultos y niños. Cuando Donato se vió obligado a renunciar, desapareció la programación de la Sala Alberdi de la grilla de actividades del CCGSM.

En la actualidad, los miembros de la Toma y Autogestión retomaron los talleres populares de teatro y adicionaron, danza, música y muralismo. Para sostenerlos los dictan “a la gorra”, es decir quienes asisten contribuyen con lo pueden.

“Estos espacios no fueron hechos para dar ganancia, si no para fomentar el teatro libre e independiente  y para formar artistas de forma gratuita” explican quienes están al frente de la toma y denuncian que “el Gobierno de la Ciudad pretende mercantilizar la cultura; con esa lógica está llevando a cabo las remodelaciones del CCGSM, para alquilarlo a emprendimientos culturales privados”.

 La resistencia contínua

Pese al revés judicial, los integrantes de la Toma y Autogestión siguen resistiendo, para hacerlo apuestan a trabajar por la defensa de la cultura popular. El domingo 17 de junio organizaron una jornada cultural sobre calle Sarmiento donde participó la Feria del Libro Independiente F.L.I.A, se organizaron, actuó VOTSA (Varieté oficial de la Sala Alberdi) y contó con la presencia del historiador Osvaldo Bayer.

Del 19 al 28 de junio llevaron a cabo el 1ª Festival de Teatro Autogestionado FESTA, con 25 puestas en escena  y la que advertencia que sólo se puede ingresar hasta las 20, porque a esa hora las autoridades del Centro Cultural San Martín ponen el cerrojo al enrejado.

 La única irreal es esta reja

Cuando me despedí de los jóvenes de la Sala Alberdi y atravesé el vallado que rodea el CCGSM me vinieron a la memoria los primeros versos de un bellísimo poema que Paco Urondo escribió en 1973 en la cárcel de Devoto: “del otro lado de la reja está la realidad, de este lado de la reja también está la realidad; la única irreal es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien si pertenece al mundo de los vivos, al mundo de los muertos, al mundo de las fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción”.

 ¿Se puede ser libre en una sociedad cercada, donde el gobierno, las corporaciones  y los medios de comunicación imponen estereotipos culturales que les asegura buenos dividendos y donde cercena cualquier iniciativa popular que procure generar seres autónomos y sujetos pensantes?


[1] El diputado Cristian Ritondo (PRO), presentó un proyecto en la Legislatura que permitiría la instalación de emprendimientos privados, como bares y baños en los parques y plazas de la Ciudad.

[2] Esta empresa tiene una larga y sinuosa historia. Fue contratista de la dictadura. Luego ingresó en el gobierno de Fernando de la Rúa como contratista en la Ciudad de Buenos Aires, y es una de las que más juicios ha iniciado contra el Estado porteño.  La relación con Macri data desde 1996 cuando construyó la tribuna oficial de Boca, entre otras obras en la cancha.

Notas Relacionadas:

Festival por la defensa de la Sala Alberdi CCGSM

 

Comentarios

  1. ¡¡¡Es increible el target delictivo que posee el PRO, con su JEFE DE BANDA al frente: «escurridizo y ausente» pero no menos culpable, como espero se demuestre al tiempo, con las pruebas que están obrando en todos los casos en que están involucrados «a full»!!!

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